“Tata, llevame al hospital”. Eso fue lo último que Enrique Aguinaco (69) escuchó de su nieto Brian, el chico que cuando sus padres se separaron prácticamente vivía en su casa, al que se llevó de vacaciones a todos lados, al que le comentaba cada foto de Facebook con un aliento y el que lo acompañó el fatídico mediodía de Nochebuena hasta la peluquería en el VW Polo Classic. Volvían de allí cuando, en el cruce de Avenida Asamblea y Rivera Indarte, el adolescente recibió un balazo mortal de motochorros que escapaban tras un robo.
Enrique y Brian eran inseparables. El vínculo entre ellos comenzó a construirse no bien su nieto nació, aquel 30 de octubre de 2002. Hijo de Eliana y Fernando Aguinaco, cuando el matrimonio se desarmó el nene siguió viviendo con su mamá, aunque pasaba mucho tiempo en la casa de sus abuelos paternos. “Tenían un apego muy grande, eran muy compañeros”, le dijo a Clarín un allegado a la familia. Los vecinos los recuerdan jugando en la plaza junto a la abuela Alicia y sus primos, y también yendo a visitar a Aida, su bisabuela.
Pero además del cariño por sus abuelos, Brian tenía otros tres amores. Las pequeñas Bianca y Alma, las medias hermanas que le dieron sus padres con sus nueva parejas, y Milena, la hija de novio de su mamá que vive en El Bolsón, quien posteó en Facebook al enterarse de su muerte: “No enano, ¿por qué? Por qué me dejaste, por qué me bajaste los brazos”. Luego, en diálogo con Clarín, lo recordó: “Aunque el ADN no decía que era mi hermano de sangre, mi corazón y mi vida dice que sí. Una parte mía murió con él”. Ellos se conocieron cuando “Bri”, como le decía, tenía cuatro años. Cada vez que lo visitaba en Buenos Aires tenían una cita obligada con la Play Station.
Cuando la Play se apagaba, Brian se sumergía en el mundo de la pelota. “No le gustaba hacer la tarea, le gustaba jugar el fútbol. Era todo para él”, comentaron con una sonrisa quienes más lo extrañarán. Hincha de Boca, jugaba en uno de los equipos del barrio y era delantero. “Bravo pibe. Este grande es mi nieto varón y cómo la mueve”, posteó en alguna oportunidad Enrique en Facebook.
Fue ese abuelo, con el que compartió tantos momentos, el que estaba con él el sábado pasado al mediodía, cuando el balazo del motochorro le dio en el cuello y lo dejó en estado irreversible. Brian luchó por su vida hasta ayer cuando, ya internado en el hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, fue desconectado del respirador artificial.
Fuente: Clarín