De todas las variables que despegaron en 2017, por lejos la más notable fue la evolución del crédito. En noviembre se registró un nuevo récord en el otorgamiento de préstamos hipotecarios, que llegaron a $ 9.300 millones, un aumento de casi 10% respecto al mes anterior. El stock ya creció 91% en doce meses. Pero sumadas todas las líneas crediticias que otorgan los bancos en pesos y en dólares el aumento es del 50%, es decir el doble de la inflación.
Semejante envión permitió recuperar el terreno perdido de 2016 en materia de financiamiento. Pero además posibilitó que las familias complementen su poder adquisitivo, ya que los préstamos personales también crecen a tasas chinas del 60%, reemplazando en parte el financiamiento más caro con tarjeta. El boom de hipotecarios derramó en real estate y empieza a notarse más inversión privada para construcción gracias a la reaparición de la demanda.
La expansión del crédito explica por lo menos en parte la aceleración de la economía en la segunda mitad del 2017. Los números de la actividad sorprendieron a muchos y también ayudaron al Gobierno a ganar las elecciones legislativas. En octubre la actividad creció a un ritmo cercano al 5,5% interanual, un número que no se repetirá en los próximos tiempos.
Pero el círculo virtuoso a partir de la expansión del crédito estaría llegando a su límite.Por lo menos en lo que respecta a las magnitudes que se observaron a lo largo de este año. El principal motivo es el más obvio: los bancos se empiezan a quedar sin dinero líquido para seguir prestando al ritmo que lo vienen haciendo. El motivo es que los plazos fijos apenas suben 20% interanual, por debajo de la inflación y mucho menos que la mitad del crédito. En el reciente informe monetario mensual que divulgó el Banco Central reconoce que la liquidez como porcentaje de los depósitos pasó de 45% en mayo a 38,5% el mes pasado. Pero si se descuentan las inversiones en Lebac y Nobac, ya está por abajo del 18%. En otras palabras, la masa prestable que le queda a los bancos está cayendo en picada.
Algunos bancos ya realizaron emisiones de deuda en el mercado local para salir a conseguir un poco más de fondos frescos y evitar que se frene la expansión del crédito. También deberán pagar más caro para captar plazos fijos. Con el correr de los meses las tasas deberían acercarse a lo que hoy paga el Central por las Lebac. La brecha aún es demasiado grande: 22% contra 30%. De este panorama se infiere que los bancos ajustarán inevitablemente por cantidad (volviéndose más cautos a la hora de prestar) o por precio (elevando las tasas de interés). Posiblemente ambos fenómenos se den en simultáneo, lo que naturalmente debería achicar la demanda.
Pero nada es casualidad. La política monetaria restrictiva debería tener como consecuencia justamente el fenómeno que se empieza a visualizar: un empinamiento de las tasas de interés y menor disponibilidad de crédito. Al menos eso es lo que busca cualquier banco central del mundo cuando decide llevar adelante un enfoque monetario más duro.
El otro componente clave es la voracidad de fondos por parte del Estado para hacer frente al déficit fiscal. La primera víctima de esta situación es el Banco Nación, que este año ha liderado con absoluta comodidad el otorgamiento de préstamos hipotecarios, con $ 25.000 millones (es más del 35% del total del sistema).
Sin embargo, el Presupuesto 2018 dispone que $ 20.000 millones de utilidades acumuladas irán a parar directamente al Tesoro, lo que le resta capacidad prestable. Y esta semana, el Gobierno le colocará un bono por otros $ 30.000 millones para financiar el rojo de fin de año.
El presidente de la institución, Javier González Fraga, reconoció que la institución naturalmente deberá aflojar su política crediticia: “Este año aumentamos nuestro stock de préstamos un 70%, empezamos en 120.000 millones de pesos y vamos a terminar en más de 200.000 millones. El año que viene tendríamos que seguir creciendo, pero calculo que al 30%”.
El principal banco público ya anunció un incremento de las tasas de hipotecarios desde 3,5% más 5,5% con ajuste UVA. Y la mayoría de los bancos hará lo mismo en las próximas semanas. Se estima que la tasa subirá en el mercado hasta 9% ó 10% anual más UVA. Este encarecimiento es la única manera que tendrán los bancos para tratar de descargar esas hipotecas para que sean adquiridas por otros inversores. Si no son exitosos en esa tarea, el boom hipotecario tendrá patas cortas.
El Gobierno justifica además que el Nación ceda algo de su protagonismo. “La idea es que sean los bancos privados los que tomen la posta luego de que el Estado marcara el camino a lo largo de 2017. Muchas entidades vinieron retrasadas este año porque no tenían conformado un departamento hipotecario, pero ahora ya lo han hecho y están creciendo en el mercado”, explica Leandro Cuccioli, secretario de Servicios Financieros.
Pero la necesidad de fondos por parte del Estado ante la persistencia del déficit fiscal también impactará en el resto de la cadena crediticia. Por ejemplo, esta semana el ministerio de Finanzas anunció la primera emisión de Letes en pesos por $ 40.000 millones. Se trata de títulos de corto plazo que serán colocados entre las aseguradoras y otros inversores institucionales. De esta manera, financiamiento que podría volcarse al sector privado para proyectos de corto o mediano plazo terminan derivándose al Estado. Y habrá varias emisiones más de estas características a lo largo del 2018.
Para las PYME el panorama tampoco es muy alentador. A partir de enero ya no estará vigente la línea de financiamiento productivo, que obligaba a los bancos a prestarle a las empresas más chicas a tasas subsidiadas del 17%. Como consecuencia, financiar capital de trabajo será mucho más caro y las tasas no bajarían del 25% aún cuando se trata de cheques de empresas de primera línea.
El espacio para que el crédito continúe con una fuerte expansión es, sin embargo, muy grande. La Argentina es el país que tiene el tamaño del sistema financiero más chico de la región. El financiamiento al sector privado no representa ni siquiera el 15% del PBI, cuando en la mayoría de los países de la región supera el 50%, aún con tamaños de economía mucho menores.
El problema pasa, sin embargo, por las dificultades para atraer fondeo. La gente prefiere seguir comprando dólares y ahora más aprovechando el atraso cambiario. No se siente seducida por las tasas que pagan los bancos y el impuesto a la renta financiera como mínimo tampoco juega a favor para atraer a los ahorristas.
Lo que suceda con el mercado marcará en buena medida el ritmo que tomará la economía en 2018. No sólo porque representa una variable clave para fomentar el consumo y mejorar el ingreso disponible de las familias, sino también por el impulso a la inversión, en particular del sector PYME.