Gerardo “La Vieja” Reinoso nació en 1965 en La Rioja. Llegó a River Plate en 1988, año que fue dirigido por César Luis Menotti, siendo compañero de campeones del mundo como Oscar Ruggeri, Jorge Gordillo, Américo Rubén Gallego y Nery Pumpido, entre otros, que levantaron la Copa Intercontinental dos años antes. No obstante, Reinoso se puso la camiseta Azul y Oro de Boca Juniors en 1991, ya que fue cedido a préstamo desde la Universidad Católica de Chile, para disputar las finales frente a Newells, que terminó ganando el equipo dirigido por Marcelo Bielsa.
“Cuando me enteré de que venía a disputar las finales me empezaron a temblar las patitas. Fue una experiencia hermosa y en otro equipo grande. Poder rendir en Boca Juniors no era fácil, porque llegaba para suplir a Batistuta y a Latorre. Tuve la suerte de convertir el gol frente al equipo rosarino en la revancha en La Bombonera faltando siete minutos para el final, y mandar la definición al alargue. Pero, finalmente, la suerte estuvo de Newell’s”, recuerda el ex mediocampista que disputó tres encuentros con la casaca xeneize.
“En Independiente, si ganábamos pero no hacíamos tres pases seguidos, el público empezaba a murmurar. Fui un elegido y bendecido por haber sido parte del mejor equipo de su historia. Se ganó todo. Jugaban Bochini, Marangoni, Burruchaga, Trossero, Villaverde, Barberon, Morete, Killer, Clausen, Zimmerman, todos monstruos”, recuerda Reinoso.
Asimismo, agregó: “Villaverde me agarraba solito y me decía: ´Cuando vayas a trabar una pelota, pensá que lo haces por un departamento para tus hijos. No tenes que perder, sino saber que vas a ganar un dos ambientes´. Te graficaba lo importante que era dejar todo en la cancha por esos colores, porque jugábamos en Independiente que era el equipo más grande del país. En la actualidad, los jugadores no tienen compromiso con la institución”, afirma en diálogo con Infobae desde los Estados Unidos el ex volante que disputó 176 encuentros con la camiseta roja y marcó 26 goles.
– ¿Que es de tu vida, Gerardo?
– Estoy en Miami, voy a dirigir al Miami Beach. Previo a la pandemia, entrené al Miami United y me fue muy bien. Cuando se paró todo, volví a la Argentina para instalarme en La Rioja. En enero pasado surgió la posibilidad de volver a los Estados Unidos para dirigir al Naples United, club ubicado a una hora y media de Miami. Este equipo milita en la National Premier Soccer League (NPSL) que es la tercera división de los Estados Unidos. Es similar a la B Metropolitana en el fútbol argentino.
– ¿Cómo es trabajar dentro del fútbol estadounidense?
– Es distinto al argentino. Allá se vive de otra manera y todo funciona bien; no te tenés que preocupar por nada. Solo tengo que dedicarme a entrenar y a trabajar por el equipo, contás con todas las condiciones para trabajar bien. Tuve la suerte de hacer una buena labor y formé mi propia escuela de fútbol que está funcionando en Miami. Por suerte, sigo dedicándome a lo que más me gusta, que es el fútbol.
– ¿Seguís despuntando el vicio por la pelota?
– Si, sigo jugando a mis 57 años. Me prendo con los veteranos en el torneo latino los días de semana, así que trato de desenchufarme. También me pongo a jugar con los más jóvenes, con mexicanos, colombianos, uruguayos y argentinos. Mientras pueda caminar, no voy a dejar de jugar al fútbol, hasta caminando lo podría hacer. Aunque me duela todo al otro día al fútbol no lo voy a dejar. A esta edad, necesito dos o tres días de recuperación, pero POR las ganas y lo me divierto jugando no hay nada que lo iguale.
– ¿Cómo fueron tus inicios en el fútbol?
