Por Marcelo Pérez para DIARIO CUARTO PODER
Las imágenes se viralizaron rápidamente por todas las redes sociales. Se observa como una cámara de seguridad domiciliaria capta el momento preciso en que un adolescente sale de su casa con su bicicleta y mochila, y en un instante se acerca a toda velocidad una moto con dos delincuentes que le apuntan con un arma de fuego: era un asalto. El chico, asustado, atina a tirar todo; la bici, la mochila, y sale corriendo hacia su casa, sin detenerse a pensar siquiera que los delincuentes podían -si querían-, haberle disparado.
Es la “ola de inseguridad” que se vive día a día en Tucumán. Hoy en día, los delincuentes tienen la potestad de decidir quién vive o muere en Tucumán.
Horas después, la policía anunció con “bombos y platillos” que gracias a “su rápida intervención” se logró recuperar parte de lo robado y detener a los malvivientes (de 16 y 20 años) que paseaban “tranquilos” por La Bombilla.
El hecho en cuestión ocurrió el miércoles 4 de febrero último, en el pasaje Brandsen al 2400, en el Barrio Jardín, cerca de la Jefatura de la Policía.
Cuatro cosas para destacar: la impunidad con la que se mueven los delincuentes por las calles de Tucumán; el hecho de que todos andan armados y dispuestos a matar; el avance de la droga en sectores pobres y medios de la sociedad; y la inoperancia policial y judicial para solucionar el problema. Estos puntos resumen, a grandes rasgos, por qué Tucumán está inmerso en una crisis de inseguridad que en algo más de dos meses ya se cobró la vida de casi 26 personas.
En el medio de la preocupación general de la gente por tantos crímenes cometidos en pocos días, desde el Ministerio de Seguridad -dirigido por Claudio Maley desde hace algo más de cuatro años-, salieron a decir que pese a todo, en Tucumán bajaron los homicidios en el primer bimestre del año si se compara con los números de igual período del año pasado. Y fueron más lejos: explicaron que los crímenes de inseguridad en 2020 cayeron en un 50% con respecto al 2019, porcentajes que la gente descree pues, para muchos, la única verdad es la realidad (como decía Aristóteles) y la realidad es que hoy no se puede salir a la calle sin la maldita “sensación” de inseguridad.
El chico que entregó la bici y la mochila para zafar de los motochorros se llama Augusto, tiene 19 años recién cumplidos y hoy la puede contar, pero de seguro su vida ya no será igual.
¿Quién podría borrar de su mente que un delincuente, por un momento, fue dueño de tu vida, y que en cuestión de segundos decide si vives o mueres?
Pero no fue el único caso que se difundió rápido por las redes sociales, tan activas últimamente con los casos de inseguridad. También conmovió mucho el llanto desesperado de una madre quien, ante la cámara de su celular, narró el difícil trance que le tocó vivir a su hija de 23 años, a manos de un delincuente que le apuntó su arma en un intento de robo cuando detuvo su auto en un semáforo de avenida Belgrano y Camino del Perú.
Nancy es otra madre tucumana que reclama por seguridad. Su hija logró escapar gracias a una maniobra con su vehículo para salir de la situación y ocultarse en el estacionamiento de un supermercado de la zona.
Mientras tanto, otro tucumano era asesinado cuando se bajaba de un colectivo para ir a su casa en El Manantial. Un delincuente le asestó varias puñaladas para robarle unos cuantos pesos. La víctima tenía 65 años y, de acuerdo al informe policial, vivía a dos cuadras de donde fue atacado.
Repasemos: uno salía en bicicleta, otro circulaba en su auto, y un tercero se baja de un colectivo. Por lo visto los delincuentes no miden nivel social y eligen sus víctimas al azar. Puede ser cualquiera que se encuentre desprevenido. Matan para robar pocas cosas. La vida de la gente, para ellos, no vale nada, porque seguramente sus vidas tampoco lo valen. La droga y la falta de educación no les permite insertarse en la sociedad y eso los vuelve salvajes, dispuestos a todo. Son como hienas al acecho en busca de víctimas, todos los días.
