Jorge Guerrero no puede pagar la prótesis de 80 mil pesos que necesita para las secuelas en su columna. Desde el Municipio de Yerba Buena no lo asistieron pese a la negligencia en cuanto a no atender cuatro reclamos vecinales por el peligroso árbol que le cayó encima.

Jorge Adrián Guerrero nunca olvidará su paso aquella fatídica mañana por la avenida Solano Vera, cuando un enorme eucalipto lo golpeó. Justamente ese gigantesco árbol fue el que le quitó la vida a un niño, cuyo apellido coincidía con el suyo. Sin embargo, los dolores físicos que acarrea este changarín hasta el día de hoy, no son tan fuertes como la indiferencia que sufre por parte de la Municipalidad de Yerba Buena, la misma que hizo oídos sordos a cuatro advertencias de una vecina sobre la peligrosidad del árbol que terminó desatando una tragedia con su caída.
Guerrero, quien esa mañana de llovizna, se desplazaba en su moto para ir a ver un trabajo, de los ocasionales que realizaba, necesita de una prótesis para recuperar dos vértebras de su columna que, junto con un homóplato, sufrieron las consecuencias del golpe de una de las fuertes ramas del eucalipto. El costo de esa prótesis es de $ 80.000 y el hombre, que no está en condiciones de trabajar ni tiene obra social, no puede afrontarlo de ninguna manera.
En diálogo con su esposa, Silvina Ibarra, Diario Cuarto Poder, pudo conocer que el gobierno yerbabuenense envió una asistente social en una oportunidad y luego acercó la propuesta de asistirlo con una ayuda de $ 2000 por mes durante un semestre. El argumento para tan exigua ayuda fue que el municipio no cuenta con recursos necesarios para ayudarlo. Una suma muy lejana a la invertida por Mariano Campero en el subsidio a un condenado por violación de su propia hija ($20 mil) o en las adjudicaciones directas que viene realizando y que son producto no sólo de críticas sino de presentaciones judiciales.
Las prioridades de la actual gestión de la “Ciudad Jardín” no pasan por subsanar los errores cometidos, según se desprende de este tipo de acciones.
En lo que hace a la caída de este peligroso ejemplar, la premura de la gestión de “Camperito” fue la de evitar que la familia del menor fallecido llevara el reclamo a planos más expuestos, tanto en los medios de comunicación como en las oficinas tribunalicias. Sin embargo, no se puso el mismo énfasis en resolver la situación de los heridos, tanto del transportista como de este trabajador informal que era el sostén de su familia. Pero lo que molesta más no es la desidia de la gestión camperista, sino también la soberbia, al expresar a la familia del hombre afectado que “hagan lo que quieran”, en alusión a una queja judicial o ante los medios de comunicación. Esa no es la respuesta de funcionarios que tienen la responsabilidad de velar por el bienestar de todos los vecinos. Otra decepción que se suma a la de muchos de los vecinos que veían en Campero la encarnación del cambio y que comprobaron amargamente, que representa más de lo mismo.

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