Fue el 14 de julio de 1996 en la Bombonera. Después de un gol de cabeza en el primer tiempo, dos jugadores festejaron al costado de la cancha y se dieron un beso en la boca frente a todas las cámaras. Podríamos imaginarlo como el final emotivo de una película de temática gay, un Secreto en la Montaña para futboleros, pero los personajes no eran de ficción: uno se llamaba Diego Maradona y, el otro, Claudio Caniggia. Aquel chupón contra River quedó en la historia. El beso del alma, tituló El Gráfico. Y no faltó la controversia: Mariana Nannis dijo que la imagen le dio asco y que el número 10 estaba enamorado de su marido.
Sacando los componentes fantasiosos, pasaron dos décadas y cualquier expresión de homosexualidad en el fútbol sigue siendo tema tabú. A lo largo de la historia son contados los casos de jugadores que hicieron pública su condición sexual en el deporte más popular del mundo. “Claro que hay homosexuales en el fútbol, pero tienen miedo de confesarlo. El fútbol es machista y no está preparado para admitirlo. Los jugadores gays serían destruidos por el medio”, declaró Daniel Osvaldo hace unos meses en La Gazzetta dello Sport, una figura que jugó en las ligas de cinco países distintos y conoce bien el paño.
El primer caso resonante fue en 1990. El inglés Justin Fashanu reconoció su homosexualidad en una tapa del diario amarillo The Sun (“El futbolista estrella de un millón de libras: ‘SOY GAY’”), tras una serie de conflictos con entrenadores y compañeros de los 13 clubes por los que había pasado, y a partir de esa declaración todo empeoró. Deambuló por otros 10 equipos hasta 1998, año en que un chico menor de edad lo denunció por abuso sexual. El jugador no soportó la difamación pública y se suicidó en un estacionamiento de Londres antes de ser detenido. La denuncia, más tarde, se cayó por falta de pruebas y el caso quedó cerrado. Según su cuñada, el chico habría querido chantajear al futbolista. Así lo afirma en el documental Forbidden Games: The Justin Fashanu story.
En la última década, jugadores como el francés Olivier Rouyer y los norteamericanos Robbie Rogers y David Testo salieron del closet sin miedo al qué dirán. Incluso el árbitro español Jesús Tomillero lo hizo. Sin embargo, siguen siendo unas pocas excepciones. ¿Un caso argentino? Rodrigo Díaz, el ex novio de Ricardo Fort, quien se incorporó a El Porvenir en 2012. “Que sea gay no significa que no pueda pegar un planchazo”, arengó en una nota de Olé. Y se anotó como antecedente: “Ojalá que mi ejemplo sirva para que muchos blanqueen su condición sexual”. La duda queda picando: ¿y los clubes de Primera?
Inclusión. En 2007 nació la Selección Argentina de Futbolistas Gays (SAFG) para representar a nuestro país en torneos internacionales, levantando la bandera contra la discriminación. Su impulsor fue Cristian Pare, jugador nacido en Florencio Varela, que pasó por las inferiores de Estudiantes de La Plata. “El objetivo es que el homosexual que juega al fútbol se pueda integrar y lo tomen en serio. Yo jugaba fútbol 5 y los primeros que se sumaron fueron mis hermanos y mis amigos. La idea es incluir y sumar gente: acá no se le pregunta a nadie con quién duerme”, asegura. Y recalca: “Yo me integré fácil en todos los ámbitos por mi forma de ser, pero hay chicos a los que les cuesta lograr esa fortaleza y encontrar cómo encaminarse en la vida y tomarlo con naturalidad”.
Pare es el capitán y goleador de Los Toros, como se autodenominaron ellos, en la línea de Los Pumas y Las Leonas. Fueron campeones olímpicos en 2010 (en los Gay Games de Alemania) y ganaron dos Mundiales. El último (World OutGames) fue el año pasado en Miami, donde participaron dos combinados por cada país. Salieron campeones invictos, con 21 goles a favor, después de ganarles al Seattle Stonewall (3-0), al Sidney Rangers (3-0), a México (3-0), al San Francisco Spiders (¡8-0!), al London Titons (5-1), al London Stonewall Futbol Club (3-1) y nuevamente al Seattle Stonewall (1-0).
¿Cómo viviste la final?
Justo cumplíamos 10 años, así que fue todo un logro. Llevamos un equipo competitivo. Yo soy muy competitivo y si vamos allá, es a ganar, no a pasear. El gay es un liberal nato y es más de la joda. Es difícil que se comprometa; no le gusta tanto. Y yo soy distinto. Si me pongo a laburar, laburo. Me gusta trabajar con gente que trabaja en serio: si hay partido al otro día temprano, les pido que se duerman temprano, que descansen y que no tomen alcohol. Manejar un grupo se hace complicado: yo soy el malo de la película.
¿Tienen alguna cábala antes de salir a la cancha?
Sí, cantamos la parte final del himno, todos abrazados. Nos abrazamos en círculo y lo gritamos.
¿Cómo te sentís representando a la Argentina?
Es una sensación increíble. Somos la representación de una colectividad y lo llevamos con orgullo. Tener una vida como cualquiera, sin importar la condición, es lo más interesante de esto. Poder llegar a todos lados y que tus familiares y amigos te feliciten, que no te tomen para la chacota. Hay gente que no jugó nunca al futbol y se acerca por la causa, que cada vez se hace más grande. La idea es seguir sumando gente.
¿Te sentiste discriminado en clubs?
Jugué hasta los 15 años en Estudiantes de La Plata y era complicado. Lo manejás internamente, no podés charlarlo con nadie. Mi familia no me apoyaba.
¿Dónde ves instalado el machismo?
En las hinchadas. ¿Por qué se escudan tanto los jugadores? Porque no es fácil jugar si todo un estadio te está gritando “puto” o “culo roto”. Cuidan su vida sentimental. Y los clubes no hacen nada para bajar los decibeles. Los medios son una gran necesidad para cambiar esto. Diarios, revistas, redes sociales… Queremos que sea un tema más para hablar, algo natural. No cerrarse.
fuente: clarín