El periodista uruguayo Lucho Avilés murió este sábado a los 81 años. Almorzaba con amigos en la Asociación Argentina de Caza y Conservacionismo, en Belgrano, cuando en un momento se retiró de la mesa y terminó desvaneciéndose. Los médicos del SAME que llegaron al lugar constataron que había sufrido un infarto masivo.
Tres semanas atrás Avilés se había roto dos costillas al caerse en la calle, pero la recuperación -que en un principio lo obligó a tomar fuerte calmantes- había sido muy favorable.
Fue su colega Gabriel Levinas quien informó la triste noticia a través de su cuenta de Twitter. De inmediato, otros famosos acercaron sus condolencias. “No lo puedo creer. Fue un maestro. Más allá de chicanas y desencuentros. Me enseñó mucho. Me dio la primera oportunidad en la tele. Un cabrón querible“, lo recordó Jorge Rial, mientras que Susana Roccasalvo le agradeció haber aprendido con Avilés “cómo se hace espectáculos”.
Lucho solía contar que su mujer, María del Carmen Festa (con quien tuvo un hijo, Álvaro Avilés), lo había apodado Highlander. ¿La razón? A lo largo de su vida había superado más de 30 operaciones, entre ellas, de pulmón, corazón e intestino. Este mediodía María del Carmen estaba en su casa cuando recibió el llamado de un amigo de un amigo de la familia: fue por él que supo de la muerte del hombre que la acompañó por más de cuatro décadas. Se conocieron en 1974 y se casaron diez años después.
Nacido el 30 de abril de 1938 en Montevideo, Luis César Avilés Volante -tal su verdadero nombre- creó ciclos de chimentos inolvidables, como Indiscreciones, que llegó a registrar 30 puntos de rating, una cifra inalcanzable hoy día para cualquier programa, sin importar horario ni canal. Y junto a Pinky también estuvo al frente de El pueblo quiere saber, un prestigioso ciclo de entrevistas.
En diciembre de 2012, con 73 años, decidió alejarse de la televisión (su última conducción fue en el cable, con Convicciones) para priorizar su salud y dedicarse a la escritura. Y es que al fin había sido en ese campo, el periodismo gráfico, donde Lucho dio sus primeros pasos como periodista en Argentina, país al que llegó en 1965, cuando consiguió trabajo como redactor en el Diario Crónica.
En la pantalla chica desembarcó con el programa Feminísima, en el viejo Canal 2 de La Plata. Allí, entre los chimentos, encontró su lugar. O más bien, lo creó: se lo considera el gran pionero en esta rama del periodismo. Pero este gran amante del tango lamentaba que aquel estilo que había acuñado ya no existiera, según su óptica.
“No hay programas de espectáculos. Son programas de polémicas, de controversias entre distintas vedetongas, de hacer pelear al que está en el piso con el que está en el móvil. Pero yo no veo que vayan a ver espectáculos de teatro, o que vaya a ser entrevistada Virginia Lago, por ejemplo”, decía Lucho, quien miraba poca televisión porque solía ir a cenar afuera con amigos.
Porque Avilés, pese a lo que muchos podían llegar a considerar, tenía un límite claro en la lucha por el rating: “Deshacer un hogar o afectar a menores de edad”, advertía sobre su manera de abordar las noticias que involucran a la farándula. “Tampoco soy de tener escándalos o polémicas públicas. Si disiento con alguien, será alrededor de una mesa“.
Y la definición no parece casual. Porque de aquellas confidencias que suelen contarse en una sobremesa, Lucho Avilés hizo escuela. Y ya no habrá ninguno igual.