– Me inicié de chiquito en La Rioja, mi lugar de nacimiento. La idea siempre fue ser jugador profesional y anhelaba jugar en estadios llenos de gente para también salir en televisión. En mis primeros años, no tenía idea de que los futbolistas ganaban dinero por ser futbolistas, pensaba que lo hacían por amor a la pelota. Recién lo supe a los 16 años. De pibe veía a Independiente y me gustaban Ricardo Bochini y Daniel Bertoni. Recuerdo cuando salieron campeones frente a Talleres de Córdoba con ocho hombres. Siempre mi ídolo fue el Bocha y yo soñaba compartir cancha con él.
– ¿Quién te hizo la prueba en Independiente?
– Me vio el entrenador Nito Veiga, que me hizo la prueba y quedé. A partir de ahí, empezó mi carrera futbolística. En esa época no era fácil ser jugador porque Independiente, por ejemplo, no contaba con las condiciones adecuadas para los chicos que venían del Interior. Al no tener las instalaciones necesarias, tiraba los colchones debajo de las tribunas de la Doble Visera para poder dormir. Además, en invierno hacía frío y no tenía con qué taparme. Durante el verano, sufría mucho calor. A todo esto, comía muy poco y le mandaba cartas a mi familia, que llegaban una semana después, con puras mentiras.
– ¿Qué les ponías?
– Que estaba todo bien, pero no era así, ya que estaba sufriendo por las condiciones en las que vivía. Hubo compañeros que abandonaron sus carreras para volver a sus casas para a vivir un poco mejor, ya que contaban con abrigos y un plato de comida, que a nosotros nos faltaba. A mi familia le escribía que estaba bárbaro, bien y cómodo, pero era mentira, porque era más fuerte el deseo de jugar en Primera División que el de volverme a La Rioja. Recuerdo que todas las noches iba a una churrería que estaba en Juan Bautista Palaá y Adolfo Alsina, Avellaneda, para comer lo que sobraba. Iba como un mendigo a pedir las sobras y nos daban churros o bolas de fraile para desayunar con un mate amargo. Con eso, ya tirábamos todo el día.
– ¿Por qué pasaron hambre en el Rojo?
– Porque el club no tenía nada, ya que dormíamos donde hoy está ubicada la pileta. En los vestuarios tirábamos los colchones y nos acostábamos ahí, bajábamos las cortinas y nos envolvíamos para no pasar frío. También, nos vendábamos y dormíamos juntos como mis compañeros para darnos calor. Recuerdo que el viento corría a 200 km/hora y no existía un árbol para cubrirnos en el Cinturón Ecológico de Avellaneda, donde las canchas no estaban marcadas. Hoy, la entidad tiene un predio espectacular y los jugadores cuentan con un restaurante propio para comer luego de entrenar. También, construyeron una sala de máquinas y de kinesiología. Hoy, es un predio a nivel europeo.
– ¿Tuviste una vida muy sacrificada antes de debutar en la máxima categoría?
– íi. Y eso es lo que les explico a los chicos que arrancan en esta carrera. La mayoría la ven como fácil y cómoda, pero no es así. El futbolista vive constantemente bajo presión para ser el mejor de todos. Para pelear el puesto con los compañeros, rinde examen todos los días, no sólo en los partidos sino también en los entrenamientos para poder jugar. Hoy, hay tanta competencia que no podés dar ventajas, ya que sí no sos vos jugará el que sigue. El futbolista nunca tendrá la tranquilidad de un empleado público, por ejemplo, sabiendo que tendrá su sueldo asegurado, que llega a cierta hora y cobra, cumpla o no con el laburo que le toca hacer; esas cosas normales no las vive el jugador. Por eso, muchos jóvenes quedan en el camino y no pueden llevar a cabo el sacrificio de un futbolista porque de una u otra manera termina sufriendo. No obstante, cuenta con la presión de la familia.
– ¿Tus padres te exigieron que fueras futbolista?
– No, para nada, digo presión porque tenés que rendir también para ellos, para que te vean bien. A mi papá el fútbol no le gustaba, era jefe de Obras Públicas en La Rioja. Mi madre, empleada municipal, aunque era la única deportista de la familia ya que jugaba al vóley. Mi padre lo único que quería es que estudiase y me obligaba a que me fuera bien en el colegio para poder jugar en Independiente. Cuando me vine a probar, me había llevado 11 materias y me obligó a aprobarlas todas para viajar a Buenos Aires.
– ¿Cómo fue ser parte de ese Independiente definido como el paladar negro?
