Ese viernes, Francisco “Chicho” Rodríguez entró al casino de Mendoza solo. Tenía 80 años, era jubilado y viudo, y hacía más de una década que iba a apostar y a pasar el tiempo en las máquinas tragamonedas. Estaba anocheciendo cuando puso un billete de 50 pesos en su preferida: “Carrera de caballos”. Diez segundos después, la máquina encendió las luces, una sirena empezó a sonar y la pantalla indicó que había ganado más de 760.000 pesos. Francisco se emocionó pero la emoción duró poco: los empleados que se acercaron le dijeron que había ocurrido un error técnico y que no podían pagarle.
Fue el 9 de mayo de 2014 y el caso hizo ruido en la ciudad mendocina de Godoy Cruz, donde todavía vive el anciano. “Chicho” había sido canillita desde los 10 años y muchos vecinos conocían su leyenda: había repartido los primeros diarios en 1944, el día posterior al terremoto que destrozó a la provincia de San Juan. Era un hombre grande pero seguía haciendo el reparto en bicicleta y de madrugada y, como era presidente de una Unión Vecinal, el año anterior al conflicto con el casino había sido distinguido por el Concejo Deliberante de la Municipalidad local como “Vecino Honorable”.
Cuando comenzó el juicio contra el Instituto de Juegos y Casinos de la Provincia de Mendoza y el gobierno provincial, quedó en evidencia que la historia estaba impregnada de dudas. Según la defensa de “Chicho”, él puso el billete, la máquina encendió las luces y comenzó a sonar, él presionó “cobrar” y en la pantalla apareció la indicación “cobro manual” (por caja).
Del otro lado, aseguran que puso el dinero pero nunca llegó a apostar, que no hubo un golpe de suerte sino una falla técnica en la tragamonedas. Sostienen que, por esos 50 pesos, la máquina debía darle 200 créditos para apostar pero le dio 3.000.000 de créditos (de 0,25 centavos cada uno). Dicen, palabras más palabras menos, que se hizo el vivo: que el anciano, “perfecto conocedor del sistema de apuestas”, “se aprovechó del error”.
Según se describe en el fallo de primera instancia, para el Instituto Provincial de juegos y casinos, el hombre “con gran astucia y sin jugar o apostar (…) percatado de la situación anómala que le informaba la máquina, intentó sacar provecho de la mismay pulsó directamente el botón de “cobro” para que el personal del Casino se constituyera en el lugar y le pagara lo que la misma le había acreditado por error antes de jugar, haciendo toda una puesta en escena y escándalo”.
“Si la máquina se desompuso no es culpa mía. Yo puse mi plata, empezó a funcionar y tiró el premio”, dice Francisco Rodríguez, que ahora tiene 84 años, a Infobae. Es que, del otro lado, argumentaron que se trataba de un caso de “enriquecimiento sin causa”, es decir, alguien que, conociendo cómo funcionaba el sistema de apuestas, pretendía “sacar partido y cobrar un abultadísimo monto de dinero”, mayor al premio máximo que daba esa máquina e imposible de conseguir tan pocos segundos.
Como no había cámaras en el lugar en que sucedió todo y la pericia a la máquina no logró probar el error técnico, la Justicia le dio razón al jugador. Argumentaron que el Jefe de sala no había visto ningún cartel que indicara que había habido un fallo y tampoco los dos apostadores que jugaban al lado de el anciano y que salieron de testigos.
Lo que hicieron, entonces, fue aplicar la Ley de Defensa del Consumidor que dice que, en caso de duda, debe prevalecer la norma más favorable al consumidor. Por eso, en el fallo de primera instancia, ordenaron que se le paguen los 760.119 pesos más los intereses. Pero hubo más: los magistrados consideraron que, como el anciano se había ilusionado, le habían provocado un “daño moral”.
“Si tomamos en cuenta que (el demandante) es jubilado y que a la fecha del hecho tenía 80 años, la falsa expectativa de recibir como premio una importante suma de dinero que hubiese significado un beneficio y un cambio significativo en su vida, ha generado en él un menoscabo espiritual”, dice el fallo. Por eso, ordenaron que le pagaran otros 60.000 pesos más intereses. La suma final supera el millón de pesos.
Lo que siguió fue la apelación, que la Cámara de Apelaciones rechazó en diciembre. El casino tiene, hasta febrero, la última oportunidad en la Corte Suprema de Justicia provincial. Si no apelan, la sentencia quedará firme y “Chicho” tendrá que cobrar.
“El tema es que siguen pasando los días y la angustia crece, por mi edad. Mi idea era ayudar a mis nietos, que son 8, y pasarme a una obra social privada, porque el PAMI demora mucho en dar los turnos”, cierra el hombre. “Quería vivir mejor, porque vivo con los 5.000 pesos de la jubilación y ya no puedo seguir con el reparto de diarios porque me caí de la bicicleta. Tengo fe, pero me da miedo: así de lentas como son las cosas tengo miedo de morirme antes de cobrar”.