De libros de Derecho, abogados que se hacen millonarios y clientes de la política desesperados

-¡¡¡Eduard querido!!! ¿Qué hace con esa pila de libros de Derecho? ¿Acaso venderá libros en el bar?

-No, mi estimado. Estoy comenzando a estudiar para recibirme lo antes posible de abogado.

-¿No cree que está medio grandecito para ponerse a estudiar una carrera de tan largo aliento?

-¿Usted me está tratando de viejo?

-No, por favor, amigo…

-Sepa que viejo es el viento y sigue soplando…

-Bueno, pero…

-Sepa que viejos son los caminos, pero siguen echando polvo…

-Está bien, pero me contaron que a usted le dicen Alikal…

-¿Por qué Alikal?

-Primero la pastillita y después el polvito.

-No se haga el gracioso que no le cuento ningún chisme hasta el próximo año.

-No se me lo sulfure y cuénteme qué relación tienen sus deseos de estudiar con el chisme que va a contar.

-Hay un abogado que por sólo aceptar un cliente ya se ganó una millonada.

-¿De pesos?

-No, de verdes billetes relucientes…

-¿Yaguaretés?

-¡¡¡No sea zopenco!!! Me refiero a dólares bien chalucas como dicen ustedes los tucumanos.

-El cliente debe ser bastante groso, Eduard.

-Un pescado grande de la política, que recientemente recibió una grave acusación de una pariente muy cercana.

-Ah, ya sé…

-No lo diga que la gente ya lo sacó.

-¿Y se puede saber cuánto le pidió ese abogado porteño por sus servicios?

-La módica suma de medio millón de dólares.

-Le deben haber agarrado convulsiones al cocodrilo del bolsillo de ese gran cliente político.

-No lo crea. El jugador en cuestión no sólo consideró apropiados los honorarios, sino que los triplicó con tal de que le aseguraran buenos resultados.

-Fue como sacar la lotería.

-Como dicen ustedes los tucumanos: -vo vé.

-Hoy se merece una buena picada, con una cervecita bien helada.

-Le acepto el convite pero págueme también los dos wiskies añejados que me tomé mientras lo esperaba.

-¡¡¡Ya me jodió de nuevo!!!

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