Por Ricardo Rivas (Editor Periodístico). Era el año 1992 y con la llegada del canal musical MTV a Latinoamérica la música se empezaba a difundir con mayor fluidez y soltura, en ese año, la banda mexicana Maná lanzaba su tercer álbum con el título “¿Dónde jugarán los niños?” y yo, entrando a la adolescencia, comenzaba a dar mis primeros pasos en el mundo de los adultos.

Las tardes de rock después del colegio en la casa de mi gran amigo Luis eran un clásico. Escuchar a nuestras bandas preferidas y cantar sus temas era todo un placer, obvio después de terminar las tareas.

Hoy, a más de 30 años, los que se hacen la pregunta sobre el lugar de recreación de nuestros niños no son los integrantes de la banda mexicana sino miles de tucumanos que ven con ojos de asombro e incredulidad como una empresa privada ha tomado un gran parte de la Plaza Miguel Lillo, ubicada en avenida Alem al 200.

La Plazoleta Miguel Lillo antes de la apropiación por el sector privado sin el consentimiento de los vecinos capitalinos.

Lo que parece más increíble es que el mismísimo intendente de la capital tucumana, Germán Alfaro, haya tenido la cara de piedra de inaugurar semejante barbaridad. Alfaro, junto a funcionarios del municipio y Marcelo Draniczarek, representante de la firma Raimon SRL, dedicada a la venta de combustibles y lubricantes, y que colaboró con los trabajos. En su discurso, el intendente Alfaro resaltó la importancia del trabajo realizado en conjunto entre el “sector público, el empresariado”. El trabajo “realizado en conjunto” fue ni más ni menos que el aprovechamiento de un espacio público por una empresa privada con la complicidad de quien debía velar por los intereses de quienes lo votaron en lugar de preocuparse por conveniencias particulares.

Al finalizar la ceremonia, el intendente recorrió el remozado espacio público junto a funcionarios de su gabinete de gobierno, los concejales Rodolfo “Johnny” Ávila, Raúl Pellegrini y Agustín Romano Norri. Ninguno de los ediles alfaristas notó el enorme espacio faltante de la plaza, tomado por la empresa de combustibles. Qué se puede esperar de funcionarios que siempre levantaron la mano cuando se les ordenó sin aparentar tener voluntad propia y hasta uno de ellos trató de “puta” a Eva Perón.

La Plazoleta MIguel Lillo hoy, con la esperanza de recuperar este espacio público con una nueva gestión municipal.

La tala indiscriminada de árboles, los escasos y poco eficientes controles sobre las construcciones, la falta de mantenimiento y limpieza de boca tormentas parecían ser el límite de la inoperancia de una gestión que se vio más preocupada por posicionar a la esposa del intendente en la Cámara de diputados que de atender las necesidades de los ciudadanos pero ahora le sumamos el “pillaje” de un espacio público que “NO LES PERTENECE” y pongo énfasis en ello porque todos ya estamos cansados de esta clase política que ha confundido a las instituciones públicas como su propiedad.

Para quienes transitan día a día la concurrida zona, no les alcanza el asombro, la bronca e impotencia de verse avallados en sus derechos de una manera tan burda y desvergonzada. Otra de las cosas que llama poderosamente la atención es la falta de respuesta dentro del mismo recinto del Concejo capitalino por parte de la oposición ante semejante atropello. Ahora, quienes visitan la plaza, además de contar con mucho menos espacio, deben esquivar las mesas y sillas puestas dentro de la plaza por el bar de la estación de servicio.

Miguel Lillo fue un naturalista tucumano del siglo XIX, que realizó importantes y trascendentes investigaciones científicas sobre la flora y fauna tucumana. Fue miembro de la Comisión Nacional de la Flora Argentina, docente y miembro del Consejo Superior de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) desde 1914, año en que se fundó la casa de altos estudios. A pocos metros de la plaza está ubicado el Instituto Miguel Lillo, donde funciona un museo y las dependencias de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT.

El legado de tan distinguido coterráneo se ve disminuido en la plaza que lleva su nombre y los responsables jamás quedaran en “el bronce” de nuestra historia.

Las acciones de Germán Alfaro y su gente ponen a prueba nuestra capacidad de asombro. Lo lamentable es que no es por su capacidad de gobernabilidad sino por sus escándalos y desmanejos.

En medio de toda esta calamitosa situación sólo nos resta preguntarnos ¿Dónde jugarán los niños?

Comments

Comentarios