¿Sabés a cuánto cerró el dólar hoy?” La pregunta se la hacen a un argentino que está sentado en la arena clara de Praia dos Ingleses, con el mar enfrente, los restos de una caipirinha al lado y, alrededor, la alegría brasileña: música, reposeras y queijo asado. Todo, con los morros verdes detrás. Muy lejos del Banco Central.
Esta duda atacó a los turistas que, después de haber calculado cuánto salía pagar hospedaje, nafta y comida en reales; de pronto tuvieron que recalcular los precios con la “devaluación” de diciembre. El desconcierto no duró mucho: aun con el dólar más alto, Florianópolis sigue siendo barato para los argentinos.
La solución más sencilla para los cálculos del veraneante es actualizar el valor “redondeado” de cambio, por el que se multiplica mentalmente cada precio en reales. Con un dólar de $ 17,9, la moneda brasileña costaba cerca de $ 5,5. Ahora, con uno que llega a los $ 19, promedia los $ 6.
Las cuentas siguen dando buenas noticias. Una caipirinha en los balnearios del Norte de la isla va de 8 a 10 reales ($ 48 a $ 60). Un agua de coco, igual. Los licuados están a 10 reales ($ 60). Un choclo con manteca, 5 ($ 30). En estos “tentempiés playeros”, la diferencia con los precios de la Costa argentina se hace notar. Son entre un 25 % y un 60 % más bajos.
Una infaltable, la cerveza gelada, en un puestito sobre la arena sale 5 reales ($ 30). En el supermercado, de 2 a 3 ($ 12 a $ 18). Una isca de peixe (bocaditos de pescado rebosados) para compartir, 40 reales ($ 240) en un parador de la playa.
Todo depende del gusto y el bolsillo, pero un matrimonio con dos hijos puede sentarse almorzar por 140 reales ($ 840) en un parador mirando el mar en las playas Ingleses o Canasvieiras. En los tenedores libres del centro, hay opciones por persona desde los 22 reales ($ 132). Para los chicos, la mitad. “Este es el tercer año que venimos y vimos que los precios en reales más o menos se mantuvieron. Si salimos a comer, gastamos entre los dos 50 o 60 reales ($ 300 a $ 360). En Argentina, nos sale mucho más”, cuentan Emmanuel Cáceres (21) y Anabella Monfardini (22), que llegaron en micro desde Corrientes. “El hospedaje también fue barato: pagamos 150 reales ($ 900) por un departamento en Ingleses”, agregan.
Sentarse a cenar pescado o mariscos se dispara a más. Pero los brasileños encontraron una forma de enganchar a los argentinos: promocionan porciones para compartir, que van de los 69 a los 110 reales (de $ 414 a $ 660). Es que aunque está barato, Brasil quedó lejos del “deme dos”. Y volvió lo que el comerciante brasileño llama “el argentino llorón”. Es el que regatea, pide precio y, sobre todo, se queja. Un vendedor que se encarga de atraer gente al interior de un restaurante de mariscos lo describe así, en portuñol: “O argentino chora si é caro, chora si é barato. Y si se lo regalan, tambén”. Pero a pesar de los chistes, en los negocios aclaran algo: quieren cuidar nuestro turismo. Y si hay que dar ofertas, lo harán. El motivo es claro: de los dos millones de extranjeros que esperan recibir en la isla de Florianópolis esta temporada, apuestan a que el 75% sea argentino.
“Comer está barato, pero no tanto como años anteriores”, coinciden Miguel Sepúlveda y Marcelo Cucci, que vinieron con sus familias desde el partido bonaerense de San Martín. “De hospedaje, alquilamos una casa para seis personas por 400 reales ($ 2.400) con estacionamiento”, detallan.
Para los que están por llegar al sur de Brasil y todavía no saben qué moneda traer, no hay dudas: aun tras la devaluación, lo que más conviene es viajar con dólares y cambiarlos en Canasvieiras. Los locales manejan el mismo precio que los trocadores de la calle: 3,25 reales por dólar. Así, si uno compró la moneda estadounidense a $ 19, el real queda a $ 5,84. Pagando con débito se llega un número similar. Con tarjeta de crédito, en cambio, el valor queda atado al precio del dólar el día del cierre mensual. Ir con pesos es lo que menos resulta. En Canasvieiras dan un real cada $ 6,66. En el aeropuerto de Florianópolis, el precio es peor: uno cada $ 7.
fuente. clarín