El talentoso cantautor habló de su intimidad y del día a día con su pareja, Mayra Deleo.
Nahuel Pennisi tiene un talento descomunal, es un compositor y cantante exquisito. Pero además es dueño de algo difícil de definir en palabras: ángel, carisma, luz, inocencia, pureza. Esta es la historia de alguien que es músico desde siempre, que nació y se crió entre músicos. Y que hoy, los 33 años, tiene una carrera prolífica con premios y nominaciones en Argentina y EEUU.
— Desde que nací. Músico desde la cuna. Mis padres son los dos músicos. Me crié escuchando canciones, melodías. Mi mamá embarazada de mí apoyaba su panza en un piano y tocaba teclas para que yo escuchara las vibraciones. Como diciendo: vamos a transmitirle la música desde antes de que nazca.
— La música es uno de tus sentidos casi.
— Sí. La música es una brújula. Es un respirar. Es un agradecimiento también. Es una forma de poder decir cosas.
— Tus papás tenían una banda de rock.
— Sí, desde muy chiquitos. Hace poquito tiempo cerró el cuento porque mis viejos grabaron su primer disco.
“NO PODÍA CREER CUMPLIRLES UN SUEÑO A MIS VIEJOS, PRODUCIRLES SU PRIMER DISCO.”
— ¿Gracias a vos, a tu fama?
— No sé si mi fama, pero yo también ayudé a conseguir el estudio y a producir la música. Confían en su hijo (risas). Pero más que producir, estuve emocionándome porque yo no podía creer que podía cumplirles el sueño a mis viejos. Lo pueden encontrar en Spotify, la banda se llama El círculo rock. Una emoción tremenda, imaginate.
Nahuel empezó tocando el bajo que le regaló su abuelo. Después vino la guitarra. Pero cuando decidió cantar, no cantó rock.
— Pasó algo con la música folclórica, la música popular, la descubrí por la radio. Yo soy muy fanático de la radio, siempre fue como mi compañera. Escuchaba las noticias. Y empecé a escuchar folclore. Mis viejos nada que ver con el folclore. Y me llevó a la guitarra. Hasta el día de hoy el folclore me acompaña.
““VENÍA ALGUIEN A CASA Y YO LE PREGUNTABA: USTED QUÉ TOCA?”
— Una guitarra que te regalaron.
— Sí, me la regalaron para el Día del Niño cuando tenía 10 años. Una familia de Quilmes, amigos de mis viejos. La conservo. La guitarra me llegó por una desgracia. Me robaron el bajo cuando yo tenía 8, 9 años. Entraron en casa, fue una tristeza terrible. Y tenía que llenar ese vacío con la guitarra. Siempre curioso yo. Cuando escuchaba un instrumento quería ver de qué se trataba. A mi casa iban músicos y siempre había algo para escuchar, algo para tocar. En un momento llegué a pensar de manera inocente que todo el mundo tocaba algún instrumento, porque todos los que iban a casa eran músicos. Entonces venía alguien a casa y le preguntaba ¿y usted qué toca? Y me decía no, yo no toco nada.
— (Risas) Yo soy carnicero.
— Yo soy albañil (risas). Qué lindo ¿no? Pero después dije: claro, hay más gente en este mundo (risas).
— ¡Hay personas que no son músicos! Qué desilusión.
— Claro. Bienvenido al manto de realidad, porque estaba sumergido demasiado en la música.
— Estuviste en un coro con tu mamá.
— Sí, participamos de un coro en la parroquia Santa Lucía en Florencio Varela. Nos juntábamos diez, quince chicos y cada chico tenía que hacer una voz, armábamos las canciones y cantábamos en las misas. Era muy lindo.
“YO NO ESTUDIÉ MÚSICA TEÓRICA, LO QUE ESCUCHABA LO SACABA.”
— El pibe iba al coro a la Iglesia además, solamente hacía música. ¿Cómo aprendiste música? ¿Cómo “leés” música?
— Me ayudó mucho el contacto con músicos. Mis viejos me ayudaban con cosas básicas, pero yo quería indagar más y aparecieron músicos estudiantes que conozco de distintos lugares, fui conociendo amigos. Con ellos aprendí lo que es la teoría musical, cómo se forman los acordes. En realidad no leo música, pero hay un sistema. Para las personas ciegas hay un sistema que se llama musicografía, son las partituras que lee cualquier músico en braille. Yo no estudié música teórica entonces lo que yo tocaba simplemente lo escuchaba y lo sacaba. Ahí fue donde empecé a preguntar ¿y este acorde cómo se llama? ¿Si yo pongo este dedo acá, este dedo acá, cómo es? Los músicos me fueron ayudando y armé el caminito.
