Gabriela Galeano, de 35 años y Ángel Romero, de 42, se conocían bien. Eran, más o menos, amigos, habían convivido en una casa de la zona rural de Gobernador Castro, en el municipio de San Pedro, los dos eran trabajadores rurales, Romero había atendido durante un tiempo los campos del abuelo de Galeano.
El pueblo es un lugar simple, pocas manzanas, calles de tierra. Gobernador Castro no suele tener muchos problemas, algunos accidentes tal vez, un intento de robo en un comercio a comienzos de este año. La casa en donde Galeano y Romero convivían solía ser un foco de peleas, riñas, los vecinos y los patrulleros miraban el lugar con recelo.
Galeano y Romero se tenían cierta confianza. La mujer tenía una hija de cuatro años, que el trabajador rural conocía. La llevaba al jardín de infantes de vez en cuando.
A comienzos de esta semana, algo ocurrió.
El martes pasado, Galeano se presentó en la Comisaría de la Mujer de San Pedro para denunciar a Romero por presuntamente abusar de su hija, “manosearla”, según dijo. Le dio una advertencia a quienes la atendieron: “O lo meten preso o lo mato yo”. La fiscalía a cargo del caso ordenó pericias, se detectó que la nena no tenía lesiones compatibles con abuso sexual, pidió un turno para realizar una cámara Gesell con especialistas y así obtener su testimonio.
Mientras tanto, Romero abandonó la casa para alojarse en una pensión de la zona, conocida como “La Pensión de Mencho”, donde compartió una habitación con un hombre de 79 años. Ese hombre se convertiría en un testigo clave para el caso que hoy investiga la UFI N°11 de la jurisdicción a cargo de la fiscal Viviana Ramos: la brutal muerte a golpes de Romero, con Galeano como la única aprehendida hasta el momento.
El miércoles por la tarde, la mujer se presentó con un grupo de personas en la pensión, según el relato del testigo. Venía enfurecida, palo en mano. “¡Vos violaste a mi hija, hijo de puta!”, le habría gritado. Comenzó a golpearlo en la cabeza con el palo, mientras los otros en la turba, entre ellos una mujer y un menor, lo pateaban.
Llegó la policía al lugar. La mujer quedó aprehendida en el acto, mientras los otros corrían. Reconoció los golpes: “Le pegué porque violó a mi hija”, aseguró, una presunta confesión que deberá repetir en indagatoria para que tenga cualquier tipo de validez en el expediente.
Romero estaba ahí, en el suelo, con algo de sangre. Le dijo a los policías que estaba bien, que no requería atención médica. Tres horas después la policía lo volvió a encontrar a cuadras de la pensión en una zanja, pidiendo auxilio. Fue trasladado al Hospital Emilio Ruffa en San Pedro, donde se le detectó un fuerte traumatismo de cráneo. Fuentes judiciales en San Pedro aseguran que Galeano estaba a punto de ser liberada cuando recibieron la noticia: el trabajador rural murió de un paro cardiorrespiratorio.
Investigadores con acceso al expediente aseguran que hay al menos tres prófugos. Galeano está imputada como la autora material bajo la calificación de homicidio premeditado con la participación de dos o más personas. La causa por abuso continúa: se deberá determinar, efectivamente, si la hija de Galeano fue abusada por Romero, ya muerto.