“En Maternidad, ¿quiénes son los pacientes? Las madres y los niños por nacer, hasta dónde yo sé…”, dijo Feider, para explicar la elección de los dibujos que ocuparían dos sectores del frente de uno de los pabellones del Hospital Piñero, ubicado en el barrio de Flores, en la Capital.
“Si el director me hubiera ofrecido el Pabellón de Cardiología hubiera dibujado un corazón”, agregó.
Hace algo más de un año, Liset Feider había donado una obra para el Servicio de Oncología, que fue ubicada en el interior del edificio.
Pero, “como venía el tiempo lindo como para trabajar en el exterior”, surgió la idea de decorar los muros exteriores, explica. “Mi intención inicial era algo mucho más modesto, fue propuesta del director usar la fachada del pabellón de Maternidad”, dijo, aludiendo a Daniel Rivero, el médico pediatra que dirige el Piñero.
“Le presenté diferentes bocetos y fueron seleccionados 3, uno para el interior, que representa a una madre con un niño de 2 años más o menos, y otros dos para la fachada: una mujer embarazada y un niño por nacer, en avanzado estado de gestación; y yo respeté totalmente los bocetos”, contó.
Los murales quedaron listos el 6 de diciembre. Las primeras reacciones fueron de agradecimiento y elogios en el Facebook de la dirección del Hospital: “qué lindo”; “felicitaciones”; “muchas gracias”.
Pero dos días después, Feider empezó a recibir sugerencias de la misma dirección de que había que modificar el dibujo. “Estamos teniendo muchos problemas”, fue la excusa de la dirección.
“Estuve 4 ó 5 horas haciéndole modificaciones: que el cordón umbilical era celeste, mejor cambiarle el color, que le pusiera hojas verdes, ‘ponele mucho verde’, me dijeron; no tengo problema con eso: el color verde es de todos”, dice, no sin ironía.
Pero después vino el increíble pedido de que le agregara cabello al feto y que tuviese los ojos abiertos: o sea, que no se notara que era un feto. Y la última directiva fue: “El bebé tiene que desaparecer”.
“Yo no puedo autocensurarme”, fue la réplica de Liset Feider.
La censura corrió entonces por cuenta del hospital, que primero tapió -literalmente- el dibujo con una madera y luego pintó el tablón de celeste para fundirlo con la pared.
La artista está convencida de que hubo alguna presión “de arriba”. Las primeras protestas vinieron del CeSAC de Flores, un organismo dependiente del Gobierno de la Ciudad. Los CeSAC, Centros de Salud y Acción Comunitaria, están destinados a la atención primaria de la salud en la ciudad y trabajan en coordinación con los hospitales. Son unos 40 distribuidos en todos los barrios.
En forma anónima, trabajadores del CeSAC de Flores explicaron sus razones para rechazar el mural: “Dentro del hospital se fue batallando el derecho al aborto legal, no fue fácil conseguir que atendieran a las mujeres que llegan en situaciones de urgencia”. Hasta las 12 semanas de embarazo, el aborto se practica en el mismo CeSAC mediante suministro de Misoprostol. Pero, “cuando los casos tienen más tiempo de avance, tenemos que recurrir al sector de obstetricia del hospital”, se sinceraron. Para ellos, el mural “es un mensaje que busca desestimar la posibilidad de interrupción del embarazo, y que podría llegar a tener un impacto sobre las personas que vayan a atenderse por este tema”.
“Se decidió pintar una figura que hace alusión a un feto, y eso simbólicamente es violento para las personas que transitan el pabellón donde hay multiplicidad de situaciones”, afirmaron.
Imposible ser más claro.
“Estos grupos son muy influyentes -dijo Liset Feider-. Su planteo es que (el mural) interfiere con los derechos de la mujer de elegir. Pero yo digo, hay gente a la que se le mueren los hijos al nacer y podría sentirse ofendida por el otro dibujo que muestra a una madre con su hijo. O mujeres que no pueden tener hijos y podrían sentirse mal ante una pintura de una mujer embarazada. ¿No puedo pintar nada que tenga que ver con la vida entonces? Los escucho y trato de comprender cuál es el daño que puedo hacer con estas pinturas”.
A sus oídos llegó que el comentario de una integrante del CeSAC fue que su temor era que una mujer que viese el mural pudiera cambiar de opinión. “¿Qué pretenden? -dice- ¿Llevarlas a abortar con un pañuelo en los ojos para que no vean el retrato de una embarazada feliz?”
La artista fue tratada de “antiderechos”, al igual que su dibujo, por los medios y los grupos que militan por la legalización del aborto, que además cayeron en el ridículo de señalar con un dedo acusador el color celeste del fondo del mural.
“Hace años que Maternidad tiene ese color -aclara Feider-. Los pabellones del Piñero están pintados de diferentes colores para que la gente los identifique con facilidad; el de Maternidad siempre fue celeste, no tiene nada que ver con el debate del aborto. El verde es Oncología, el naranja, Salud mental, etcétera”.
A raíz de la reacción furibunda de estos grupos ante al dibujo, el periodista Carlos Ialorenzi recordó en el diario La Prensa que la guía de la IPPF (International Planned Parenthood Federation, en español, Federación Internacional de Planificación Familiar), la ong cuyo principal objetivo declarado es la promoción del acceso al aborto inducido, sugiere quitar de los sitios a los que van mujeres a abortar toda representación de un feto.