— Empezaste a trabajar a los 16 años, a hacer música en la calle.
— Sí, con la guitarra y a capella, sin micrófono. Con un banquito y la funda de la guitarra. A veces me acompañaba mi abuela, a veces estaba solo.
— ¿A dónde ibas?
— Iba a la calle Florida, cerquita de Lavalle, ahí donde está la galería famosa. Me ponía enfrente de la galería y la usaba de eco. La galería es grande entonces cantaba y mi voz retumbaba.
“ME MOTIVÓ TOCAR PARA TODAS LAS CLASES SOCIALES: TURISTAS, TRANSEÚNTES, OFICINISTAS Y GENTE QUE VIVE EN LA CALLE”.
— Sin micrófono, ¿era la única opción?
— Sí, era eso o no era nada. Lo más importante para mí era poder compartir la música con la gente. Después me motivó poder tocar para todas las clases sociales. De repente en la calle encontrás turistas, encontrás transeúntes, gente de oficinas, y gente que vive en la calle. Poder hacer una canción para todos para mí es muy fuerte.
— ¿La gente te hablaba, se acercaba?
— Sí, me decían muchas cosas. De repente alguien me decía: a vos te quedaría bien esta canción, fijate si la podés estudiar, me encantaría escucharla por vos. Yo vengo la semana que viene, vuelvo y a ver si te encuentro. Historias hermosas. Conocí un par de amigos también.
— ¿Tenías hits en la calle, había en tu repertorio alguna canción que sabías que la gente se quedaría escuchando?
— Sí, “Malagueña”, tenías que subir la voz fuerte y aguantar bastante porque es difícil esa canción, la gente en ese momento escuchaba. Malagueeeeeeeee… Me acuerdo que mi rutina en la calle Florida era empezar con un tema de Luciano Pereyra que se llama “Sin testigos” y seguir con un tema de Marco Antonio Solís que se llama “Mi primavera”. Después iba palpando un poco al público. Pero me daba cuenta que cuando llegaba al folclore pasaba algo distinto, no sé si me pasaba a mí o a la gente. Ahí fue cuando decidí que el folclore tenía que ser parte importante de mi camino.
— ¿Qué es lo que más te gustaba del folclore? ¿Los ritmos, las letras de las canciones?
— Me gustaban los paisajes que describían las letras. Me gustaba que las canciones tenían un perfil de mucho compromiso, mucha seriedad. Escuchar, a Mercedes Sosa que elegía canciones muy profundas, cantar Eladia Blázquez, cantar María Elena Walsh, cantar Violeta Parra, Víctor Jara. Gente que decía mucho con sus letras. De chiquito no entendía algunas cosas, pero de más grande fui apreciando que además de la música y el ritmo había un mensaje profundo que no lo encontraba en canciones de otros estilos.
— ¿Cuándo te diste cuenta que tu modo de expresarte llegaba a mucha gente, que no era solamente la gente en la calle? ¿Después del Festival de Cosquín?
— Cosquín fue una puerta muy grande que se me abrió en el 2009 cuando gané ese certamen y aparecí en la televisión por primera vez. Ahí conocí al guitarrista Luis Salinas, que hoy es un amigazo, yo en ese momento lo admiraba tanto. De pronto tenerlo al lado y que él me hablara y me dijera cosas lindas para mí fue impresionante. Ahí sentí realmente que era serio este camino. Era importante. Y que había que seguir descubriendo, seguir aprendiendo, pero también que había que mantener los pies en la tierra. Ser natural. Y eso es lo que trato de hacer hasta ahora.
— ¿Cómo sería “ser natural”?
— No estar pensando tanto en: ojalá que me vaya bien, ojalá que llenemos el teatro, ojalá que a la gente le guste. Mirá si a la gente no le gusta.
— Disfrutarlo.
— Yo trato de disfrutarlo, de tomarlo como si estuviera en el patio de casa pero con mucha más responsabilidad.
“ME DIVERTÍA MUCHO IMAGINARME COSAS QUE NUNCA VI”
— ¿Qué más había además de la música? El desarrollo de los otros sentidos, como suele pasar con quienes no pueden ver, te pintó, me imagino, un mundo muy intenso.
