Le ganó 3-1 a Villa Dálmine en Formosa y llegó a octavos de final.
Los números con contundentes: River hilvanó su decimocuarta victoria consecutiva en Copa Argentina. Y la diferencia del 3-1 ante Villa Dálmine para acceder a los octavos de final también es contundente. No brilló, no se floreó, ni siquiera mostró buenas ráfagas de juego colectivo, pero le alcanzó para no dejar dudas y dar otro paso hacia adelante.
Con jerarquía individual y la grandeza de saber golpear en los momentos justos, el equipo de Marcelo Gallardo se hace fuerte en la previa de los choques de la Libertadores contra Racing. Y ya se ilusiona con ir en búsqueda del tricampeonato en la Copa Argentina. El camino le hace un guiño: en octavos, espera por el ganador de Platense-General Lamadrid.
River se había ocupado de dejar la vara alta con su goleada 7-0 a Central Norte de Salta, el domingo pasado en Santa Fe. Y el desafío era similar en los 16avos contra Villa Dálmine. Otra vez había que dar un paso firme y espantar los fantasmas que ya sufrieron varios equipos de Primera en la Copa Argentina.
Pero en Formosa, el equipo de Marcelo Gallardo, que acaba de cumplir cuatro años en el banco de River, se encontró con un rival que le dio pelea.
Quedó claro desde el primer minuto. Villa Dálmine, que luchó en el Reducido de la B Nacional por conseguir el segundo pasaje a la máxima categoría, salió a hacer valer cara la victoria. Y enseguida exigió a Franco Armani, que volvía al arco de River tras su participación en el Mundial.
Un centro perfecto desde la derecha encontró a Martín Comachi en el borde del área chica. El 7 de Dálmine voló de palomita al gol, pero Armani lo evitó a puro reflejo sobre su palo izquierdo.
En un área apareció el hombre de Casilda con una gran tapada y en la de enfrente Juan Ignacio Dobboletta derribó a Ignacio Scocco y generó el penal que convirtió el Pity Martínez.
Iban 14 minutos de juego y River, sin merecerlo, sin estar cómodo, sin lograr conectarse con fluidez como lo había hecho ante Central Norte, lograba destrabar un partido que pintaba bravo.
La ventaja no cambió el escenario. River intentaba pero no podía. Con Exequiel Palacios como eje del medio hacia adelante no lograba armar sociedades ni con Pity ni con Nacho Fernández. Entonces quedaban aislados Scocco y Pratto arriba.
Villa Dálmine no bajó los brazos y otra vez tuvo una chance clarísima, con un anticipo ofensivo de Marcelo Estigarribia que besó el palo izquierdo.
Ahí estuvo la diferencia, en la jerarquía. En cómo resolvía cada uno en los metros finales.
Y el ejemplo claro se dio en el arranque del segundo tiempo con una contra perfecta de River que derivó en el 2-0 y empezó a liquidar a Dálmine. Ponzio salió rápido del fondo, Pratto hizo lo que mejor sabe (pivoteó, aguantó la marca, ganó con fuerza y asistió en el momento justo) y Nacho Fernández llegó para tocar al gol.
Todo el trabajo valioso que había construido el conjunto de la B Nacional quedaba aplastado por la diferencia de jerarquía de River, al que le alcanzaba con un par de pinceladas para dar un nuevo paso en la Copa Argentina.
Ya no había partido cuando Lucas Pratto ensayó un centro desde el costado izquierdo del área y terminó haciendo un golazo. Hasta esas le salían a River. Lo trituró a Dálmine.
Sin brillo pero con una autoridad avasallante. De menor a mayor.
Para Dálmine el premio consuelo llegó sobre el final, con el gol del descuento.
Para ese entonces River ya había hecho su trabajo. Pisa firme de cara al primer gran objetivo de la temporada: el cruce de octavos de final de la Copa Libertadores ante Racing, que el 9 de agosto en el Cilindro tendrá su primer capítulo.