Por Fabián Seidán de Diario Cuarto Poder. La Selección Nacional de Fútbol ganó su tercera Copa y los festejos de los jugadores y del pueblo argentino generaron muchas polémicas y reacciones en todo el mundo, al punto de que salió a luz “la grieta” entre los que aman y admiran a los argentinos y quienes los odian y envidian. Eso sí, el argentino nunca pasará desapercibido.
¡Inexplicable Argentina!!
Los festejos por el título Mundial fueron una locura en todo el país y sólo en Capital Federal unas seis millones de personas se lanzaron a las calles para intentar saludar a los campeones, por lo que los jugadores tuvieron que ser evacuados en helicópteros ante la imposibilidad de que el autobús que los conducía hasta el Obelisco -lugar central de los homenajes- pudiese llegar.
Un día después de la locura, Lionel Messi, se dirigió a sus seguidores a través de las redes sociales y publicó un emotivo mensaje en su cuenta de Instagram, donde tiene más 400 millones de seguidores: “No traten de entenderlo. ARGENTINA. Con lo bueno y con lo malo. TE AMO”.
De “granero del Mundo” a “campeones del mundo”
A comienzos del siglo pasado la Argentina fue conocida como “el granero del mundo”, ya que la expansión industrial que nació en Inglaterra y que se expandido por toda Europa y los Estados Unidos, hizo que nuestro país comenzará a desarrollarse y crecer de la mano de las exportaciones, principalmente de carne, trigo, lino y maíz, que eran enviados a esos centros industrializados como materias primas para sus industrias y alimentos para su población.
Pero en la segunda mitad de ese mismo siglo todo pasó a ser historia. Porque la Argentina se durmió en los laureles y, por cuestiones políticas, idealistas, y sucesivos golpes de Estado, pasó a ser un país más en el mundo, aunque (aunque), aún con un vasto territorio, riquezas económicas y naturales y -sobre todo- con un gran pueblo, con sentido de pertenencia y mucho amor propio.
Tierra de grandes deportistas
No vamos a descubrir nada si hablamos de los grandes deportistas que nacieron en estas tierras y deslumbraron al mundo en las diferentes épocas en las que les tocó vivir. Desde el gran Toro de las Pampas Luis Ángel Firpo, pasando por Fangio y Lole Reutemann, Distéfano, Kempes, Locche y Monzón; Vilas, Sabatini, Maradona y Ginóbili, la leona Luciana Aymar y el gigante Del Potro; entre tantos otros, como el genial Lio Messi, que a base de trabajo, esfuerzo y sacrificio, antes del final de su carrera, logró trae la tercera copa, y colocar al país de nuevo en lo más alto del mundo.
Tarea cumplida
No era una tarea fácil, pero sí una cuenta pendiente que tenía “la Pulga” -su piedra en el zapato-, un karma que cargaba porque ya había ganado todo y roto todos los records, pero no podía cerrar su etapa de jugador sin levantar la copa Mundial de la FIFA, la misma que años antes alzaron Daniel Pasarella primero y Diego Armando Maradona después.
Ahora, y como se lo vio decir en la cancha tras el pitazo final del árbitro polaco: “¡Ya está, ya está…!”, mientras caminaba y miraba a su esposa Antonella en uno de los palcos. Había completado su último objetivo.
Sólo le resta disfrutar estos últimos años como jugador y, de paso, regalarle al pueblo argentino (y al mundo) la posibilidad de verlo y disfrutar algo más de esos destellos furibundos de magia interplanetaria con la pelota, ya sea con la casaca de la Selección o del club donde le toque jugar.
La “Scalonetta” y 26 más
Pero hay que ser justos: no fue solo Messi quien nos trajo la Tercera. Hubo un grupo de jugadores y cuerpo técnico que estuvo a la altura para que los planetas se alinearan a favor de nuestro país.
Desde Lionel Scaloni, pasando por el Payasito Aimar, con el Dibu Martínez, Otamendi, Molina, Enzo Fernández, la araña Álvarez, Mac Allister y el “Angelito del gol” Di María; entre otros, que hicieron un Mundial extraordinario para no desentonar con el 10 y lograr así el cometido final.
Un equipo de hombres “argentos” que cuando las piernas ya no daban más, sacaban a relucir la fuerza del corazón para seguir corriendo, marcando y atacando. Ya no sólo por ellos, sino por todo un pueblo que –sabían (o saben)-no la está pasando bien económicamente, que está dividido políticamente, y que para volver a creer, necesitaba una alegría con un mensaje alentador: Que se puede salir adelante como lo hicieron ellos: con trabajo, esfuerzo y sacrificio.
El mérito es de ellos, la alegría es de todos. ¡Feliz Año Nuevo!