Desde hace cuatro años, Marcelo Crovato estuvo como preso político en Venezuela pero, finalmente, pudo poner fin a ese sufrimiento y esta noche llegó a la Argentina: su país. Luego de pisar Buenos Aires, dijo: “Cuando estábamos entrando a la ciudad veía los sitios conocidos pero todavía no podía creerlo, me parecía irreal estar aquí. Entramos por la 9 de Julio y cuando vi el Obelisco todavía no podía creer que habíamos llegado”. En un audio de WhatsApp, visiblemente conmovido, agregó: “Fue una emoción enorme saber que ya estábamos realmente acá, que mi libertad era seguramente plena y que la seguridad era total para mi y para mi familia”.

Para lograr escapar, durante meses pensó un plan en silencio para cruzar a Colombia, plan del que prefiere no dar detalles por su seguridad y la de quienes lo ayudaron. Solo su esposa y algunos familiares fuera de Venezuela estaban al tanto.

Sus padres quedaron allá. “Me fui sin despedirme de mi padre y de mi madre para evitar que alguien hiciera un comentario o quisiera ayudar, y no quería comprometerlos”. Pero él temía morir preso y sentía que en el país dominado por Maduro sería imposible tener justicia. “El temor nunca desaparece cuando estás bajo un estado policial donde no existe ninguna regla”.

“No di detalles de por dónde crucé ni a qué hora ni en qué vehículo o cómo lo logré, para que no me puedan rastrear”, contó y agregó: “Si no hay información, no van a saber qué o por dónde buscar y voy a poder proteger a personas que ayudaron. Pero sobre todo, a quienes no sabían pero que en Venezuela podrían verse complicados”.

Crovato fue detenido en 2014 por trabajar en organizaciones de derechos humanos para proteger a jóvenes detenidos. Una vez en Colombia se reencontró con su esposa y sus hijos. “Pude salir a la calle con mis hijos por primera vez en mucho tiempo”, detalló y reveló que allí les contó que el siguiente paso del plan tenía a la Argentina como escenario. Además, en Buenos Aires, el abogado piensa buscar la asistencia médica que necesita para sobrellevar su cáncer de piel.

Hoy, luego de haber arribado a Ezeiza, Crovato sonríe porque puede volver a disfrutar de su familia y cuidar su salud, aunque tiene un pensamiento claro: “Yo juré que ayudaría a que Venezuela esté mejor. Además de la alegría, también hay un sentimiento de tristeza por las personas que quedaron allí. Por los recuerdos que quedaron atrás”.

fuente: la nación

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