Si estás deprimido por el estado del mundo, déjame proponer una idea: en el largo arco de la historia humana, 2019 ha sido el mejor año de todos.

Las cosas negativas por las que te preocupas son ciertas. Sin embargo, también es verdad que, desde que los humanos modernos surgieron hace casi 200.000 años, 2019 probablemente fue el año en el que era menos probable que los niños murieran, que los adultos fueran analfabetas y que las personas sufrieran enfermedades terribles y deformantes.

Todos los días en años recientes, 325.000 personas más tuvieron servicios eléctricos por primera vez. Cada día, más de 200.000 tuvieron agua potable a través de tubería en sus casas por primera vez. Además, cerca de 650.000 se conectaron a internet por primera vez, todos los días.

Quizá la calamidad más grande para cualquiera es perder a un hijo. Eso solía ser común: históricamente, casi la mitad de todos los humanos murieron durante su infancia. Incluso en 1950, el 27 por ciento de todos los niños aún morían para cuando tenían 15 años. Ahora esa cifra ha caído alrededor del 4 por ciento.

“Si te dieran la oportunidad de elegir la época en la que naces, sería bastante arriesgado elegir cualquier época entre las miles de generaciones del pasado”, señaló Max Roser, un economista de la Universidad de Oxford que dirige el sitio web Our World in Data. “Casi todos vivían en la pobreza. El hambre era generalizada y las hambrunas comunes”.

Pero… pero… ¡pero el presidente estadounidense, Donald Trump! ¡Pero el cambio climático! ¡La guerra en Yemen! ¡El hambre en Venezuela! ¡El riesgo de una guerra nuclear con Corea del Norte!…

Todas esas son preocupaciones importantes, y por eso escribimos al respecto de manera constante. Sin embargo, me temo que los medios informativos y el mundo humanitario se enfocan tan incansablemente en las malas noticias que la sociedad termina creyendo que todas las tendencias se dirigen a la dirección equivocada.

La mayoría de los estadounidenses dicen en las encuestas que el porcentaje de la población mundial que vive en la pobreza está aumentando, pero una de las tendencias de los últimos 50 años ha sido una gran reducción en la pobreza global.

Incluso en 1981, el 42 por ciento de la población del planeta soportó “pobreza extrema”, definida por las Naciones Unidas como las personas que viven con menos de 2 dólares al día. Ese porcentaje ha caído a menos del diez por ciento de la población del mundo ahora.

Todos los días durante una década, los diarios pudieron haber mostrado el encabezado “170.000 personas más salieron de la pobreza extrema ayer”. O si usamos un parámetro más alto, el encabezado podría ser: “Ayer, el número de personas que viven con más de 10 dólares al día aumentó por 245.000”.

Muchos de los que aumentaron su calidad de vida, aún son muy pobres, desde luego. Sin embargo, debido a que son menos pobres, es menos probable que sigan siendo analfabetas o mueran de hambre: la gente a menudo piensa que las hambrunas son comunes, pero la última hambruna reconocida por el Programa Mundial de Alimentos afectó solo parte de un estado en Sudán del Sur y duró solo unos cuantos meses en 2017.

Enfermedades como la polio, la lepra, la ceguera de los ríos y la elefantiasis están a la baja, y los esfuerzos mundiales han revertido la epidemia del sida. Hace medio siglo, la mayoría de las personas en el mundo siempre habían sido analfabetas; ahora nos estamos acercando al 90 por ciento de alfabetismo en adultos. Ha habido ganancias particularmente grandes en la educación de las niñas, y pocas fuerzas cambian tanto el mundo como la educación y el empoderamiento de las mujeres.

Quizá te sientas incómodo leyendo esto. Puede parecer de mal gusto, engañoso o contraproducente hablar del progreso cuando hay tantas cosas que están mal en el mundo. Lo entiendo. Además, los números son materia de debate, y las cifras de 2019 se basan en la extrapolación. Pero me preocupa que el pesimismo profundo sobre el estado del mundo esté paralizándonos en vez de empoderarnos; el pesimismo excesivo puede hacer que las personas no solo se sientan desesperanzadas, sino también impotentes.

Los lectores constantemente me dicen, por ejemplo, que, si salvamos las vidas de los niños, el resultado será una crisis demográfica que provocará nuevas hambrunas. No se dan cuenta de que, cuando los padres están seguros de que sus hijos sobrevivirán, y tienen acceso al control de la natalidad, tienen menos hijos. Bangladés alguna vez fue ridiculizada por Henry Kissinger como un caso perdido, pero ahora su economía crece más rápido que la de Estados Unidos y las mujeres bangladesíes en promedio tienen solo 2,1 partos (una reducción en comparación de los 6,9 de 1973).

Sin embargo, aún es espantoso que en algún lugar del mundo muere un niño cada seis segundos, pero consideremos que tan solo hace un par de décadas, moría un niño cada tres segundos. Reconocer que ese progreso es posible puede ser un impulso para hacer más, y por eso escribimos este recordatorio anual de ganancias en contra de los enemigos comunes de la humanidad.

El cambio climático sigue siendo una gran amenaza para el mundo, así como la fatiga de la compasión en el mundo adinerado, y es probable que no superemos un objetivo de la ONU de eliminar la pobreza extrema para 2030. Mientras tanto, aquí en Estados Unidos, Trump representa un desafío continuo para nuestras instituciones, y millones de familias han quedado rezagadas y tienen dificultades. Debemos seguir presionando desde todos los frentes (el último me concierne tanto que es el tema de mi nuevo libro), pero obtendremos un impulso moral si reconocemos el contexto de las mejoras que con tanto esfuerzo nos hemos ganado.

“Somos algunas de las primeras personas en la historia que han encontrado maneras de progresar en contra de estos problemas”, dice Roser, el economista. “Hemos cambiado el mundo. ¿Qué tan maravilloso es estar vivo en un momento como este?”.

“Tres cosas son ciertas al mismo tiempo”, agregó. “El mundo es mucho mejor, el mundo es terrible, el mundo puede ser mucho mejor”.

También me reconforta la pasión que tantas personas -sobre todo los jóvenes- muestran para hacer del mundo un mejor lugar. Hace poco publiqué mi guía anual de “regalos con significado” y sugerí cuatro organizaciones que apoyar en lugar de regalos tradicionales. Los lectores hasta el momento han donado más de 1,6 millones de dólares a esas organizaciones, ahorrando y transformando las vidas en su país y en todo el mundo.

Prometo jalar mis vestiduras uno que otro día, pero interrumpamos nuestra tristeza durante un nanosegundo para señalar lo que los historiadores quizá terminen por considerar como la tendencia más importante en el mundo a principios del siglo XXI: nuestro progreso hacia la eliminación de enfermedades terribles, el analfabetismo y la pobreza más extrema.

Cuando nací en 1959, la mayoría de la población del mundo siempre había sido analfabeta y vivía en pobreza extrema. Para cuando muera, el analfabetismo y la pobreza extrema quizá se hayan eliminado por completo, y es difícil imaginar un triunfo más grande para la humanidad ante nuestra mirada vigilante.

fuene: The New York Times

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