Ubicados en un lugar paradisíaco a 40 kilómetros de Auckland, Waiheke United AFC subió seis categorías en cuatro años y ya está en la segunda división de la mano de 32 argentinos.

¿Acaso existe el fútbol en lo que en el imaginario le llamamos paraíso? ¿Cómo será la experiencia de navegar fin de semana de por medio en barco para ir a practicar el deporte más popular del mundo? Los escenarios invitan a soñar: en la isla de Waiheke, en cualquier lugar en el que una persona se sitúe, podrá elevar su vista y observar el mar. Todo en un marco fascinante, en el medio de viñedos y montañas, a 40 kilómetros de Auckland. A este maravilloso lugar de apenas 8.000 habitantes y 92 kilómetros cuadrados lo colonizaron una gran cantidad de argentinos que llegaron hasta aquí en busca de cumplir algunos sueños: armar la mochila, tomar un avión, disfrutar nuevas experiencias, trabajar, aprender idiomas, compartir otra cultura. Y claro, siempre con una pelota en la cabeza. Lo consiguieron en el Waiheke United AFC y no sólo eso: en apenas cuatro años pasaron de disputar la séptima categoría a lograr el ascenso en agosto último a la NFRL 1, algo así como una Primera B Nacional en la Argentina. Es decir, seis promociones consecutivas. Algo así como ser jugadores semi-profesionales en un abrir y cerrar de ojos.

Los objetivos de tres amigos de Olivos fueron tomando forma a fines de 2013. El vuelo los depositó en Auckland. Desde ahí un ferry, que en 35 minutos los dejó en Waiheke. Nunca imaginaron que, con el tiempo, ese mismo barco sería abordado semana tras semana con bombos y banderas cuando a su equipo le tocaba ser visitante. En el verano de 2014 surgieron las ganas de despuntar el vicio y golpearon una puerta. “Nos fuimos sumando a los picaditos del club”, cuenta a LA NACION Facundo Calvo, uno de los pioneros de esta aventura. De tanto insistir, un día se toparon con una cancha de fútbol entre los valles de la isla. Con él, sus amigos del colegio, Alan Llunes y Pedro Gatica. “Quédense, quédense”, fue el pedido en forma de ruego de Nick Saunders, quien hasta hoy es el entrenador del equipo. El boca a boca, Facebook, las diferentes redes sociales, fotos, videos y el rumor comenzó a expandirse: primero ocho argentinos, después 15, más tarde 25 y este último año 32. Con este último número, Waiheke se transformó en la institución que concentra la mayor cantidad de futbolistas albicelestes en el mundo.

El club, fundado en 1988, creció de tal manera que se sumaron las chicas, comenzó el fútbol femenino y el registro trepó a 40 argentinos. A tal punto que fue reconocido por la FIFA y los hombres en cuestión tuvieron que pedir los transfers a la AFA para presentarlos ante la máxima entidad. “¡Un delirio!”, coinciden con una sonrisa quienes en la Argentina nunca fueron futbolistas profesionales. “Tenemos espíritu competitivo, nos gusta salir a ganar, algo que no siempre pasa en un país con una cultura futbolística totalmente diferente” apunta Claudio Amad, quien además jugó en varios elencos neozelandeses.

Desde mayo del 2013 el equipo no pierde en la isla, en un reducto al que sus protagonistas denominaron “El impenetrable de Onetangui”, aunque el nombre verdadero es Onetangui Sports Park. Los protagonistas remarcan el año pasado como un punto de inflexión y se sumaron futbolistas de España, Italia, Francia, Chile, Uruguay, Japón, Sudáfrica e Inglaterra. La página AXEM, que año tras año realiza un censo de futbolistas argentinos por el mundo, les da difusión permanentemente. “En 2016 reclutamos muy buenos jugadores y comenzamos períodos de pruebas. Presentamos tres equipos e incluimos divisiones juveniles”, detalla Calvo. El efecto fue inmediato y con estos elementos el comité de la institución se movió con celeridad para conseguir sponsors.

