Tenía 24 años, era médica y una instagramer existosa en las redes sociales con su cuenta “Katti loves life”. La hallaron asesinada en su departamento, dentro de una valija. A dos meses del brutal crimen, su cuenta de Instagram sumó más de 25 mil seguidores.
A los 24 años no se piensa en la muerte. Por lo menos no como algo posible dentro del espacio cotidiano y seguro. La muerte le ocurre a otros. Ekaterina Karaglanova, que se llevaba la vida por delante sin temores, no se la vio venir.
Bellísima, siempre producida para sus fotos, Ekaterina era una influencer top que transitaba con miles de likes su segunda década de vida. Además, y con mucho esfuerzo, se había recibido de médica hacía pocos meses. Jamás podría haber pensado que ese cuerpo que cuidaba tanto iba a terminar adentro de la valija que estaba empezando a armar para irse a Amsterdam a festejar su cumpleaños número 25.
Pero antes de este final, hubo una historia. Ekaterina Karaglanova se llamaba en realidad Ekaterina Semochkina y había nacido en Rusia, el 30 de julio de 1994, en una familia educada de clase media. Estudió medicina siguiendo los pasos de su padre, se había graduado recientemente en la Pirogov Russian National Research Medical University y era, hasta su asesinato, residente en un colegio médico en Moscú.
Pero sus estudios no eran incompatibles con su costado más mundano. También sacaba provecho de sus dotes físicas y solía participar en concursos de belleza. Hacía poco tiempo había ganado una competencia para ser Miss Moscú. Ekaterina era, además, una blogger e influencer exitosa. En sus redes sociales decía que siempre había querido estudiar medicina, desde la secundaria. Contaba que los tres primeros años de universidad habían sido tan duros que había resultado una “cuestión de supervivencia” sobrellevar la carrera.
Ekaterina estudiaba y trabajaba a la vez, tenía poco tiempo libre. Había pasado por las residencias de dermatología y oncología, pero todavía estaba decidiendo su especialidad. Aunque todos creían que sería una excelente dermatóloga. El día en que le dieron el diploma escribió, feliz: “¡Lo logré! Después de seis años, que no fueron fáciles de transitar, y de una batalla llena de obstáculos”.
Likes, seguidores y buena vida
Su ascenso como estrella de la web fue rápido. Subía fotos y videos de sus viajes permanentemente. Además de la cuenta en Instagram, tenía un blog de viajes con miles de suscriptores. Ella, entre otras cosas, decía en la redes : “Hola Moscú! Nuestro corto, pero muy divertido viaje a Corfú ha llegado a su fin (…) no me gustan las vacaciones largas. Viajo a menudo, pero en cada país paso de 3 a 5 días. El viaje más largo que hice jamás fue a Israel, con mi familia cuando tenía 14 años. Todo un mes (…) Los viajes cortos siguen siendo los más brillantes (…) Nada se mezcla en la cabeza como muchos piensan (…)”.
Sus fans le encontraban un gran parecido a Audrey Hepburn. Ekaterina se reía. Le gustaba parecerse a la mítica actriz y sacaba provecho de ello.
Los casi 90 mil seguidores que tenía al momento del femicidio no entendieron por qué, de pronto y sin previo aviso, había dejado de subir posteos. Había desaparecido del mundo virtual desde hacía varios días. Se enterarían de lo ocurrido poco después por los portales de noticias.
Su último post había sido el 22 de julio, en la isla griega de Corfú. Sobre una reposera blanca y con fondo de pileta, Ekaterina posaba arrodillada con un vestido de encaje negro sobre un maillot, también negro. En su mano, una copa con un trago.
La vida en un gran bolso
A sus padres también les llamó la atención no poder contactarla por teléfono. Como no podían comunicarse de ninguna manera con ella decidieron ir a Moscú. Buscaron al propietario del departamento que alquilaba. Fueron los tres juntos con un juego de llaves extra. Era el viernes 26 de julio de 2019 y hacía casi una semana que no sabían nada de ella.
