Espectáculos / Comentario / Por Manuel Ernesto Rivas*. Ojalá suba a escena pronto la comedia “¿Quién dijo que el amor duele?”, escrita y dirigida por Fabio Alberto Ruiz, que se presentó este viernes próximo pasado en la Sala San Miguel Arcángel.
La difícil tarea de hacer reír en tiempos difíciles
Reír ante los precios y la inflación imperante es cosa de locos, pero lo es más dedicarse a tratar de dibujar una sonrisa en la gente en tiempos tan duros. Afortunadamente los locos del teatro independiente siempre existieron y existirán.
Es el caso de la obra “¿Quién dijo que el amor duele?”, escrita, dirigida y actuada por Fabio Alberto Ruiz, junto a Sergio García Romero, Silvia Quiroga, Stella Maris Quiroga, Mirta Monge, Onofre Galván, Victoria Suárez, Silvana Racedo.
La comedia subió a escena el viernes en la Sala San Miguel Arcángel con una importante cantidad de público, al que los actores les despertaron risas -por demás positivas y terapéuticas- y aplausos en varios de los pasajes de la obra.
Un argumento simple, universal y eficaz
¿Cuáles son las herramientas de las que se valió el autor? Lo simple y lo cotidiano relacionado con el sentimiento más sublime del ser humano: el amor. ¿En qué lugar? En una peluquería es en donde transcurren las acciones.
La dueña de la peluquería, Maru (Mirta Monge), es desconfiada con respecto al amor. Sobre ella gira toda la trama, porque quienes la rodean, sus empleados, Juampi (Onofre Galván) y Lara (Silvia Racedo), junto a las clientas, buscan que ella cambie de actitud.
El confeso amor que siente por ella Pepe Piropos (Fabio Alberto Ruiz), moviliza a los empleados y a las clientas la top model Rebeca (Stella Maris Quiroga), doña Rosario (Silvia Quiroga) y la viuda Ramona (Victoria Suárez).
Situaciones que generan risa
Pese a que las decepciones son momentos tristes, los personajes cuentan su situación respecto a cuestiones amorosas. La soledad, en unos; los abusivos y vividores en otros; el miedo a sufrir y la desconfianza se conjugan con pasajes hilarantes.
El vendedor de flores, Agustín, interpretado por Sergio García Romero, es el pretexto para demostrar otro tipo de amor, que no es el de pareja, pero que es de toda humanidad de parte de la propietaria de la peluquería.
Los personajes están bien logrados y la continuidad en escena les daría más fuerza aún. El soporte técnico y la música, toda propia, según señaló el director en el saludo final, le dan una circularidad perfecta a la misión de generar la risa.
Un final a todo aplauso
Sin incurrir en el desacierto de develar el final, el aplauso de los presentes fue el principal termómetro para medir el color que le dio su autor a una obra que incursiona en lo más profundo del sentimiento humano.
Cómo no identificarse con esta historia, que puede encontrarse a la vuelta de casa, en el barrio, en cualquier lugar que nos resulta harto conocido y nos genera empatía. Quién no ha sufrido por amor, o no guarda el recuerdo de emociones vividas.
En resumen, una obra muy recomendable que ojalá suba a escena en algún momento y se mantenga en el tiempo, para que no sea solo esa importante cantidad de público que estuvo en la sala la que se quede con el disfrute de la risa.
*Fundador y director de Diario Cuarto Poder. Profesor de Letras e Historia, periodista y escritor.