Un escándalo envuelve al concejal Agustín Romano Norri, quien está denunciado por una mujer por acoso. Las repercusiones de un caso que genera repudio.
En los últimos tiempos, las expresiones de la ex mandataria argentina Cristina Kirchner son inspiradoras para aquellos que se dedican a la confección de remeras impresas. En la última escucha que trascendió, en la que le transmitía al ex director de la Agencia Federal de Inteligencia, Oscar Parrilli, su negativa a concurrir al PJ en donde habían elegido presidente al gobernador sanjuanino José Luis Gioja, y expresaba: “que se suturen el orto”, quizás la mandataria nunca imaginó que estaría dando una idea a los dueños de bares en nuestra provincia. Resulta que muchos de los empresarios gastronómicos supusieron que serían de gran utilidad estos carteles ante la potencial llegada del concejal y presidente del interbloque oficialista de la municipalidad capitalina, Agustín Romano Norri. ¿Qué es lo que potencia este uso, que nada tiene que ver con el contexto en el que se pronunció la frase? El escándalo generado por la denuncia de manoseo formulada por la moza de un bar de la zona norte de la ciudad.
Una trabajadora del sector se desempeñaba en sus tareas habituales al servir las mesas en un bar ubicado frente a la plaza Urquiza. Un lugar que suele estar lleno de comensales y en donde, muchas veces, se puede dar rienda suelta a la alegría del encuentro con amigos, seres queridos o parientes. Sin embargo, el edil en cuestión, al parecer demasiado exitado por su reencuentro con los compañeros de su promoción, se excedió con la mujer, quien lo acusó vía denuncia policial de haberla manoseado. Quizás la cuestión pudo haber sido accidental, si se supone que el lugar estaba lleno de gente; pero cometer el error en dos oportunidades quita todo argumento de hecho fortuito. En la segunda oportunidad, la mujer argumenta que estaba sirviendo en otras mesas, luego de haber puesto en conocimiento la situación del encargado. Tras esta reincidencia, el concejal fue invitado a retirarse.
Hay contradicciones en las explicaciones que da Romano Norri en torno al incidente. “Estuve en el bar con un grupo de amigos del secundario ese viernes (por el 3 de febrero). Tuve una discusión con la moza por una cuestión de la atención, quizás estuve mal. Tuve una manifestación con ella, y se ha sentido ofendida. Se malinterpretó. Después me comuniqué con ella por teléfono para pedirle disculpas. Me dijo que estaba bien y que se acabó el asunto. Cinco días después del día en que estaba en el bar, y un día después de que la llamara para disculparme, fue a hacer la denuncia en la comisaría”, sostiene en su defensa el edil, quien pese a haber pedido disculpas, sostiene que el hecho denunciado (el manoseo) no existió y advierte que accionará hasta las últimas consecuencias en caso de que la supuesta víctima ratifique las acusaciones.
Luego, como si se tratara de un guionista de Spielberg, ensaya una conspiración política en torno a este hecho, como si sus adversarios o enemigos de banderías le hubieran puesto en la situación escandalosa en la que se encuentra. Aún dejando de lado el supuesto abuso de tocar a la moza, la discusión también se configura en violencia de género y maltrato que, primero por su condición de mujer, y segundo por su rol de trabajadora, es inaceptable para un funcionario del rango y la importancia que Romano Norri reviste.
Sería bueno saber la postura que tendrán respecto a este tipo de situaciones las mujeres que conforman el espacio del Acuerdo para el Bicentenario (ApB), quienes no se manifestaron públicamente sobre la cuestión, pero que tienen posturas firmes en torno a la violencia de género, un problema que preocupa a la sociedad en su conjunto.
La polémica está planteada y, casi sin quererlo, la expresión de Cristina –en su estilo particular- se cuela en un acto que involucra al joven radical, que seguramente tendrá que tomar nota de esta lección que le ha dado el desborde de un encuentro con sus pares de los tiempos de estudiante.