Llegaron al edificio de la calle Pyr’yev, en la zona oeste de Moscú, donde Ekaterina vivía desde hacía varios años. Subieron a la vivienda y abrieron la puerta. En los primeros segundos nada les llamó mucho la atención. Todo parecía ordenado y limpio. Pero avanzando sobre el pasillo, sobre el piso de parquet, la gran valija de Ekaterina tenía una forma extraña. Fue ahí que notaron que dos piernas sobresalían.
Los comunicados oficiales dijeron que el cuerpo tenía múltiples heridas de arma blanca, incluido un profundo tajo en la garganta. Estaba desnuda a excepción de un portaligas negro. La policía no encontró allí el arma homicida, ni la ropa manchada, ni descubrió rastros de pelea. La valija era la misma que Ekaterina había empezado a empacar para su viaje de cumpleaños, para su escapada con un nuevo amor.
Mi ex, mi propiedad
Las cámaras de vigilancia, que recolectó luego la policía, mostraban a un hombre con un saco celeste y una gorra visitando el edificio en los días posteriores a la desaparición de la joven.
LLevaba unos llamativos guantes de cuero y un carry on metálico perteneciente a Ekaterina. Enseguida fue identificado: era su reciente ex novio, Maxim Garayev, de 33 años, un especialista y estudioso de Internet con un MBA de la universidad abierta británica. Lo encontraron en una ciudad cercana y fue llevado a declarar. Poco tiempo antes y frente a sus amigos, Ekaterina había definido a su ex como un “depredador”.
Ekaterina tenía una nueva pareja desde hacía algunas semanas, un empresario de 52 años con quien planeaba irse de vacaciones a Holanda para celebrar su cumpleaños el 30 de julio. El 1 de agosto de 2019, el ex novio de Ekaterina confesó: le dijo al Comité Investigador de la Federación Rusa que la había apuñalado repetidas veces antes de quitarle la ropa para meterla en la valija.
Él, con sus enormes ojos azules imperturbables, aseguró haberla atacado luego de que ella lo insultara y lo humillara mientras tenían sexo. Y relató el horror sin mostrar ninguna emoción: “Ofendió mi virilidad y me ofendió sobre mis posibilidades financieras (…) Me dijo que era feo y que no me compondría ni una cirugía plástica (…) que me iba a llevar un año ahorrar dinero para volvernos a encontrar (…) No pude soportarlo, no me contuve. Perdí el control. Agarré un cuchillo de la cocina. Ella se dio vuelta y la apuñalé en el cuello. Trató de escapar hacia el baño para encerrarse. La empujé fuera del baño y la acuchillé en el pecho y en el cuello al menos cinco veces más (…)”.
Luego dijo que estaba arrepentido. Y, agregó frente a los investigadores, que él le daba dinero porque ella era una prostituta que cobraba 158 dólares la hora. El hombre sostuvo que el crimen no había sido planificado, que había sido algo “espontáneo”, que “había perdido el control”. Pero luego de apuñalarla, Maxim quemó la ropa y limpió la escena.
Apenas el caso tomó estado público las redes sociales explotaron y la prensa relató la historia. Una horrorosa foto de la valija en la escena empezó a circular y terminó siendo publicada por el canal REN TV generando conmoción y repudio.
El público y sus fans pedían justicia. Sus compañeros de facultad salieron a contar que Ekaterina había estado siendo chantajeada por alguien que les enviaba fotos de ella desnuda. Los investigadores confirmaron esa información y agregaron que la joven se prostituía para costear su vida en Moscú y sus estudios. Y que alguien la extorsionaba.
El asesino hoy está preso y la cuenta de Instagram de Ekaterina siguió sumando seguidores en estos dos meses: creció de 90 mil a los 115 mil seguidores. Su nombre en las redes era Katti_loves_life, es decir, “Katti ama la vida”.
fuente: infobae