– Fui un elegido y bendecido por haber sido parte del mejor equipo de Independiente de su historia. Se ganó todo. Jugaba Bochini, Marangoni, Burruchaga, Trossero, Villaverde, Barberon, Morete, Killer, Clausen, Zimmerman, todos monstruos. En esa época, tenías que ser un buen entregador de pelota, correr, ser inteligente, marcar diferencia para ser integrante de ese plantel. Los profesionales se dedicaban a la Copa Libertadores, nosotros jugábamos el Metropolitano. El primer equipo era un show verlo jugar. Cuando voy al Libertadores de América siento el cariño de la gente que se acuerda de aquella época gloriosa.
– ¿Qué enseñanza te dejó haber compartido vestuario con esos referentes de Independiente?
– Me enseñaron los valores y a respetar lo que era la institución de Avellaneda. Lo que me tenía que sacrificar en el campo de juego para poder integrar ese plantel, ya que no entraba cualquiera al vestuario. Uno debía saber lo que costaba participar de un entrenamiento y disputar un partido. Recuerdo que Villaverde me agarraba y me decía: ´Cuando vayas a trabar una pelota, pensá que lo hacés por un departamento para tus hijos. No tenés que perder, sino saber que vas a ganar un dos ambientes´. Te graficaba lo importante que era dejar todo en la cancha por esos colores, porque jugábamos en Independiente que era el más grande del país. Cuando llegaba al predio, Enzo (Trossero) me preguntaba: ´¿Dormiste y comiste bien? ´. Estaban en todos los detalles.
– Luego del Rey de Copas, pasaste a River Plate. ¿Cómo se dio tu llegada al club de Núñez?
– Cuando se van los monstruos de Independiente, la idea del ex presidente Pedro Iso era que jugaran los chicos de la cantera como Mandinga Percudani, Pedro Massacessi y yo. Entonces, asume Jorge Solari el cargo de entrenador, pero nos echa a los tres. Al quedar libre, me llama César Luis Menotti, en su momento DT de River Plate y me habla de la posibilidad de ir allá. Entonces, me fui al Millonario, a pesar de que no quería ir porque deseaba seguir desarrollándome en Independiente. Era muy jovencito cuando arribé al conjunto de Núñez y en el plantel había jugadores experimentados y campeones del mundo como Daniel Passarella, el Checho Batista, Antonio Alzamendi, Oscar Ruggeri. Además, estaban Jorge Higuaín, Claudio Borghi, Omar Palma, Julio Zamora, Jorge Da Silva, unos cracks…
– ¿Te adaptaste?
– Me costó un poco, al principio. Como equipo nos fue mal, muy mal, ya que no salimos campeones ni terminó siendo lo que el entrenador pretendía, ni la gente quería. Igualmente, la experiencia fue hermosa, la de jugar también en un equipo grande como River Plate. Tenía como entrenador a Menotti que es uno de los mejores que tuve en mi carrera, al mismo nivel que el Pato Pastoriza. Un tipo con una simpleza para explicarte las cosas. No daba vueltas, ni tampoco te tenía media hora hablando sobre una situación de juego. De la manera que se expresaba entendías fácilmente lo que pretendía. Fue uno de los grandes motivadores que tuve en mi vida. Sacó lo mejor de mí. Hablándome, dándome ejemplos y confianza, que es lo que un jugador necesita. El Flaco te hacía creer que eras bueno y contabas con condiciones futbolísticas. Luego del Millonario, me abrieron las puertas en la Universidad Católica de Chile.
– ¿Cómo fue tu llegada a préstamo a Boca Juniors por un par de partidos en 1991?
– No me esperaba jugar en Boca Juniors. Resulta que andaba muy bien en la Universidad Católica, que es un ejemplo como institución, y un día termino un entrenamiento y un directivo se me acerca y me dice: “Reinoso, lo llamaron de Boca para que vaya a préstamo a jugar un par de amistosos”. Esto se debió a que Boca Juniors le cedió a la Selección Argentina a Gabriel Batistuta y a Diego Latorre para que dispute la Copa América 91´. A todo esto, me llama el relator José María Muñoz para una entrevista sobre mi paso por Chile y me pregunta: ´Gerardo, ¿sabe que viene a disputar la final del torneo argentino con Boca? ´. Le digo al aire: “¿Qué final?” y ahí me cayó la ficha de que me contrataban para jugar la serie decisiva frente a Newell’s para definir el campeonato 1991/2.