— Sí. El mundo de los aromas. El mundo de los sabores. El mundo de la imaginación. A mí me divertía mucho imaginarme cosas que nunca vi. Por ejemplo…
— ¿Paisajes?
— Paisajes. Cerros. Montañas. Cuando escuchaba las letras, el cerro de los siete colores que está en Purmamarca, en Jujuy, yo decía: ¿cómo serán esos siete colores? ¿Cómo se verán? Jugaba con la imaginación. Cuando fui a Jujuy la primera vez y fuimos al cerro traté de disfrutar a mi manera eso que disfrutan las personas cuando ven ese cerro.
“PARA MI VER NO ES SOLAMENTE MIRAR, ES MÁS”
— Nunca dejaste de hacer nada. Por ejemplo, fuiste y vas a la cancha. ¿A ver el partido? ¿A sentir el partido? ¿Cómo digo?
— Yo trato de normalizar en ese sentido y de hablar siempre de ver, porque para mí ver no es solamente mirar, es más. Ver el partido para mí es compartir una juntada con amigos o ir a la cancha, saltar, festejar los goles. En la radio también escucho los relatos, que son recontra descriptivos. Si escuchás un relato en la tele por ahí no le prestas tanta atención porque estás más concentrado en la imagen. Además los relatos de tele son más espaciados: dicen el nombre del jugador y pasan unos segundos para que vos veas lo que está haciendo. La radio es todo: la lleva por la derecha, mira el panorama, está mirando a uno que está picando por el otro lado. Todo eso es hermoso imaginarlo.
— En la cancha tenés además la presencia y el sonido de los hinchas.
— De los hinchas. La energía. En la cancha lo escucho por la radio y cuando la pelota está llegando al área y me doy cuenta que hay peligro de gol, me gusta apagar la radio, dejarme llevar por lo que va a venir. Ahí la gente se empieza a expresar: dale, pegale, pegale. Uh, la tiró afuera. Uh, que golazo. Todo eso me llega y disfruto. Me encanta.
— ¿Estuviste en los partos de tus hijos?
— En los dos. Con Mateo no pude entrar a la sala de parto, pero estuve ahí al lado. Y con Almita sí, estuve con mi compañera, con mi mujer, y fue uy, qué te puedo decir de los hijos? Lo más hermoso del mundo. Justo volvía de Cosquín así que gracias a Dios me esperaron tanto Mayra como Alma me esperaron para el nacimiento y fue muy emotivo, mientras estaba por nacer estaba de la mano de ella. Y cuando nació, escuchar ese llanto, sentir ese perfumito a bebé. Muy emotivo. Yo lloraba más que ellos, estaba más emocionado que los propios bebés. Es muy fuerte. Admiro mucho y me imagino lo que debe sentir la mujer cuando está por dar a luz. Es un privilegio que tienen las mujeres llevar adelante un embarazo, sentir que el bebé crece.
“YO AMO LO QUE HAGO, LO QUE SOY, LO QUE TENGO Y LO QUE NO TENGO.”
— No te perdés nada. Vivís todas las experiencias. Nada te limita.
— No. Yo amo lo que hago, lo que soy, lo que tengo, lo que no tengo. Y soy un agradecido, siempre pensé en las cosas que sí podía hacer. Porque para mí no tenía tanto sentido pensar en lo que no podía hacer, porque era como atraer esa energía de angustia. Entonces siempre desde el principio pensé en las cosas buenas, en las cosas importantes, en las cosas valiosas. Tuve también unos padres que me dieron mucha libertad, eso creo que es clave fundamental. Y toda esa combinación fue espectacular, aprendí.
— Deberías dictar algunos seminarios, porque la gente no suele ver todo lo que tiene a mano, lo bueno de la vida. Suele ver la falta.
— ¿Sabés que sí? Si hay algo que tiene la música es que transforma todo lo que sentís, entonces quizás un fastidio, un enojo, una tristeza o una melancolía después se vuelve canción. O se vuelve un sonido, o una sensación, entonces esa melancolía pasa a otro plano que es el desahogo, el sacarlo afuera. A veces yo no tengo palabras para decirte: María Laura hoy estoy triste porque… por algo, pero si yo te canto una canción vos percibís eso que me pasa. Por eso digo que la música es mágica.
