Diciembre de 2017. El ex secretario Legal y Técnico de la Presidencia durante el kirchnerismo, Carlos Zannini, es llevado por dos guardias al Hospital Central Penitenciario de la cárcel de Ezeiza. En el camino se cruza con un preso.
-Ladrón, acá la vas a pasar peor que una rata. Ojalá no vuelva a cruzarte, basura –le dice el preso. Uno de los guardas tuvo que interceder, y el interno dejó de hablar. Zannini, detenido por el presunto encubrimiento del atentado a la AMIA, no bajó la mirada en ningún momento.
Allegados del ex candidato a vicepresidente del kirchnerismo desmintieron el episodio y voceros del Servicio Penitenciario Federal no tienen registro de ese hecho.
Pero tres detenidos en el Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza Nº 1, que aloja a más de 2200 internos, confirmaron el cruce a Infobae.
-Yo escuché que a Zannini le gritaron de todo. El algo común acá. Un ex compañero se cruzó con Ricardo Jaime en sanidad y también le cantó las cuarenta. Le preguntó si iba a devolver toda la que se había robado, y el tipo miró para otro lado. Yo no me crucé con ninguno de ellos y no creo que me cruce.
Eso dice Martín Lanatta a Infobae. El ideólogo de la triple fuga de la cárcel General Alvear cumple condena perpetua en el módulo 3 H por el triple crimen de Sebastián Forza, Leopoldo Bina y Damián Ferrón, ocurrido el 13 de agosto de 2008.
El odio de los presos contra los detenidos por delitos de corrupción es uno de los secretos ocultos en los módulos de la cárcel de Ezeiza. En la jerga tumbera los llaman “los guante blanco”, porque cometieron delitos millonarios sin ensuciarse.
“El objetivo es impedir el encuentro de detenidos conflictivos o violentos con los internos recién llegados. La situación está controlada y la convivencia es pacífica”, dice una fuente del Servicio Penitenciario Federal.
El penal se inauguró en 1999. Los primeros internos fueron alojados en 2000. Tiene seis módulos, más un área que funciona como hospital y un sector de ingreso.
“Las cosas cambiaron. Antes, en la jerga tumbera lo peor eran los transas, los violines, los canas y los asesinos de mujeres. Ahora se le sumó otra categoría que es repudiada por los muchachos de los pabellones: es la de los políticos ladrones”, cuenta Luis Valor, alias el Gordo Valor, el célebre asaltante de bancos y blindados que lideró la superbanda.
El ladrón, que está detenido en la cárcel de Urdampilleta por intentar robar un country, dice que parte del odio de los detenidos por esa nueva clase de preso se debe a una cuestión casi ideológica y de privilegios. “Hay que pensar que hay muchos ladrones de gallinas purgando condena. Y estos tipos robaron fortunas y no iban en cana, ahora la cosa cambió”, analiza Valor.
A casi 40 kilómetros del Obelisco, la cárcel de Ezeiza alberga a imputados por secuestros, narcotráfico, falsificación, entre otros delitos federales.
Según la página oficial del Servicio Penitenciario Federal, se dividen en cinco pabellones: “Pabellones A, B y C, con capacidad de alojamiento individual de 15 celdas, alberga internos homosexuales; Pabellones C y D, con capacidad de alojamiento individual de 15 celdas, alberga internos primarios y aquellos alcanzados por el Sistema de Intervención para la Reducción de Corruptibilidad. Los imputados por delitos de corrupción están en el módulo 6. En Ezeiza están Lázaro Báez, Amado Boudou, José López, Ricardo Jaime y Carlos Zanini, entre otros.
Sala de visitas del pabellón de ingreso de la cárcel de Ezeiza. Un temible pistolero experto en secuestros extorsivos le confiesa a un compañero de confianza una obsesión que le quita el sueño.
– Antes que un plan para fugarme, haría uno para que me trasladen al pabellón del ricachón.
– ¿Lázaro? –le preguntó su compañero.
– Sí, quién va a ser. Alto bondi sería. Si me trasladan cerca del Lázaro ese, le comería la cabeza. En un mes me quedo con todos los botines ocultos que tiene en todo el país.
Pero el preso siguió en otro pabellón. Lázaro está en el 6.