– Y la termina ganando Newell’s por penales…
– Esa misma. Cuando me enteré de que venía a disputar las finales me empezaron a temblar las patitas. Fue una experiencia hermosa y en otro equipo grande de Argentina. Poder rendir en Boca Juniors no era para nada fácil, porque llegaba para suplir a Batistuta y a Latorre. Tuve la suerte de convertir el gol frente al equipo rosarino en la revancha en La Bombonera faltando siete minutos para el final, y mandar la definición al alargue. Pero, finalmente, la suerte estuvo del lado rosarino. Luego, Boca Juniors me quiso comprar, ofertó 2 millones de dólares, pero la U. Católica no quiso venderme. Y volví a Chile.
– ¿Existen diferencias entre jugar en River Plate y en Boca Juniors?
– No, son los dos grandes del fútbol argentino y donde iba, había una revolución de gente por lo significaba tanto Boca Juniors como River Plate, era algo único. Hay que vivirlo para contar lo que se siente vestir ambas camisetas; no es para cualquiera. Me presentaron el día que el Xeneize se consagra campeón contra San Lorenzo en el José Amalfitani y jugó a estadio lleno. Me lleva Antonio Alegre, el ex mandamás, al medio del campo de juego, levanta mis brazos y los hinchas boquenses empezaron a entonar “vieja, vieja”. Yo no entendía nada, porque mi historia no era con Boca Juniors, sino con Independiente. Sin embargo, el reconocimiento del hincha boquense me puso la piel de gallina. Tuve la suerte de tenerlo al Maestro Óscar Tabárez como entrenador.
– ¿Dónde se siente más presión, jugando en el Monumental, en La Bombonera o en la Doble Visera?
– Se juega de la misma manera en los tres estadios. En el Doble Visera siempre estaba lleno y ya sabíamos lo que nos cantaban y nos pedían. Los equipos grandes como Independiente y River Plate te exigen ganar, y no les alcanza sólo con eso, sino que te obligan a jugar bien. En Boca Juniors lo más importante es ganar como sea, mas allá de las circunstancias del partido. Por historia, en los tres tenes la presión de ganar sí o sí, no hay margen para la derrota ni para el empate. Tanto en River Plate como en Boca Juniors solo sirve ganar.
– ¿En Independiente era diferente?
– En el Rojo, si ganábamos pero no hacíamos tres pases seguidos el público local empezaba a murmurar. En el campo de juego sabíamos cómo era la situación porque habíamos acostumbrado al hincha a construir paredes, a generar situaciones y a convertir goles. Teníamos que jugar lindo, como marca su historia.
– ¿Tu cuenta pendiente fue no haber podido jugar en la selección argentina?
– Si, fue algo que quedó pendiente en mi carrera, pero no fue por mi culpa, sino que pasaron cosas extrañas. En 1985 fui elegido el mejor jugador del fútbol local. A raíz de esto, Carlos Bilardo me cita a la Mayor en enero de 1986. Un día, voy a cenar con el ex técnico de Independiente, el Pato Pastoriza, a La Gata Alegría, y lo llama Bilardo con la idea de avisarle de mi convocatoria. Ambos charlan por teléfono y cuando terminan, le digo contento a José “voy a la Selección”. Él me responde: “Te citó, pero no vas a ir”. Me sorprendió su respuesta.
– Entonces, ¿qué le dijiste?
– “¿Por qué no? Pato, voy a ir a la gira y a rendir bien”. Inmediatamente, volvió y me repitió: ´No vas a ir a la Selección ahora, porque la voy a agarrar yo´. Resulta que él se había reunido con Julio Grondona, ex presidente de la AFA, para que fuera el sucesor de Bilardo que, por ese entonces, andaba mal y era muy cuestionado como entrenador. De esta manera, el principal candidato a reemplazarlo era Pastoriza, quien no me dejó ir para utilizarme con Independiente en la Copa Libertadores.
