Aunque las estadísticas del Gobierno digan que la inflación está bajando, la gente poco cree que sea así ya que cada día, cuando salen a comprar sus alimentos, ven que todo subió de precios. Los tucumanos sienten que la inflación se ubica mucho más arriba de lo que difunde el INDEC, sobre todo en productos sensibles como el pan, la carne, las frutas y verduras. Una medialuna pasó a ser un lujo.
Es que la distancia no sólo encarece la mayoría de los productos de primera necesidad por una cuestión de logística. También incide el escaso alcance que tienen las flojas medidas de control de precios con las que se empecina el gobierno nacional, que desde la época de los cortes populares de carne, nunca llegaron al norte argentino.
Los precios justos, nueva denominación de la estéril ilusión de que el costo de la vida se puede bajar sin medidas económicas de fondo, no son la excepción. Ni los grandes centros de compra, ni -mucho menos- los negocios de cercanía, ofrecen productos que estén bajo ese paraguas cuyo alcance, por efecto de la escasez de oferta, es cada vez más limitado.
En ese contexto, el bolsillo de los tucumanos sufre y se desangra, teniendo que afrontar la suba de la carne, que y se movió hacia arriba, anticipando un salto que, según los actores del sector, pronto tendrá una réplica que alcanzará nada menos que el 30 por ciento.
Con los productos de verdulería sucede algo parecido. Aquí claro, además del incesante incremento de costos, incide la estacionalidad y, sobre todo, las malas condiciones del clima, que encarecieron productos otrora habituales en las mesas tucumanas, hasta convertirlos en casi suntuarios.
Con manzanas y duraznos elevando sus precios hasta casi mil pesos el kilo, como ejemplo, la suba generalizada hace tiempo ya que modificó los hábitos de compra. Hoy es común escuchar en la verdulería del barrio que los clientes compran por unidad antes que por peso, situación que se da incluso con productos de hoja verde como la acelga, que aunque suene increíble, también se vende por hoja.
Nueva modalidad
Esta transformación en la modalidad de consumo se replica en las carnicerías, donde se ha vuelto una costumbre que el cliente lleve lo que puede pagar. Aquí la compra es por pesos, es decir, se pide por ejemplo “700 pesos de carne para milanesa”, y después habrá que hacerla alcanzar.
Y ni hablar de ese escenario, trasladado a las panaderias, que ya anticiparon que el lunes amanecerán con nuevos precios, un 10 por ciento por arriba de los actuales, que en el caso de las especialidades se elevarán hasta un 17 por ciento.
Las medialunas son un lujo
Ante los mostradores hace tiempo que ya no se escuchan frases como “kilo de pan”, “Docena de medialunas” u otras similares. La compra es por unidad, aún cuando en muchos casos se ofrecen descuentos si se lleva, por ejemplo, una docena de tortillas.
La situación de los panaderos se torna complicada, porque a los aumentos de costos en general deben sumar la imposibilidad de conseguir la harina subsidiada, otro de los engendros económicos ideados como herramienta para frenar la inflación que se estrellaron contra la realidad.
Es por eso que desde el sector, junto con el aumento inminente, anunciaron que el porcentaje es menor al que necesitan para equilibrar las cuentas, pero el que consideran prudente para evitar que las ventas sigan cayendo.
Y ahora las clases
El complicado cuadro de situación se agrava cuando se considera la cercanía del comienzo de las clases, uno de esos períodos de consumos estacionales obligatorios que ponen a prueba los extenuados bolsillos de los consumidores.
El cálculo promedio que mide la inversión necesaria para equipar a un chico con lo mínimo necesario para comenzar las clases, promedia los 30 mil pesos, es decir casi el 30 por ciento de lo que cobra un empleado público.
fuente: losprimerostv