Por Pablo Batalla* / Tendencia marcada. La dupla de Juntos por el Cambio (JxC), integrada por Roberto Sánchez y Germán Alfaro, no logra revertir la tendencia derrotista de haber largado con tanta demora y nadie cree en su unidad atada con alambres.
Juntos no reflejan unidad
En los momentos circunstanciales de la campaña electoral en que los integrantes del binomio de JxC, coinciden en algún acto o actividad proselitista, lejos de transmitir una idea de unión, reflejan la incomodidad de estar cerca.
Sucede que han quedado abiertas muchas heridas, que se produjeron en la larga interna para definir el orden de la fórmula. El intendente capitalino no digiere que el radical concepcionense se haya salido con la suya de encabezar el binomio.
Haciendo un paralelismo con el rally, deporte que lo vio triunfar en el pasado a Roberto Sánchez, éste vendría a ser el piloto, pero un conductor que no confía en su navegante, es más, alguien que quiere asumir ambos roles.
Ni en las declaraciones, ni en los carteles
Pese a que hacen algún esfuerzo por sonreír ante las cámaras, es evidente que no se sienten a gusto, al punto que en las declaraciones televisivas tratan de enviar sus mensajes cada uno por su lado y, si lo hacen juntos, persiste esa incomodidad.
Pero esa sensación no es patrimonio sólo de ellos dos, sino que también los dirigentes que por lo general se colocan detrás “para robar un poco de cámara y posicionamiento”, también tienen gestos adustos.
Hasta los carteles de campaña de San Miguel de Tucumán lo demuestran, cuando la imagen de Sánchez es tapada por árboles frondosos, en tanto que los rostros de Alfaro y de su esposa, Beatriz Ávila, están libres de la interferencia del follaje.
Una ventaja difícil de revertir
A menos de un mes de las elecciones provinciales del 14 de mayo, la distancia que le sacó la fórmula oficial a JxC y el resto de los opositores es importante. A Sánchez se le quema la calculadora porque el alfarismo, camino a perder la intendencia, le resta.
Alfaro se ha transformado, de un socio que traccionaba votos, a un aliado que se parece más a un ancla que a un salvavidas. El electorado no les cree que representan el cambio, tampoco que sus gestiones hayan sido brillantes.
Algún lector de esta columna podría decir que en el oficialismo también hubo una interna dura, antes de que Juan Manzur se fuera como jefe de Gabinete a la Nación, pero de ese desencuentro con Osvaldo Jaldo no quedan ni los rastros.
Del no quiero, no quiero, a una tibieza marcada
Lo catastrófico para el alfarismo y sus aliados será la pérdida de la Intendencia de San Miguel de Tucumán, en donde la senadora Beatriz Ávila, quien había negado en reiteradas oportunidades su intención de candidatearse a la Intendencia, no tracciona.
No se le nota el “fuego sagrado” para disputar un territorio que siempre es clave para pelear con más posibilidades un interior que, en su gran mayoría, tiene el signo del oficialismo provincial.
Del otro lado, la diputada nacional Rossana Chahla, muestra un avance arrollador, con acoples que fortalecen su candidatura y que hacen afirmar, casi como una certeza, que se recuperará el municipio capitalino.
Un reordenamiento que preocupa
Como están dadas las cosas, el gran perdedor si las elecciones fueran hoy, sería el intendente capitalino, con su territorio perdido, una sangría de dirigentes y ningún cargo de representación pública, por lo menos en dos años.
El alejamiento de otros referentes, que volverían al oficialismo, es otra de las preocupaciones de un espacio que se cae a pedazos, un barco que se hunde y cuyos tripulantes, ya con los salvavidas puestos, buscan nuevos barcos.
Sánchez tiene un mejor panorama, porque seguirá siendo diputado nacional y, más allá de la potencial derrota que se preanuncia, en las futuras legislativas nacionales podría reclamar encabezar la lista a senadores.
Todo está por verse, pero hasta el momento, se puede afirmar que no les cree nadie y las urnas se parecen a fantasmas cada vez más cercanos.
*Columnista de Política y Actualidad.
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