Lo importante es que nada interfiera en la decisión de la mujer de poner fin al embarazo. Más aun, se trata de no dejar espacio para la reflexión ni para la duda. En esto, ha habido una evolución; o involución, mejor dicho.
Tomemos el caso de Francia, por poner un solo ejemplo. En 1974, cuando se aprobó la ley, existía una instancia obligatoria de reflexión, a través de una entrevista con personal de salud y/ o asistencia social que podía indagar en los motivos de la decisión de la mujer o de la pareja y ofrecer soluciones o apoyo para evitar el aborto.
Digamos que esa instancia honraba la afirmación que siempre hacen los partidarios de su legalización: “nadie quiere el aborto”. Pero las cosas han cambiado y en sucesivas reformas no sólo se eliminó esa instancia sino que ahora se persigue penalmente a la persona que intente disuadir a otra de abortar.
Son cambios que vienen de la mano de un antinatalismo creciente.
Por otra parte, la recomendación de la IPPF y los temores de los integrantes del CeSAC local son la prueba de la eficacia disuasiva del aborto que tiene la toma de conciencia por parte de la mujer embarazada de que lo que está gestando es una vida.
En los Estados Unidos, el pasado 10 de diciembre, la Corte Suprema rechazó un pedido de impugnación de la ley del estado de Kentucky que exige que la mujer escuche los latidos del corazón del niño por nacer antes de practicarse un aborto. Una medida altamente disuasiva. En varios estados, además, rige la llamada “Ley latido”, que prohíbe los abortos desde el momento en que se sienten los latidos del corazón del feto, aproximadamente a la 6a semana.
En contraste, durante los cuatro meses de debate que insumió la propuesta de legalizar el aborto en 2018, el esfuerzo de los grupos favorables a su aprobación estuvo puesto en minimizar -cuando no negar directamente- la existencia de una vida humana desde la concepción. Durante los debates no se permitió la exhibición de ningún video sobre la evolución del feto en el interior del útero -en tiempos de ecografías 3D-.
“La vida empieza en la semana 14” fue una de las afirmaciones -bastante arbitraria- más escuchadas. Un límite que luego no es respetado por los diferentes protocolos habilitados cuando se alega violación o riesgo para la salud (entendido en un modo tan amplio que constituye una legalización de hecho).
En el texto que las organizaciones pro aborto enviaron a las autoridades del Hospital pidiendo la censura del mural, citan varias convenciones que en nada justifican su reclamo de censura, como la Convención contra la discriminación o la de prevención de la violencia contra la mujer, en las que para ellos se encuadra la representación estilizada de un feto en avanzado estado de gestación, a punto de nacer. Eso es “violencia simbólica”.
Una treintena de CeSAC firman el texto, lo que lleva a preguntarse por el rol de estos centros. Y por el del Gobierno de la Ciudad de quien el hospital depende.
El director del Piñero se sintió presionado al punto de ordenar “que desaparezca el bebé” y luego el mural que él mismo había autorizado. ¿Alcanza con la firma de los trabajadores de estos centros para hacer ceder a las autoridades de un hospital? ¿O hubo una presión de más arriba?
La virulencia de la reacción sorprende. Reaccionaron ante la obra de Feider -de estilo más bien romántico y naif- como Súperman ante la criptonita.
En el fondo, es una conducta que se encuadra en la campaña lanzada luego del rechazo al proyecto de legalización del aborto en agosto de 2018. Una campaña no declarada pero bien real, consistente en desconocer en la práctica el rechazo parlamentario de la ley, introduciendo por la ventana -protocolos mediante- una habilitación de hecho de esa práctica.
Aun así, no deja de sorprender la desenvoltura con la cual grupos que se consideran a sí mismos progresistas piden censura. “Son mecanismos de defensa, de negación, frente a lo que representa un aborto, pero tarde o temprano cae la ficha”, reflexionó Liset Feider.
Lo que también sorprende es la desenvoltura con la cual se embandera en una posición a organismos que, por ser estatales, deberían ser neutros. El dibujo de un niño en el vientre de la madre es violencia simbólica y discriminación; que un centro gubernamental de atención primaria de salud se pronuncie públicamente en favor del aborto no es ni violento ni discriminador, en la peculiar visión de esta gente que, obviamente, sigue el manual de la IPPF al pie de la letra. Algo similar sucedió cuando durante el debate de la legalización del aborto la fachada del Inadi (organismo estatal que se supone combate la discriminación) se llenó de banderas verdes.
“En la carta que enviaron al director incluso vi la firma de la titular de la Cátedra de Salud Pública y Salud Mental que cursé en la UBA, ya que soy psicóloga. Eso fue muy fuerte para mí. Por otro lado, me llegan mensajes de que la mayoría del personal quería que el mural quedase allí”, dijo Liset.
De hecho, la página de Facebook de la dirección del Hospital -ParmenioPineroDireccion- fue dada de baja porque llegaban demasiados mensajes en defensa del mural.
“Son una postal dramática de la censura”, concluyó la artista.
Recordemos que el aborto en Argentina, entendido como finalización voluntaria del embarazo o aborto inducido, es un delito descrito en el Código Penal.