¿Y cuál es la propuesta del Ministerio de Seguridad para contrarrestar la inseguridad?: poner cámaras de vigilancia en las calles. Se aumentarán las cámaras, pasando de 160 a un total de 500, serán de última generación y estarán dotadas de inteligencia artificial, detectores de dominio y reconocimiento facial. Asimismo se pondrá en acción el Programa Cuadrantes de Patrullas, que seccionará la ciudad Capital en 71 cuadrantes territoriales, con la afectación de 1.300 efectivos. Claro, todo ello cuando el gobierno tenga los recursos para comprar las cámaras y pueda nombrar a los nuevos agentes.
Por empezar, lo de las cámaras de seguridad sirve para después de cometido el acto delictivo o el crimen. Es para ver lo ocurrido en “cámara lenta” e ir detrás del causante. IR DETRÁS!!! ¿A eso se apuesta?; en vez de trabajar en la prevención del delito.
Una medida acertada es la del “cuadrante”, pero por qué esperar para ACTIVARLA.
La Policía cuenta hoy con personal suficiente para salir a las calles y proteger a los ciudadanos. ¿Ah, no?, están cubriendo “servicio adicional”?, cuidando políticos?; dando numeritos en los bancos?, descansando…?
El Ministerio de Seguridad debería destinar policías a las zonas conflictivas. Apostar uniformados en las esquinas de donde salen los malhechores a delinquir. ¡Es fácil! todos en Tucumán sabemos que el 80 por ciento de los delincuentes viven en La Bombilla, El Chivero, El Sifón, Tru la-la, San Cayetano, Barrio Oeste II, Manantial Sur; Barrio Ejército Argentino; Los Vallistos, El Colmenar, y distintos Barrios de Las Talitas, etc. Apostando policías y realizando controles a todo sospechoso -y más aquellos que circulan en moto- se podría evitar tantos asaltos y asesinatos.
La policía debe monitorear permanentemente esas zonas, es la única manera de evitar que salgan o vuelvan de robar.
Ah! Dirán que se está estigmatizando a los vecinos de esas barriadas. No, para nada; se está realizando el trabajo necesario para evitar crímenes. Los mismos vecinos de la zona lo agradecerán ya que al no poder seguir con sus fechorías, los “amigo de lo ajeno” se terminarán yendo del lugar.
Por otra parte, hay que dar un giro de 180 grados en la Justicia y terminar con el “garantismo” que genera más reincidencia delictiva. La denominada “puerta giratoria” y el “garantismo” es causante de muchas muertes evitables. Es la “justicia zaffaronista” (de Eugenio Zaffaroni) la que debe cambiar. Una justicia que causa mucho daño ya que llenó la cabeza de muchos jueces y fiscales, con una doctrina discutible y que los llevó a fallar en sus fallos. Por ejemplo, declarar inconstitucionales las penas previstas en el Código Penal para el homicidio; a no tener en cuenta la reincidencia al definir una condena (es decir, los antecedentes y la peligrosidad); a promover el acortamiento de penas con el argumento de que las cárceles están llenas; y hasta proponer eliminar la reincidencia por ser “estigmatizante…”
¿Esa Justicia queremos? ¿Con ese tipo de Justicia se podrá combatir el delito? NO.
Y dirán que no hay más lugar de encierro ni tanto presupuesto para atender a tantos delincuentes. Entonces habrá que buscar la manera de construir una nueva cárcel, más amplia, cómoda y segura; y poner a trabajar a los detenidos para pagar su condena. Así será más sustentable y más “justa” con quienes decidieron transitar el camino de la transgresión y el delito.
Tucumán necesita que los tres poderes del Estado de una vez por toda se decidan a trabajar en serio, en conjunto y al servicio del pueblo.