Di María, Messi, Dybala, Icardi y Lautaro Acosta o Rigoni conducirán los ataques de la Argentina en el Centenario, una apuesta audaz.
o se lo puede acusar de tibio a Jorge Sampaoli. Ni en las palabras ni en las intenciones. “Me juego todo. Estos partidos son determinantes”, dispara el hombre que todavía ni debutó por los puntos. La Argentina está en apuros y elige la audacia para desactivar las alarmas. Políticamente incorrecto, el entrenador toma riesgos. Trae a Mauro Icardi y le da la Nº 9 de Higuaín, que se queda en Europa. Agüero esperará en el banco contra Uruguay y Mascherano todavía no sabe si estará entre los titulares, un escenario irreal hace algunos meses. Más allá del trazo fino del dibujo táctico, Sampaoli propondrá atacar con cinco delanteros en el Centenario. Intrépido. Podría decir que un empate en Montevideo es un buen resultado, pero otra vez prefiere jugar a las líneas: “Sólo ganar nos dejará conformes”, se exige.
Llegó a la selección para desafiar las tendencias, sacudir el mobiliario y quitarle al equipo los miedos que Edgardo Bauza le sembró en plenas eliminatorias. Siente que si lo consigue, las cuestiones importantes habrán atrapado la deuda urgente: ir a Rusia. Otra electricidad recorre a la selección. Sampaoli repite tres palabras en el contacto con la prensa: someter, agredir, imponer.
Tres puestos están en discusión. El compañero de Biglia para el pivote central, con Pizarro con ventaja sobre Paredes. El volante por la derecha, ¿Lautaro Acosta o Rigoni? Y el zaguero central, ¿Fazio o Mascherano? Con los primeros probó por la mañana, a los segundos los utilizó por la tarde. Obsesivo, en los últimos días ha consumido hasta nueve horas de imágenes en video. “Cien veces ya he vivenciado este partido”, confió el técnico hace un mes. Cuentan que va por mil repeticiones. Donde no hay dudas es en el ataque: Messi, Icardi y Dybala, el nuevo tridente, con la obligación de potenciarse. Con la responsabilidad de que la suma sea mucho más que las partes y las lucecitas de neón titilen en la misma dirección.
La selección ya cayó en cuatro partidos camino a Rusia: Ecuador, Paraguay, Brasil y Bolivia. No tendría que perder más, claro. Un traspié en Montevideo obligaría a ganar las tres fechas restantes, advirtió Sampaoli. No sería imprescindible una cosecha perfecta, alcanzaría con menos. Pero más allá de la calculadora, el entrenador le teme el escenario emocional. “El paso por las cuatro fechas va a generar diferentes estados de forma y de ánimo, que puede llevarnos a la ansiedad, la desesperación y la locura”, advirtió Sampaoli sin ponerse a resguardo de nada.
La presencia de Mascherano está en duda, una situación impensada para el Jefe de los 136 partidos que acecha el eterno récord de Javier Zanetti (145). Sampaoli imagina dos momentos del clásico: que Uruguay martille con el juego aéreo y que la iniciativa de la Argentina la obligue a defender en espacios grandes. Necesitaría de los centímetros de Fazio y del anticipo de Mascherano, pero debe optar por uno. Claro que sobrevuela un insondable, vital en estos duelos: el carácter. “Hay que saber jugar estos momentos. Uruguay siempre se mantiene vivo en un partido”, alertó el técnico. En la zaga de tres defensores, el carácter de Mercado y Otamendi son piezas indiscutidas. Porque en la libreta del entrenador, el temple siempre aparece con resaltador.
¿Y Luis Suárez? Claro que también influye en la alineación de la Argentina. Uruguay sin él perdería al mejor, aunque para el Maestro Tabárez esa valoración quizá recaiga en Godín. Pero esa es otra historia. Los charrúas confían en contar con el goleador de Barcelona. El médico de la selección celeste, Alberto Pan, ayer subrayó que está en carrera: “A Suárez no lo descartaría jamás. Si se entrena de forma completa mañana (por hoy) va a estar en condiciones de jugar. Hicimos un trabajo un poco diferenciado, trabajamos musculación y fisioterapia. Y en la segunda parte se integró con el resto del grupo”. No cruzó el océano Atlántico sólo para acompañar al plantel, quiere jugar Suárez.
Comenzar el clásico del Río de la Plata afuera de la clasificación directa para el Mundial no cambiará la partitura de la Argentina. Nada de tibieza. Ganarle a Uruguay obsesiona a Sampaoli, que no sólo calcula los beneficios numéricos que traería la victoria, sino que se entusiasma con el derrame emocional. Está convencido de que el orgullo por las cosas bien hechas desata una fuerte energía motivadora. “Es lindo estar cerca de lo que de lejos se admira”, dijo al llegar el rockero Sampaoli tomándole prestadas las palabras a don José Larralde. Ya adentro, quiere dejar una huella. Asume riesgos y exige valentía. Con el potencial que gobierna, se impuso no optar por lo más sencillo.
Fuente: La Nación