El Presidente perdió a Moroni y Zabaleta, dos ministros que ejecutaban las políticas sin la tutela del Instituto Patria ni La Cámpora. Ahora volvieron las internas al oficialismo.
Claudio Moroni y Juan Zabaleta no eran sólo ministros de Alberto Fernández. Eran, sobre todo, piezas clave de la administración y del tablero de poder del gobierno del Frente de Todos. Tras un desgaste persistente, ambos funcionarios decidieron dar un paso al costado y el Presidente quedó expuesto a una mayor debilidad frente al avance de la vicepresidenta Cristina Kirchner en áreas críticas para la gestión.
Más allá de la relevancia institucional del recambio en el Gabinete, la salida de ambos funcionarios -al igual que la de Elizabeth Gómez Alcorta, del Ministerio de Mujeres- estuvo lejos de generar el impacto político y la alta tensión que provocaron en su momento la salida de Matías Kulfas (Producción) y Martín Guzmán o Silvina Batakis (Economía).
La renuncia de los tres ministros -a 70 días del juramento de Sergio Massa como titular del Palacio de Hacienda- evidencia la debilidad política progresiva del primer mandatario y la persistencia de las internas en el seno de la alianza de gobierno, que habían amainado tras el atentado contra la vicepresidenta. Es un fenómeno -el internismo- que no es excluyente del Frente de Todos, sino que coexiste con el que se vive en la oposición de Juntos por el Cambio.
Esta vez, se trató de la salida de los ministros que tenían a su cargo resolver entre otras cosas los paros y piquetes, y que al mismo tiempo gestionaban dos variables sensibles para la economía: Moroni, como ministro de Trabajo, estaba a cargo de la negociación de las pautas salariales en una economía con alta inflación; y Zabaleta, de la administración de más de 1.500.000 planes sociales y de uno de los presupuestos más altos del Estado Nacional.
Claudio Moroni es uno de los hombres de mayor confianza del presidente, a quien solía elogiar por su capacidad para proveer soluciones ante problemas concretos. Contaba con pleno aval de los gremialistas de la CGT y, al mismo tiempo, era uno de los blancos móviles permanentes del kirchnerismo. Más allá de los problemas de salud que precipitaron su salida, Alberto Fernández perdió a uno de los lugartenientes para enfrentar las demandas del kirchnerismo para elevar las pautas salariales. Hasta ahora, Moroni había ejercido de amortiguador en esa carrera entre precios y salarios.
Esa posición, que implicaba llevar el ritmo de las paritarias al compás de las discusiones entre gremialistas y empresarios, provocaba malestar en el Instituto Patria. Exigían desde el entorno de la Vicepresidenta una intervención más comprometida desde el Estado para cerrar porcentajes más elevados y le colgaban el sambenito de ser uno de los “funcionarios que no funcionan”.
La crisis por la accidentada y demorada paritaria de los neumáticos, que terminó después de 5 meses, con protestas, tomas y una peligrosa paralización de la producción, puso en superficie todas las críticas que, en reserva, dejaban trascender desde el Instituto Patria. Como ocurrió con Guzmán, fue el camporista Andrés “El Cuervo” Larroque el que lanzó munición gruesa en su contra: “Hay un déficit en materia de gestión”. Cinco días después, Alberto Fernández está buscándole su reemplazo.
El caso de Zabaleta tiene parecidos y diferencias. Aunque el ex ministro tenía diálogo y una buena relación con Cristina Kirchner, la salida de su cargo nacional ocurre en medio de la desconfianza y el avance del camporista Damián Selci en el control de la Municipalidad. Aunque el saliente ministro de Desarrollo Social estaba “en uso de licencia”, su reemplazante asumió con plenos poderes la conducción de la Intendencia.
Zabaleta desde hace meses que tenía intenciones de regresar al gobierno de Hurlingham, un distrito con unos 200 mil habitantes, pero demoraba la decisión en medio de fuertes demandas de organizaciones sociales y de la puesta en marcha de varias medidas clave para reordenar el sistema de prestaciones, subsidios y beneficios.
La principal decisión que aplicó fue la de frenar el otorgamiento de nuevos planes y la puesta en marcha de una auditoría sobre el Potenciar Trabajo, el principal programa social que ejecuta el Ministerio. Fueron dos iniciativas que puso en marcha pese a la resistencia de organizaciones piqueteras que incluso tenían funcionarios nombrados dentro del organismo.
Durante su gestión fueron constantes los tironeos con el Movimiento Evita, de Emilio Pérsico; con la UTEP de Juan Grabois; Barrios de Pie, de Daniel Menéndez; y la Corriente Clasista Combativa (CCC) de Juan Carlos Alderete, que integran el oficialismo. Y hacia afuera, los grupos piqueteros opositores como el Polo Obrero y el bloque de unidad piquetera.
Tras considerar cumplida la puesta en marcha de las auditorías y la progresiva conversión de los planes sociales en trabajo, Zabaleta decidió dejar su cargo y regresar para retomar la política en su distrito. Al ser consultado sobre el regreso a la Municipalidad, respondió: “Hurlingham es mi lugar en el mundo. Le agradezco a vecinas y vecinos la posibilidad de haber logrado mi sueño, que es ser intendente. Los quiero y los extraño mucho. Amo Hurlingham y lo amo con todo mi corazón y siempre vuelvo”.
Desafíos y riesgos
Tanto en Trabajo como en Desarrollo Social, Alberto Fernández pierde a dos funcionarios que ejecutaron las políticas en línea con el presidente y sin un alineamiento automático al Instituto Patria. Incluso, en varias oportunidades tomaron medidas que fueron a contrapelo de las posiciones de la vicepresidenta.
Son áreas sensibles no sólo para la sustentabilidad de la política económica, en materia de gasto público y política de ingresos, sino para el equilibrio de la coalición de gobierno. Los reemplazantes de Moroni y Zabaleta deberán lidiar con dirigentes y organizaciones que responden al kirchnerismo duro, que exigen apurar la recomposición de los ingresos -tanto de sueldos bajos como de planes sociales- frente a la pérdida del poder adquisitivo derivada de los aumentos de precios.
El principal afectado por estos movimientos puede ser el ministro Sergio Massa, que estuvo enfocado en el diseño de nuevas medidas para continuar con el ordenamiento de la economía, tras el alivio que supuso la aprobación por parte del Fondo Monetario de las metas y la confirmación de nuevos desembolsos. “Con la macroeconomía más ordenada ahora viene la etapa de la estabilización de los precios”, revelaron fuentes con acceso el titular del Palacio de Hacienda.
El ministro de Economía, que no se metió en el tema de los cambios de Gabinete, sabe que la inflación es la próxima batalla, tras haber contenido la crisis que puso a la Argentina -tras el portazo de Guzmán- al borde del abismo.
“Se necesita un plan macroeconómico para contener la inflación y mejorar de manera progresiva los ingresos. Si metés un congelamiento de alimentos, y habilitás que el gremio de los neumáticos o Moyano consigan aumentos del 130 por ciento, la inflación no va a bajar. Además, necesitás que haya dólares y normalizar de a poco las importaciones”, explicó un economista que ocupó cargos en gobiernos peronistas.
Y agregó que los nuevos funcionarios deberían alinearse a ese plan: “Es construir un puente. Si lo construís por la mitad, es igual que no tener nada”.
fuente: infobae