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Fue un estruendo que resonó desde La Bombonera hasta Tucumán, desplegándose por todo el país y el mundo. Muchos no daban crédito de lo que escuchaban por la radio o al leer los titulares de los diarios vespertinos, que todavía eran una costumbre. Boca sufría la más amplia derrota de su historia en su estadio por primera vez, al ser goleado por San Martín de Tucumán por 6-1. El 20 de noviembre de 1988 quedó en la historia.

Por supuesto que sobraron los méritos en el vencedor, nadie podría discutirlo, pero hubo una jugada clave, decisiva para todo el desarrollo posterior. Juan Simón fue siempre no solo un extraordinario defensor, sino un verdadero caballero dentro de la cancha. Sin embargo, fue el protagonista de esa acción de vital importancia para el posterior desarrollo: “Veníamos de perder contra Independiente en Avellaneda, que nos cortó una racha de seis triunfos consecutivos. Supuestamente, ese partido en La Bombonera era el ideal para levantar cabeza, accesible en los papeles. La jugada de la patada la recuerdo perfectamente, porque estaba sacado con Juárez, uno de los marcadores centrales de ellos. Quise dominarla, la adelanté mucho y, de caliente, me tiré con todo, con las dos piernas hacia adelante. Enseguida me di cuenta e, instintivamente, me agarré la cabeza porque pensé que lo había quebrado a Troitiño. Me suspendieron solo por una fecha, por tener buenos antecedentes, aunque me tendrían que haber dado tres o cuatro. Fue una patada descalificadora, que todavía me avergüenza”.

Transcurrían apenas 23 minutos y el árbitro Luis Pasturenzi no dudó en mostrarle la tarjeta roja, que también vio Daniel Musladini, jugador xeneize a préstamo en el cuadro tucumano, por protestar. En teoría, quedaban 10 contra 10, pero Simón era irremplazable en el andamiaje defensivo de ese Boca con gran vocación de ataque. Muchos se miraron en las tribunas, temiendo que algo malo estaba por venir. Nadie pensó que sería tanto…

Tres minutos más tarde, Richard Tavares derribó dentro del área a Antonio Vidal González y el árbitro no titubeó al marcar el claro penal. La responsabilidad la tomó Jorge Orlando López, un trotamundos del fútbol, que había arrancado su carrera en 1976 en Argentinos Juniors, al lado de Diego Maradona, para luego pasar por varios equipos de aquí y el exterior. Su derechazo fuerte, alto y al medio, superó el esfuerzo de Navarro Montoya. Boca se lanzó al ataque, tuvo varias chances concretas en los pies de sus goleadores, Comas, Perazzo y, sobre todo, Graciani, que no pudieron concretar. En el ambiente flotaba el axioma futbolero de la manta corta, porque los visitantes aguantaban y esperaban agazapados, para explotar los espacios defensivos. Como lo advirtió Enrique Macaya Márquez en la transmisión de televisión por ATC: “Marca muy mal Boca, hay demasiadas imprecisiones e inexactitudes en el fondo. Las subidas de Cuciuffo dejan espacio a su espalda para los contragolpes”.

Ese fue un cambio que había llamado la atención en la alineación local, porque José Omar Pastoriza decidió sacar a Luis Abramovich, su tradicional lateral derecho, para poner ese lugar a José Luis Cuciuffo, que era marcador central. En los minutos finales del primer tiempo, San Martin tuvo algunas aproximaciones y a los 44 alcanzó el segundo gol, con una aparición de Unali, el marcador de punta izquierdo, que se desenganchó por su sector y puso el 2-0 con un potente remate bajo. Lejos parecían quedar las palabras de Mauro Viale, el relator de ATC, que en la apertura desde los vestuarios había dicho: “Y como en fútbol realmente algunas teorías se cumplen, Boca puede reaccionar hoy porque tiene enfrente un rival de menor envergadura y esta es la realidad, sin querer ofender a nadie”.

