Una mujer de 57 años estaba parada a metros de un Boeing 737 en Maho Beach, en la isla caribeña de Sint Maarten. Trató de resistir la fuerza del aire expedido por las turbinas, pero no pudo.
La isla de Sint Maarten, que pertenece de forma compartida a Francia y a los Países Bajos, es tan pequeña que apenas hay lugar para que entre un aeropuerto internacional. Por eso, la pista principal del Princesa Juliana comienza a escasos metros del mar y está pegada a una playa.
Todos los días, cientos de turistas se acercan a la diminuta Maho Beach para vivir una experiencia extrema: quedarse parados detrás de un avión que está a punto de despegar. El desafío es resistir las fortísimas ráfagas de aire que expiden las turbinas.
Los menos arriesgados aguardan en la orilla del mar, de modo que la única consecuencia de caerse es mojarse. Pero otros, más inconscientes, se toman de las rejas que delimitan el aeropuerto y tratan de aferrarse a ellas con todas sus fuerzas. El problema es que detrás de ellos no hay agua ni arena, sino pavimento.
Una neozelandesa de 57 años estaba allí este miércoles junto a su familia. El torbellino que despidió el Boeing 737 que partía rumbo a Trinidad fue tan grande que la turista se soltó, cayó al suelo y se golpeó la cabeza contra una barrera de contención. Tras pasar algunas horas internada en el hospital de la isla, murió.
Años atrás se conoció un video protagonizado por una joven (ver arriba). Le pasó exactamente lo mismo, sólo que tuvo más suerte y sobrevivió.
“Me encontré con la familia de la fallecida. Reconocieron que lo que hicieron estuvo mal, porque las señales que advierten el peligro de estar ahí son muy claras. Lamentaban que el riesgo que tomaron haya terminado de la peor manera posible”, contó Rolando Brison, director de la Agencia de Turismo de Sint Maarten.
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