Desde el 6 de abril de 2016, día en que fue detenido y trasladado a Ezeiza, el empresario kirchnerista y su fortuna se convirtieron en una especie de objetos de deseo de algunos presos que fantasean con acceder a una parte de su patrimonio, que –según calcula el Tribunal de Tasación de la Nación (TTN)– es de $ 2.250 millones.
La llegada de los empresarios y funcionarios detenidos por casos de corrupción en el kirchnerismo entusiasma a los presos que no tienen nada que ver con la política. Tal como contó a este medio en exclusiva Leonardo Mercado Impa, el jefe de la banda del millón -los delincuentes enmascarados, con armas y uniformes que denunciaron en un video zona liberada-, el objetivo de él y sus cómplices era ir por los millones que José López, el ex funcionario K que planeaba ocultar en un convento de General Rodríguez.
“En Ezeiza no quieren que te cruces con los políticos o empresarios. Es como pasa con los violines y los canas. No los mezclan con el resto de la población carcelaria. Una vez me crucé en un traslado con el sindicalista Omar Suárez, el Caballo. Es grandote, iba rodeado de custodios. Dice que tenía toda la guita”, cuenta Mercado.
La abogada Analía Fangano, que suele recorrer los penales de Ezeiza y Marcos Paz, donde están los detenidos por casos de corrupción, opina: “La idea es que la convivencia entre ambos grupos sea pacífica, por eso buscan que no se crucen. A lo sumo pueden verse en algún análisis de rutina en el Hospital Penitenciario. Analizan los perfiles psicológicos para evitar roces e intercambios verbales. Lo mismo pasa entre detenidos que son familiares o compañeros de causa: los ubican en distintos pabellones”.
“Ahora los presos corruptos nos sacan protagonismo, me gustaría cruzarme con (Amado) Boudou para pedirle unos pesitos, ¿algo debe tener, no?”, bromea Silvio Canciani, detenido en Ezeiza por robo calificado.
“A Lázaro y a los otros empresarios y funcionarios acusados de corrupción no los vi nunca. Ni siquiera me llegan comentarios. No creo que tengan ningún beneficio. Acá se abre la celda a las 7, para todos. Para que te higienices. Sólo pasas cuatro horas en el salón de uso común. Tenés la posibilidad de hacer talleres”, cuenta Cristian Lanatta, también preso en Ezeiza como su hermano Martín. Está en el módulo 4.
Sin embargo, según Giselle Robles, ex abogada de Leonardo Fariña –que estuvo detenido en Ezeiza- “los pabellones son compartidos con presos comunes, pero la diferencia es que los selecciones por buen comportamiento, por eso no hay incidentes en la convivencia”.
Los familiares de los presos detenidos por casos de corrupción no tienen privilegios. El trámite para las visitas incluye la presentación de un certificado de antecedentes penales, certificado de domicilio, dos fotos carnet y fotocopias de DNI. Para llegar a la sala de visitas hay que sortear una sucesión de esperas y largas colas. La primera, en la puerta de Ezeiza, lleva dos horas. Las otras esperas son para registrarse, mostrar el carnet y el DNI, dejar las pertenencias, pasar los objetos que se le llevan al detenido por la requisa, pasar por un escáner como el de los aeropuertos, superar un detector de metales, dejar las huellas de los diez dedos, esperar a la combi que lleva a los pabellones, esperar en el pabellón, esperar al preso. Después de dos horas de visita, hay que atravesar las mismas esperas pero en el camino de vuelta. Acaso la mayor espera es cuando se llevan alimentos. Los guardias rompen budines, huelen la yerba como si fueran sabuesos aplicados. La visita tampoco puede llevar ropa similar o que tenga el mismo color que las fuerzas de seguridad: quedan afuera el verde, el negro, el gris, el azul marino (azul Francia está permitido), el marrón claro.
Una vez, la esposa de Lázaro se quejó porque no pudo entrar manzanas y naranjas para su marido. “Es para evitar que los internos hagan el pajarito con esas frutas fermentadas”, le explicó un guardia. Ni ella ni su marido, que llegó a construir una bodega donde se presume había una bóveda, no tenían ni idea de lo que significaba el pajarito. A Lázaro, amante de los vinos caros, jamás se le habría ocurrido probar el trago con alcohol que preparan los presos.
fuente: infobae