La tapa de Sólo Fútbol con la sorpresa de la jornadaLa tapa de Sólo Fútbol con la sorpresa de la jornada

Walter Perazzo fue uno de los grandes goleadores del fútbol argentino en la década del ‘80. Tras su destacada actuación en San Lorenzo, fue una de las incorporaciones estelares de Boca, que se había reforzado muy bien para esa temporada, ya que junto a él llegaron Fernando Navarro Montoya, Juan Simón, Claudio Marangoni y Carlos Tapia, entre otros. Así nos evocó aquella tarde: “La realidad de ese partido es que durante el desarrollo se sucedieron un montón de situaciones que poco tuvieron que ver con lo que pasaba dentro de la cancha. El comienzo fue parejo, pero con mayor predominio nuestro, hasta que llegaron las expulsiones de Musladini y Simón. Seguimos jugando ofensivamente, generando muchas situaciones de peligro, que no pudimos concretar de manera increíble. Quedamos un poco descompensados y cada contra parecía letal, porque tuvieron una gran efectividad. El trámite del partido no tenía que ver con el resultado: ellos llegaban y hacían los goles”.

El árbitro fue Luis Pasturenzi, un joven de la nueva camada que recién estaba haciendo sus primeras armas en la máxima categoría. Pasados 35 años, recuerda a la perfección todo lo vivido: “Era la primera vez que me habían designado para dirigir en la Bombonera. En la teoría, era un partido que pintaba como accesible para Boca, como para que ganara holgadamente, cosa que en la práctica fue exactamente al revés. Cuando salíamos al campo de juego con los asistentes, decíamos: “Por suerte va a ser una tarde tranquila, porque lo más probable es que Boca goleé”. Lo que ocurrió fue que San Martín tuvo la actuación de su vida, con un Vidal González intratable, autor de tres tantos. Terminó 6-1, pero el score pudo ser mucho más amplio, porque cada contragolpe era medio gol”

El entretiempo debía obrar en dirección de la calma y el replanteo de Boca para el segundo tiempo. Pero nada de eso ocurrió, porque siguió acelerado, desacoplado y, para colmo, en la primera llegada, a los 2 minutos, San Martín marcó el tercero con un remate de Antonio Vidal González, que dio en el pecho de Navarro Montoya y le volvió al delantero que definió cruzado. Tras un primer tiempo con escasa participación, iba a ser la gran figura, no solo del complemento, sino de aquella tarde. A los 57 se fue solo por la izquierda y al pisar el área definió suave para el 4-0 y 7 minutos más tarde completó su faena gloriosa con un furibundo derechazo que se clavó en el ángulo, cuando Boca ya estaba con 9 por la expulsión de Fabián Carrizo, uno de sus futbolistas más descontrolados en ese cotejo.

Antonio Vidal González llegó a San Martin al comenzar la temporada, con sus buenos antecedentes como delantero rápido y goleador. Había sido la figura y el máximo artillero de Guaraní Antonio Franco, que descendió del Nacional B, pero la dirigencia del club tucumano y el entrenador Nelson Chabay, repararon en él. No le resultó fácil ganarse un lugar entre los titulares, a tal extremo que estuvo a punto de hacer las valijas y regresar a su provincia, al plantearle al técnico sus ganas de jugar. Unos días antes de enfrentar a Boca, José Campos se lesionó ante River y allí escuchó las palabras del DT: “Tanto que querías entrar, el domingo vas de arranque en la Bombonera”.

González no era un desconocido para Boca. El domingo 21 de abril de 1985, cuando estaba en Guaraní Antonio Franco, lo enfrentó en un amistoso en la ciudad de Misiones, que terminó siendo una fecha legendaria para el club, ya que se impuso por el sorpresivo score de 6-0 y el delantero fue el autor de 4 goles. La historia estaba a punto de repetirse: “Fue uno de los partidos más importantes de toda mi carrera. Esos tres goles en 17 minutos significaron muchísimo, ya que aquel fue mi primer partido como titular en San Martín. Haber marcado tres tantos en esa circunstancia y a un gigante como Boca en su cancha, no tiene precio. Mientras íbamos convirtiendo, no nos dábamos cuenta de lo que estábamos consiguiendo, ni siquiera cuando terminó el partido. Incluso hoy, lo veo a la distancia y me cuesta creerlo. San Martín fue de lo más importante en mi trayectoria, porque me hizo conocido en el fútbol argentino y posibilitó que trascendiera fronteras”.