— En pocos años te hiciste amigos importantes. Estás ahora presentando una canción, “Regresa”, con Luciano Pereyra, vos cantabas sus canciones.
— Totalmente. Poder admirarlo de chico y estar cerquita de grande, imaginate todo lo que significa.
— Y con Abel Pintos, con Luis Salinas, con Ricky Martin, con los grandes.
— De todos los artistas que me tocó compartir me acuerdo de muchos pero siempre me acuerdo de Lali. Porque cuando ella me invitó al Luna Park un par de años atrás, yo nunca había estado en un lugar donde había un público tan joven, había adolescentes. Había gritos todo el tiempo: ¡Lali! Las canciones que canta ella todos las cantaban desde las entrañas. Era escuchar a Lali, escucharme a mí, pero más escuchar al público. Todo eso me conmovió.
— Hablemos de Mayra, de tu mujer. Sé que la primera vez que la invitaste a salir la invitaste a tomar mate. Sin éxito.
— Si. A las dos de la mañana en el parque 9 de Julio de Tucumán, porque no sabía dónde invitarla. ¡Qué desubicado, dos de la mañana! Pasa que al otro día me iba a las diez, no tenía otra opción. Me acuerdo que fue todo muy respetuoso, elegante de ambos lados porque se notaba que había una linda conexión. Yo la conocí trabajando, ella me empezó a acompañar a las notas de prensa. Camino a las uno habla, pregunta cosas. Y en esas charlas se iban dando estos diálogos tan lindos. Uno de mis asistentes tenía su número de teléfono, le quería escribir pero tampoco quería aparecer de una: hola, soy Nahuel. Entonces le dije a mi amigo si le podía preguntar la posibilidad de pasarme su número. Sí, sí, que me escriba, dijo. Entonces le escribí, esa fue la introducción, después ella vino a Buenos Aires a visitarme y a partir de ahí empezó toda la historia.
— Ese día en Tucumán, ¿lograste tomar mate con ella?
— No, me dijo a modo de broma: si vamos al parque a las dos de la mañana estamos complicados (risas).
— Es peligroso ¿no?
— Peligroso. Así que no. Mejor desistimos y quedaron las ganas para el próximo momento. Una historia hermosa. Con muchas emociones. Con muchísimo amor. Después llegó la familia, los hijos. Así que estoy muy agradecido a ella. Fue como un amor mutuo de arranque, creo que los dos sentíamos algo parecido. Los dos nos sentíamos bien y eso fue hermoso.
“ESTO ES AMOR A PRIMERA VISTA, LE DIJE.”
— Bueno, eso es el amor (risas). Me reí mucho cuando me enteré que le dijiste que era un amor a primera vista.
— (Risas) Sí. “Esto es un amor a primera vista”. Al principio ni se reía, pobre. Ahora ya se ríe de cualquier cosa.
— Humor negro.
— Sí. Yo soy así, yo soy de hacer ese tipo de bromas porque me gusta descontracturar. A veces nos toca no saber cómo tratar a una persona, en este caso que no ve o alguien que tiene alguna otra condición y uno se cohíbe, no conoce algunas cosas del trato. Sería re copado que seamos naturales en ese momento. Para descontracturar, voy al baño de alguna casa y en broma le digo: che, se te quemó la lamparita. ¿Pero cómo? Me dice. Te estoy cargando (risas).
— Te vi un par de veces cantando con tu hijo.
— Ay sí, Mateo es una luz. Es como la extensión de mi alma. Él y Almita, los dos. Es tremendo cuando llego de gira, llegan los dos y no sé a quién saludar primero porque es un amor tan grande por cada uno. No es el mismo amor, es un amor distinto pero con el mismo sentimiento. Sé que son amores distintos.
— ¿Por qué?
— Porque Mateo me hace acordar mucho a mí cuando era chiquito por sus arranques, por sus locuras, sus preguntas. Pero cuando me acuerdo que es mi hijo es una debilidad. Y con Alma siento que es de cristal, como frágil, una bebé. La cuido mucho para que no le pase nada. Es tremendo lo que generan los hijos.
— ¿Se pueden tener los mismos juegos compartidos?
— Sí, se puede. Uno va aprendiendo con el tiempo a poder relacionarse y tener distintas actividades que involucren a los dos. La música es una por ejemplo. Mateo capaz que está más grande, hace más preguntas, le gusta inventar letras. Y a Almita le gusta tocar la guitarra, le pega con las manos. La música los llama a los dos.
