Por Manuel Ernesto Rivas. El fanatismo que expresan los “macristas” en redes sociales, medios de comunicación y cuanta vía uno se puede imaginar, con el solo fin de criticar al Papa Francisco, marca la peligrosidad con la que asoman posiciones enfrentadas que nada tienen que ver con la fe.
Material para la distracción de la gente no falta en la continua estrategia mediática diseñada por el gurú y asesor político del presidente, Jaime Durán Barba. Tomársela contra el Santo Padre busca profundizar la denominada “grieta” de la que tanto se habla. De la “revolución de la alegría”, que venía de la mano de los globos amarillos, se pasó al odio visceral contra el Pontífice, argumentando que no viene a nuestro país por el enfrentamiento y encono que tiene hacia el presidente Mauricio Macri.
Para ello se multiplicaron las imágenes de Francisco con funcionarios “kirchneristas” y con la propia Cristina Kirchner, como si el Papa no hubiera recibido también a Macri. Si vamos al caso, tampoco vino durante la gestión anterior.
Sin embargo, las críticas no sólo provienen de nuestro país. En Chile, el Santo Padre fue recibido con frialdad, en la mayoría de los casos y los ataques orbitaron sobre el excesivo gasto que generaba su visita y sobre los casos de abusos, sin poner demasiado énfasis en la profundidad de los mensajes que dejó en territorio trasandino.
Sin embargo, Diario Cuarto Poder, único medio tucumano que cubrió la visita del Papa en el Norte chileno, específicamente en Iquique, pudo observar como los duros chilenos derramaban lágrimas ante la grandeza de este argentino.
¿Cómo contrarresta las críticas el Papa? Simplemente con gestos. Casó a una pareja en el avión que lo trasladaba a Iquique y detuvo el Papamóvil al percatarse de que una “carabinera”, Ana Belén Aguilera, había caído de su caballo. Se acercó a ella y se cercioró de que estuviera bien antes de continuar con una recorrida que emocionó más a los chilenos, argentinos, bolivianos, peruanos y de distintas nacionalidades presentes, porque esa actitud inicial del recorrido ya se había conocido, a través de las redes sociales que generan una sensación de simultaneidad única.
Otro de los gestos que tuvo en Perú fue saludar a una anciana de 99 años, privada de la vista, que quería tocar su “manito”. No sólo pudo cumplir el deseo la señora, sino que recibió el cariñoso saludo de Francisco.
Con este y otros gestos que siempre sorprenden a la prensa, es triste que los medios argentinos acreditados en Chile sólo hayan buscado costados críticos para dejar mal parado al Santo Padre, como si fueran francotiradores enviados para ensombrecer la imagen luminosa de quien alguna vez fue la cabeza de la Iglesia argentina.
El mismo cardenal Jorge Bergoglio, quien nunca fue recibido por la ex presidente Cristina de Kirchner, tuvo la grandeza de perdonarla y de recibirla en el Vaticano. Justamente es la falta de grandeza de quienes desde un “macrismo fanático” lo atacan, porque consideran que se encuentra en la vereda de enfrente del actual presidente, como si la función del Papa fuera política y no relacionada con los valores de la religión que representa.
Si los “macristas” no razonan sobre los distintos ámbitos en los que se mueven los protagonistas de esta nueva grieta, Mauricio Macri y Francisco, que hagan una religión y el presidente sea su profeta o su mesías.
Sólo cuando se aplaquen estas olas encrespadas generadas por los medios de comunicación que le responden a Macri, podremos estar en condiciones de recibir, en paz, al Santo Padre, y escuchar su profundo mensaje, en contra de la corrupción, la contaminación, el avasallamiento a los pobres, la explotación de los inmigrantes y el respeto por los derechos de niños, jóvenes, adultos, abuelos y pueblos originarios, en un marco de unión y comunidad.
Ojalá que sea pronto y que, más allá de las críticas, no se use políticamente a quien representa a Dios en la Tierra. También tenemos derecho los argentinos a disfrutar de sus palabras, pero especialmente de sus gestos.