Ricardo Caruso Lombardi había anunciado: “Lo van a dormir a San Martín contra Riestra, ojo”. Pero había que esperar a la noche y la noche llegó con divididas siempre a favor del visitante, pocas amarillas contra faltas muy violentas, un córner que no cobró a favor del Santo y, lo peor de todo, una patada de Celiz en la cabeza de Dening sobre el final del primer tiempo.
Patadas, poco juego, polémicas, enojos y objetos arrojados desde la tribuna hacia el campo de juego marcan lo que fue el desarrollo del encuentro. San Martín, siempre manejó las riendas del partido. Riestra hizo su laburo. Se tiró atrás, y sin complicarse, buscaba avanzar en la cancha mediante los pelotazos a los delanteros.
Al Ciruja, si hubo algo que le costó durante los 90’, fue acomodarse a lo que propuso Riestra. Nunca pudo entrar de manera clara. De hecho, las chances más cerca de ser gol, fueron para el Malevo. A los tucumanos les faltó fútbol y presencia en ataque. La línea de cinco utilizada por los visitantes, fue más que positiva.
La lupa de la noche estaba puesta en Ceballos. Un árbitro polémico si lo hay, y que ya condiciona los partidos con tan solo su presencia. Se comió una roja para Céliz, quien le pegó una patada en la cabeza a un rival, intentando despejar la pelota. Más allá de esta jugada, San Martín se agarró por demás con el arbitraje y se fue por completo de la cancha. Irritados, discutiendo, reprocharon buena cantidad de las jugadas en las que Ceballos pitaba.
Lo de Riestra fue digno. Pero las contradicciones de Ceballos para medir jugadas de unos y otros, desconcertaron a todo. Se jugó muy fuerte, se pegó mucho. Y para colmo la gente se salió de sus casillas y paró el partido varias veces revoleando de todo a la cancha.
El juez estuvo a punto de suspenderlo, incluso adicionó 14 minutos que tampoco cumplió. Una noche rarísima en Tucumán. El gran error, se dijo, fue haber designado a Ceballos.