La falta de concentración es uno de los síntomas del COVID prolongado. Un nuevo estudio revela qué provoca estas secuelas en los pacientes recuperados.
A medida que avanza la pandemia de coronavirus, los científicos se apresuran a comprender las causas subyacentes y las implicaciones del COVID prolongado, el término genérico para los síntomas que persisten durante al menos 12 semanas, pero que a menudo duran incluso más y afectan aproximadamente al 30% de las personas que contraen COVID-19.
Un nuevo estudio, publicado en una preimpresión compartida en BioRxiv sugiere que incluso las infecciones leves por SARS-CoV-2 pueden provocar síntomas neurológicos a largo plazo asociados con un COVID prolongado, como deterioro cognitivo y dificultades con la atención y la memoria, un conjunto de síntomas que a menudo se agrupan como “niebla mental”.
En el estudio, que aún no ha sido revisado por pares, los científicos dirigidos por la neuróloga de la Universidad de Stanford, Michelle Monje, identificaron una vía en ratones y humanos infectados con COVID-19 que coincide casi perfectamente con la inflamación que se cree que causa el deterioro cognitivo relacionado con la quimioterapia (CRCI, por sus siglas en inglés), también conocido como “niebla de quimioterapia”, después de tratamientos contra el cáncer.
Además de estos resultados, la preimpresión mostró que la vía de la neuroinflamación se puede activar incluso sin que el coronavirus infecte una sola célula cerebral. “Es una neuroinflamación que ocurre incluso en ausencia de cualquier infección del sistema nervioso central”, explica Monje.
Ya en marzo de 2020, la especialista temía que las tormentas de citocinas causadas por la respuesta inmunitaria al SARS-CoV-2 causaran la misma neuroinflamación y los mismos síntomas asociados con el CRCI. Pero debido a que su laboratorio no estudia infecciones virales, no tenía forma de probar su hipótesis hasta que otros investigadores crearon los modelos apropiados.
En el estudio, Monje y sus colegas utilizaron un modelo de ratón para infecciones leves por SARS-CoV-2 desarrollado en el laboratorio del biólogo de la Facultad de Medicina de Yale y coautor del estudio Akiko Iwasaki, así como muestras de tejido cerebral tomadas de personas que tenían COVID-19 cuando murieron para demostrar que las infecciones leves pueden desencadenar inflamación en el cerebro.
“Los ratones en el modelo de Iwasaki tienen una enfermedad relativamente leve, lo que nos permite hacer exactamente la pregunta que me estaba haciendo -explicó Monje-. Todas estas cosas realmente malas pueden suceder en casos graves de COVID, pero ¿qué ocurre en una infección pulmonar relativamente leve, cuando los ratones se ven bien y no pierden peso o muestran otros signos evidentes de enfermedad?”.
Una pista de lo que estaba sucediendo provino de su investigación anterior de CRCI, en la que Monje descubrió que las células inmunitarias en el cerebro conocidas como microglía de la materia blanca parecen ser “exquisitamente sensibles” a la infección. El proceso inflamatorio comienza cuando la microglía se vuelve reactiva y causa la desregulación de las células de apoyo en el cerebro llamadas astrocitos, que asumen un estado neurotóxico. “Juntos – detalló Monje- desregulan las células que normalmente producen mielina, la capa de aislamiento de las neuronas que ayuda a que las señales se propaguen y protege a las células del daño. En este proceso aparecen muchos de los síntomas que se observan en el deterioro cognitivo”.
Los investigadores midieron los niveles de mensajeros inmunitarios llamados citocinas y otros biomarcadores en el líquido cefalorraquídeo (LCR) de los ratones. En los ratones con COVID-19 leve, encontraron “deterioro de la mielina e inhibición de la generación de nuevas neuronas en el hipocampo, y esto ocurrió sin que el virus infectara el propio cerebro”.
Los investigadores pudieron estudiar muestras de nueve cerebros humanos tomados de personas que murieron en marzo de 2020 y luego se confirmó que tenían COVID-19. Sus cerebros mostraron los mismos patrones de actividad de microglía que surgieron en ratones infectados y en estudios de CRCI en humanos.
Adentrándose en la niebla
Los resultados dejaron en claro, dice Monje, que “esencialmente la misma biología está funcionando en deterioro cognitivo relacionado con la quimioterapia y en los síntomas neurológicos de COVID prolongado, excepto que en lugar de quimioterapia, es culpa de la inflamación periférica”.
El preprint insinúa la posibilidad de intervenciones terapéuticas para tratar o prevenir los síntomas neurológicos de la afección, ya que algunos tratamientos de CRCI ya se están explorando en los primeros ensayos clínicos que ella describe como pequeños pero “prometedores”.
“La configuración experimental no pudo explicar los efectos de las vacunas, las infecciones previas u otros factores de confusión -señaló Monje-, ni revelar si la vía de la neuroinflamación y sus efectos difieren entre niños y adultos”.
Si bien quedan muchas preguntas sin respuesta, Monje dijo que su estudio “sienta las bases para futuros experimentos al tiempo que sugiere la posibilidad de intervenciones clínicas para la niebla cerebral relacionada con el coronavirus” y agregó: “Debido a que la vía inflamatoria causada por los casos leves de COVID-19 no parece matar las neuronas irremplazables, lo que estamos describiendo aquí, específicamente, es todo potencialmente reversible”.