En Nueva Zelanda las temporadas de fútbol son de seis meses, divididas entre invierno y verano. El tema de los visados suele ser un impedimento en un país con fuertes restricciones laborales. Santiago Gauna, uno de los capitanes del equipo en 2016, regresó a la Argentina para aplicar y así obtener un permiso de trabajo. “El nivel de juego subió cada vez más. Yo había jugado toda mi vida al futsal y acá tuve mi primera experiencia en cancha de 11. Trabajo como jardinero y eso me deja cansado para entrenar pero a su vez lo disfruto mucho”, cuenta. De parte del club no obtienen salarios con lo cual deben protegerse de posibles lesiones porque los empleos semanales son ¨muy físicos y hay que cuidarlos”, agrega. De hecho, para registrarse en el Waiheke, cada jugador debe abonar 250 dólares neozelandeses. Las ocho o nueve horas de trabajo diario son capitalizadas por varios de los protagonistas como un “doble turno de entrenamiento”, argumentan. “Yo soy empleado en un criadero de ostras. El grupo q tenemos es increíble, es una familia, nos ayudamos entre todos. En el club es todo a pulmón y por amor, acá nadie cobra nada”, detalla Bruno Burgos.

Desde mayo del 2013 el equipo no pierde en la isla, en un reducto al que sus protagonistas denominaron “El impenetrable de Onetangui”
En busca de nuevas aventuras, buena parte de los protagonistas de esta historia dejaron sus ocupaciones en la Argentina. Mariano Ramírez trabajaba en una compañía de computadoras y con su esposa, odontóloga ella, decidieron darle un nuevo rumbo a sus vidas. “Empezamos jugando como un equipito pero a medida que vas ascendiendo de categoría la cabeza empieza a cambiarte”, explica quien hoy se emplea en jardinería. El recambio de futbolistas es permanente. “Para mí este fue el último torneo, es momento de dar lugar a otros chicos que van llegando a Waiheke”, añade Ramírez sonriendo.

En un país que respira rugby en cada uno de sus rincones, a los lugareños les resulta llamativo ver a un grupo bullicioso que se hace notar con sus cantos, bombos y banderas: “La banda del Pipazo”, se hacen llamar. De local, de visitante, en el barco, siempre presentes con el color rojo de su camiseta. “Para ellos es fuerte, no están acostumbrados y somos un poco ruidosos. Pero con el tiempo lo fueron entendiendo porque es parte de nuestra cultura”, explican. Ramírez lo recuerda con lujo de detalles: “En 2015 teníamos dos hinchas. Dos locos que nos miraban desde la colina. Después fueron 10, 15 y en 2017 había más de 200 personas”. En este torneo, frente a Fencibles, el clásico rival y campeón de la competencia, recibieron a 500 espectadores.Para este año el club mejoró sus estructuras. Por el crecimiento en cuanto a simpatizantes construyeron una tribuna en lo que ellos denominan la colina.

La isla es seleccionada en cada verano por magnates y estrellas musicales que llegan para disfrutar sus vacaciones. Lady Gaga, por caso, suele hospedarse en un exclusivo reducto por el que suele abonarse más de 10.000 dólares neozelandeses por una estadía de tres noches. Lejos de los lujos viven los argentinos, que en su mayoría trabajan en la construcción, restaurantes y jardinería. Al ser un destino que con la llegada del calor puede albergar a más de 60.000 visitantes, el crecimiento de la isla es sostenido. Los sueldos, que oscilan los 500 dólares semanales, alcanzan para vivir cómodamente y ahorrar otro poco.

La actualidad de Waiheke despertó el interés de los principales medios de comunicación de Nueva Zelanda, que en las últimas semanas se trasladaron a la isla para conocer más del equipo. “Nos estamos dando a conocer cada vez más, en lo últimos partidos vinieron TV Three y TV One, los dos canales más grandes de este país”, cuenta Llunes.

En medio de la competencia del Rugby Championship y el furor por los All Blacks, por estos días en Nueva Zelanda también se habla de fútbol, un deporte que lejos está de figurar entre las preferencias de los locales. Los All Whites esperan rival en el repechaje y hoy sería nada menos que la Argentina. Y piensan en la magia de Lionel Messi, principalmente los residentes en Waiheke. “Parece egoísta, pero nosotros queremos que la Argentina termine en el quinto puesto así podemos ir a verlos acá. Total, después vamos a ganar y terminaremos clasificando igual”.

Fuente: Canchallena

Comments

Comentarios