Un partido ideal para Boca

El partido ideal en la mente del hincha de Boca, para volver a soñar, era una pesadilla, a la que todavía le quedaban 25 minutos. Desordenado, con un hombre menos, pero con gran amor propio, fue para adelante, en busca de poder descontar. La tarde se iba a poniendo a tono con la realidad de Boca, cada vez más gris y oscura, que llevó a Mauro Viale a reclamar en su relato: “Hay que adivinar a los jugadores acá. ¿Qué cuesta encender una luz?”. El hincha daba su propio espectáculo, alentando sin parar como si el marcador fuera inverso. A 10 del final, llegó el grito más grande, con el descuento en los pies de Perazzo: “Mi gol llegó cuando ya perdíamos 5-0, fue una anécdota que nos dio una mínima esperanza, que duró muy poco. Pero realmente ahí, en ese partido y en esas circunstancias, comprobé lo que es la gente de Boca. Ni un solo insulto, ni un reproche, solo aliento sin parar. Y lo que me quedó grabado fue que cuando convertí, lo gritaron de una manera impresionante, como si fuésemos ganando nosotros. Allí terminé de darme cuenta de lo que es esa hinchada, que apoya en todo momento”. En esa dirección va también la evocación de Simón: “Recuerdo lo que fue la gente esa tarde, una cosa increíble. Perdíamos 6-1 y no paraban de gritar. Mejor dicho: lo hacían cada vez más fuerte”. En el minuto final, llegó el sexto y definitivo, el que puso la chapa histórica, en los pies de Dante Unali, que, en casi 350 partidos en Primera División, solo marcó 6 goles y 2 de ellos fueron en esa tarde.

El Gráfico puso en valor en su tapa la victoriaEl Gráfico puso en valor en su tapa la victoria.

Luis Pasturenzi sigue vinculado con pasión al arbitraje, ya que desde 1994 está dedicado a la docencia, dando clase en distintas escuelas, como la de la Asociación Argentina de Árbitros, la de técnicos y la de instructores. También como veedor en diversas categorías. Aquella tarde de hace 35 años fue un momento importante en su carrera, por la trascendencia del cotejo, con ese resultado inesperado: “El hecho que haya perdido Boca de esa manera, dirigiéndolo un árbitro nuevo, en el mundo del fútbol es muy común asociar ese tipo de cosas, del estilo: “Con este referí nos va mal, con este nos va bien”. Esas cuestiones de cábalas, que han existido siempre, y siguen estando. Quizás hay que vincular a eso el hecho que haya tardado mucho tiempo en volver a dirigir a Boca, después de ese resultado adverso, porque en el plano futbolístico, la superioridad de San Martin fue total y no recibí ningún tipo de reproche con respecto a mi tarea, que no fue polémica ni objetada. Por añadidura me significó que toda vez que me tocaba dirigir al cuadro tucumano, tenía como un plus a favor. Incluso en su estadio, que todos sabemos que es muy difícil, con público hostil que genera presión, pero en mi caso, jamás tuve un problema. Con el paso de los años, la única alegría es que mi hijo mayor, que ahora tiene 40 años, era muy chiquito y todavía no estaba pendiente de Boca, porque con el tiempo se hizo hincha fanático y no le hubiese gustado nada que su padre dirija un 6-1 en contra en la Bombonera”.

Más allá del impacto trascedente, San Martín no lo pudo capitalizar con continuidad, peleando hasta el final del certamen con el promedio y finalmente descendió junto a Deportivo Armenio. Para Boca, el golpe fue durísimo, como lo recuerda Juan Simón: “A los tres días volvimos a perder de locales, contra Platense. La cosa se estaba poniendo difícil y el Pato Pastoriza nos encerró en el predio de Setia durante un mes, porque faltaban seis o siete fechas y habíamos quedado tan lejos del objetivo, que era terminar entre los dos primeros para ir a la Copa Libertadores. De ahí en adelante no perdimos más y logramos la clasificación en la última fecha”.

Fue una tarde inolvidable en el ámbito deportivo, no solo por este encuentro, sino porque en Caballito se disputó un choque que ingresó en el libro de los récords del fútbol nacional. La AFA había dispuesto para ese torneo, que los partidos que terminaran igualados, otorgasen un punto más en definición por penales. Argentinos y Racing ejecutaron nada menos que 44, con algunos futbolistas que remataron en 3 ocasiones. Fue triunfo de los Bichitos por 20 a 19. Al mismo tiempo, Gabriela Sabatini se consagraba por primera vez campeona del Masters en la ciudad de Nueva York, con un detalle interesante. Cuando los hinchas que estaban en las canchas, con sus radios portátiles pegadas a los oídos, escucharon la noticia, brotó instintivamente un aplauso cerrado en reconocimiento a quien ya era, con 18 años, un símbolo de nuestro deporte.

Antonio Vidal González fue el "verdugo de Boca"Antonio Vidal González fue el “verdugo de Boca”

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