— Sos el autor de canciones lindísimas, pero hay una que ya pasó a la fama permanente y es “Universo paralelo”. La cantamos todos, la sabemos de memoria. Es como un himno.
— Es una canción que está siempre y me va a acompañar por el resto de mi vida.
— Con esta canción subiste a un nivel superior.
— Sí, fueron el público y ustedes los que me hicieron dar este paso y estoy agradecido por eso. Y a los chicos de La K’onga también porque la versión que hicieron le dio otro aire al tema, una canción que transmitía nostalgia, melancolía, un amor no correspondido con todo lo que significa, el no poder decir que uno quiere a alguien, todo eso se transformó, en gritarlo, en sacarlo de adentro con las entrañas. Cuando escuchabas el ritmo del cuarteto bailabas la canción y era otra cosa.
— Si escuchás Universo paralelo versión cuarteto te pones a bailar. Si escuchás tu propia versión te pones a llorar (risas). De emoción por lo menos. Yo me emociono cada vez que la escucho.
— Sí, a mí me pasa lo mismo. Siempre hay algo distinto para transmitir porque uno no está igual hoy que mañana y que pasado. Y sobre todo el que no está igual es el que la está escuchando.
“MI SUEÑO MAS GRANDE NO ERA HACER UNA CARRERA, ERA TENER UNA FAMILIA.”
— Pensaba en tus papás cuando eras chiquito y vieron que la música era lo que te gustaba, tu facilidad para tocar instrumentos y para cantar, cuando descubrieron tu talento.
— Sí. Mis viejos creo que nunca imaginaron todo esto. En realidad lo que ellos saben es que mi sueño más grande no era hacer una carrera.
— ¿Ah, no?
— Mi sueño más grande era tener una familia. Si ves notas mías de hace 10 años, cuando recién empezaba con la música y todavía no tenía discos, yo hablaba de la familia. Después llegó la música, pasaron un montón de cosas y encima llegó la familia. Es como demasiado ¿no? Y lo más importante es que ese Nahuel de hace tantos años que vivía en Varela cada vez que vuelvo al barrio es el mismo. Saludo a los vecinos, hablo con todo el mundo, vamos a comprar al mercado.
— Nahuel no podés ser tan bueno, tenés que tener un lado con defectos (risas). Caprichos.
— Tengo un montón (risas) Por ejemplo, me cuesta despertarme a la mañana. Soy medio remolón. Excepto cuando hay algo que sé que tengo y me dormí con el chip.
— No es un gran defecto ser remolón.
— No. Soy, ¿sabés qué? Muy ansioso y cuando quiero algo me pongo re hincha hasta que lo logro. Por ejemplo, me gustan mucho los perfumes. Salió un perfume y empieza el operativo hasta que lo puedo tener. ¿Vos lo tenés? ¿Vos lo tenés? Fijate si mañana me lo podés conseguir.
— Hablaste varias veces de los olores, de los perfumes, de los aromas. Nunca de comida. Ese sentido no está tan presente.
— No. No soy tan abierto con las comidas, soy más sencillito. Me gustan las cosas más básicas. No me gustan los condimentos por ejemplo. La mayo. Se sorprenden cuando pido una hamburguesa, la pido con queso y con carne. Y entonces los tipos me dicen: ¿y lechuga, tomate, huevo, jamón? ¿Qué onda? “Quién te enseñó a comer “, me dijo una vez uno (risas).
“EL ASADO TE PONE MÁS FELIZ. EL OLOR, LA BRASA, LA PARRILLA, EL HUMO, YO SIENTO QUE SOY UN POCO MÁS FELIZ”
— Es que no sos rockero (risas).
— Claro. Pero por ejemplo el asado, el ritual del asado, siempre lo hablamos con mi viejo porque él es un re asador. El asado te pone más feliz, el olor a asado, cuando sentís la brasa. Llego a un lugar y siento la parrilla, voy al lado del humo y siento que soy un poco más feliz. Será por el ritual de hacer el asado, de charlar, de tomar algo. Es como el mate pero en otra dimensión.
— Me encantó eso.
— (Risas). Bueno, los vegetarianos no estarán diciendo lo mismo pero bueno. Verduras asadas.
— El asado te pone más feliz.
— El asado te pone más feliz.