Por Manuel Rivas, enviado especial a Iquique
El papa Francisco tuvo un gesto que lo pinta de cuerpo entero. Hizo detener el Papamovil para asistir a la carabinera chilena Ana Belén Aguilera, quien cayó de su caballo al paso del Santo Padre.
Francisco hizo detener de inmediato el vehículo para asistir en persona a la mujer, que resultó con politraumatismos.
Muchos de los presentes se conmovieron hasta las lágrimas. Se elogió mucho la humildad de Francisco y su generosidad por los pobres, los enfermos, ancianos, pueblos originarios, mujeres privadas de la libertad e inmigrantes.
El protagonismo de los jóvenes no se dejó de lado porque constituye un sello personal del Santo Padre.
Las vacaciones, los lugares elegidos y el sistema de inscripción de los concurrentes pueden ser algunas de las razones de la menor concurrencia. Sin embargo, el balance en Iquique ha sido positivo, según la opinión de los organizadores. Es que hoy el papa Francisco ofició su tercera misa en la Playa Lobito, muy cerca de Iquique y pese a que los organizadores esperaban la asistencia de unas 300 mil personas, se calcula que solo 90 mil escucharon la misa en la playa Lobito.
El fervor y las lágrimas de chilenos, argentinos, peruanos, bolivianos, venezolanos, colombianos y paraguayos fueron un denominador común, un elemento de unión que va más allá de los prejuicios y viejos rencores. Quizás ese haya sido el mejor mensaje de Francisco.
Diario Cuarto Poder