Douglas Greenwood siempre será recordado como un héroe. Un héroe que no pudo ser anónimo por la trascendencia que tuvo su papel durante el peor atentado en la historia de los Estados Unidos: 11-S, el día que el mundo tal como lo conocíamos cambió.
Oficial del Departamento de Policía de Nueva York, Greenwood fue el primero en llegar a la dramática y confusa escena de guerra luego de que a las 8.46 AM de ese 11 de septiembre de 2001 el vuelo 11 de American Airlines impactara contra la Torre Norte del World Trade Center. A las 9.02 AM, el vuelo 175 de United Airlines se introduce en la Sur.
Pero desde entonces, luego de inspirar gases, humo y polvo durante la interminable evacuación de heridos en esa jornada infame, Greenwood fue diagnosticado -tiempo después- con cáncer de pulmón. En consecuencia, abandonó la Policía -la que hasta entonces había sido su familia y lo siguió siendo pese al retiro- dos años después del ataque terrorista.
Su salud continuaba deteriorada, pero en lugar de dejarse vencer, el héroe ya conocido en la ciudad, decidió emprender un nuevo proyecto. Esta vez, siguiendo los genes italianos maternos, decidió montar una pizzería, que se convirtió en una de las más concurridas de la ciudad: Bleecker Street Pizza, la mejor de la ciudad, de acuerdo a los entendidos.
De inmediato, el restaurant -situada en la intersección de la 69 Avenue South, Bleecker Street y la 7ma Avenida- cobró notoriedad y fue un punto obligado para los amantes de este tipo de comidas y punto de reunión de miembros del Departamento de Policía de Nueva York, sus antiguos compañeros.
Sin embargo, mientras su negocio crecía, Greenwood -de 61 años- continuaba luchando contra la enfermedad en sus pulmones que lo mantenía en jaque. Operaciones tras operaciones, una salud cada vez más delicada, la obligación de tener que dormir por la noche con un tanque de oxígeno, todo durante 10 interminables años… el héroe del 11-S comenzó a buscar alguna alternativa que pusiera fin a tanto dolor.
Finalmente, el pasado martes por la noche, tomó una decisión drástica: apuntó a su pecho y apretó el gatillo. Y murió en el instante. Lo hizo en la entrada del Greenlawn Park, cerca de su vivienda en el Condado de Suffolk.
Para sus más allegados no fue una sorpresa. El reconocido fotógrafo Kevin McCormick, muy amigo suyo, contó que esa idea circulaba la cabeza de Greenwood desde hacía mucho tiempo. “Hablaba acerca de dispararse como algo inevitable. Él decía que si no había más calidad de vida, lo haría. Sabía que el tiempo se aproximaba“, indicó.
Greenwood lideró el primero equipo de policías que llegó a la escena devastada de las Torres Gemelas. “Dirigiría la escena, pero también hizo un gran trabajo: todo el mundo intervino. Todos buscaban en la escena cuerpos, partes de cuerpos. Pudo quedarse en el automóvil. Pero estaba allí. Y le costó su salud, como a muchos otros oficiales. Hicieron un trabajo heroico“, recordó Ralph Friedman, detective retirado que fue su compañero durante 25 años en la fuerza.
Greenwood nunca se casó ni tuvo hijos. Su vida había sido dedicada a la Policía, hasta que su salud se lo permitió. Luego, a su pasión por la pizza. Hasta que él mismo decidió cuándo poner fin a su historia.