– ¿Cómo tomaste aquella decisión de José Omar?
– Le dije: “No importa Pato, déjame ir al seleccionado argentino y después venís vos”. Me respondió: “No, porque si vas a la Selección ahora vas a ser jugador de Bilardo y vos sos un futbolista de Pastoriza”. Al final, la Argentina anduvo bien durante esa gira por el exterior y Bilardo se quedó en su cargo para dirigir en México 86′. Pastoriza no me dejó ir. Un tiempo más tarde, fui nuevamente citado por Alfio Basile para disputar la Copa América 91′ en Chile, pero al final subieron a otro delantero y me bajaron.
– ¿A qué edad te retiraste?
– A los 38 años. A esa esa edad estaba jugando la Copa Libertadores con Oriente Petrolero. El técnico era mi ex compañero, Néstor Clausen. Había jugador por casi todo el mundo y le quise dar un final feliz a mi carrera.
– ¿Cómo nació tu apodo “La Vieja” Reinoso?
– En un partido entre Independiente y Vélez. Resulta que llovía mucho en Liniers y el entrenador Pastoriza decide hacer un cambio y salgo del campo de juego. Cuando llego al banco de suplentes, me pongo una toalla en la cabeza y otra en el hombro, y estaba el Loco Enrique que cuando me vio me dijo “sos una viejita”. A partir de ese día, me quedó el mote de La Vieja Reinoso.
– Siendo ídolo de Independiente, ¿cómo observas la actualidad del Rey de Copas?
– En lo futbolístico, lejos están hoy de lo que éramos nosotros en la etapa del Paladar Negro; hay una diferencia abismal. Independiente está muy mal, en todos los sentidos. Da mucha tristeza verlo así y sufro mucho, más por haber crecido en ese club. Nací ahí, conocí lo que fue su historia, la camiseta roja, los futbolistas importantes que pasaron como Pavoni, Santoro, Balbuena, todos cracks que hicieron grande al club. Además, tuvo al más grande de todos, al maestro Bochini. Hoy, los chicos llegan, juegan y se van a otros clubes mejores, sin poder jugar tanto tiempo en un mismo lugar. El Bocha me decía: “Para que te vea otro equipo, tenés que romperla todos los partidos”. Era verdad. Tenías que salir en El Grafico, en Clarín, ser figura del juego y recién ahí te veía Boca Juniors, River Plate o algún equipo del exterior. En la actualidad, los jugadores no tienen compromiso con la institución.
– ¿Te llamaron alguna vez para trabajar en la institución?
– Me gustaría trabajar en Independiente para volcar y transmitir lo que uno aprendió. Tengo la ilusión de que un día pueda hacerme cargo de los chicos que están forjando un futuro para la institución. No me llamaron nunca, ni me ofrecieron nada. No tuve la posibilidad de volver al club de mis amores. Igualmente, estuve mucho tiempo dirigiendo en Chile, en El Salvador y en Estados Unidos. No es que necesité trabajo, pero sí me hubiera gustado recibir un llamado para ver en que podía colaborar y ayudar en lo que se necesite. Vi pasar mucha gente que nada tiene que ver con la institución. No tienen historia ni tampoco jugaron allí, y sin embargo, los muchachos campeones de 1984 no tuvimos ni la mínima chance de trabajar en el club.
– ¿Es cierto que varios campeones con Independiente presentaron un proyecto para crear un Consejo de Fútbol como sucede en Boca Juniors?
– Sí, es verdad. Muy pronto habrá elecciones y les acercamos a las dos listas que se presentaran a presidente un proyecto en el cual estamos incluidos Percudani, el Loco Enrique, Burruchaga, Gustavo Moriconi, el Loco Sánchez, Pedro Monzón, Jorge Clara y yo. Sería un Consejo de Fútbol para manejar las Divisiones Inferiores y designar a los entrenadores. Integramos este proyecto lo que nos criamos en el club e hicimos historia, que sabemos lo que significa el Club Atlético Independiente. Se lo presentamos a la lista de Fabián Doman y a la de Rudecindo. Ambos están interesados en el proyecto. No tenemos ningún interés en tomar el club en la parte dirigencial, sino en la parte deportiva. Veremos qué pasa.
fuente: infobae