Letras de Fuego / Colaboración. Damos la bienvenida y el agradecimiento al escritor salteño Miguel Ángel Salvatierra, por aportar para el deleite de nuestros lectores, su cuento “La leyenda del hombre sin cabeza”.
La leyenda del hombre sin cabeza
Recuerdo una vez… en uno de esos viajes que realizaba por las llanuras chaqueñas… caminando por esos caminos polvorientos y candentes… una de esas, llegue a un pueblecito muy autóctono, donde el tiempo se quedó atrapado en el pasado, los lampiones y las lámparas son las que iluminan en las noches más oscuras… donde los habitantes, cada vez que llega un extraño al pueblo, desde la entrada en la primera casa, las miradas penetrantes de cada uno de los vivientes del lugar… penetran con sus miradas, como si fueran scanner, empiezan a analizarlos desde la punta de los pelos de la corona de la cabeza y terminaba en la planta de los pies.
Pero como en cada uno de los pueblos del campo y este no era la excepción, siempre hay una pequeña pensión que también sirve como bar… y allí me dirigí como todos los visitantes… que en su mayoría llegan a caballo.
Allí yo estaba saciando mi hambre con un buen plato de guiso carrero, muy exquisito cocinado en leña… después de llenar mi panza me quedé dialogando con unos amigos ocasionales que encontré al paso con otros visitantes… y sin darnos cuenta, se pasaron las horas, ya casi teñía la noche.
Uno de los visitantes que estaba en el lugar, tomando unos tragos, muy solitario, en una de las mesas que estaba casi al rincón del lugar… se levantó de su asiento, levantando la mano llamando al mozo, que también hace de cajero, barman, limpieza y en ocasiones hasta de cocinero… y le dice; “la cuenta por favor” entonces el mozo se acerca y le dice; “ya se va… no se vaya por que en estos lados es muy peligroso caminar de noche” el forastero le responde; “como… que tipo de peligro hay en estos montes” el mozo le dice; “al llegar al pueblo, hay un árbol que esta agobiado hacia el camino, como a unos 200 metros de aquí,… todas las noches sale el ¡hombre si cabeza!, así que partir de estas horas ya nadie sale ni llega al pueblo… ¡todos por aquí lo saben!, es por eso que todos se quedan en este lugar hasta el otro día, cuando amanece recién se van… si quiere le puedo acomodar un lugarcito para que descanse” entonce el visitante exclamo; “hombre sin cabeza dijo?… yo no creo en esas tonterías de bultos o brujeria y a mí no me asusta nadie menos un fantasma, yo me voy porque me voy! y nadie me va a atajar” al escuchar estas expresiones del visitante todos los que estaban en el lugar giraron sus cabezas y clavaron sus miradas en el intransigente forastero.
Al otro extremo del pequeño salón, una voz sobresalió y todos los demás se quedaron en silencio. Era otro visitante que se encontraba en el lugar pero que ya sabía del mito y le dice, “che, mi ñaño, te hago. una apuesta de un fardo de vino de 12 botella que no te animas a cruzar por debajo del árbol” el intrépido forastero respondió; “hecho no se diga más”… desde ese instante los demás comensales empezaron a murmurar y comenzaron también a realizar sus propias apuestas mientras caminaban rumbo al lugar donde se podía apreciar a lo lejos el árbol donde se aparece el hombre sin cabeza, ese día el cielo estaba despejado, la luna radiante, en el campo se podía observar claramente todo hasta muy lejos.
Al llegar al lugar y realizar los últimos detalles de la apuesta más otros que también pusieron su aporte a la apuesta y lo encaminaron, todos estaban mirando como el viajero se alejaba del lugar y se acercaba al árbol, pero mientras más se acercaba al árbol empezaba a ver el hombre sin cabeza, que está parado al medio del camino de frente hacia él pero la sombra del árbol no lo deja apreciar muy bien, entonces se para y le busca como distinguirlo mejor, de rato volcaba a mirar donde los otros lo observaban, que lo animaban para que siga adelante, mientras más daba los pasos hacia adelante lo podía ver más claro el bulto del hombre sin cabeza y el miedo ya empezó a penetrar en su mente y su corazón.
Mientras más cerca del árbol estaba, ya lo podía ver mejor el hombre que está parado y se ventea con un objeto de los mosquitos, el miedo más le penetra y las piernas se le empiezan a aflojar y cada paso que da todo el cuerpo comienza a temblar de miedo y voltea la cabeza para donde están los otros mirando, que lo siguen animando que siga caminando, pero él está parado, por un lado, se recuerda de la apuesta que puede perder pero mira para adelante y ve el bulto que sigue parado venteándose tranquilo.
Después de estar parado unos minutos toma la decisión… cierra los ojos respira muy profundo, saca un arma de fuego de su cintura, empieza a correr gritando y pegando tiros al aire diciendo, “de esta vida o de la otra” …
¿Ni saben lo que pasó?…
Después del grito y el sonar de las balas que salían del arma solo se escuchó un tropel que se alejaba del lugar, el hombre sin cabeza desapareció, porque lo que se veía en el lugar era un burro que todas las noches se apostaba en el lugar a dormir y como en el campo existe mucho mosquito se venteaba con su cola para espantar los insectos.
De esta manera termino la historia del hombre sin cabeza en un pequeño poblado en el chaco salteño.
Miguel Ángel Salvatierra
Datos del autor
Miguel Ángel Salvatierra nació en la provincia de Salta. Cursó estudios primarios en una escuela rancho en el Chaco Salteño, a la que concurría luego de caminar por senderos los 7 kilómetros de su domicilio.
Es periodista y escritor. Ha publicado “Historia de la ganadería chaqueña”; “Historia del pueblo de Villamonte Tarija-Bolivia”; e “La historia de los pueblos guaraní en América Latina”.
Próximamente publicará el libro “Misceláneas de ayer y hoy” (cuento y poesía).
En 2014 fue nominado al galardón Padre Martearena, como mejor reportero móvil.
En 2022 fue premiado con la mención especial en el Concurso Internacional sobre la Paz, con el poema “Mi tierra de paz”.