Los test del coronavirus son una irremplazable herramienta para hacer medicina basada en evidencia. El rechazo a multiplicar los test lleva a tomar decisiones con poco sustento científico. Sin un cambio de estrategia, el confinamiento tenderá a eternizarse con muy elevados costos sociales, productivos y sanitarios.

Habiendo en Italia disminuido la cantidad de nuevos casos y cedido la presión sobre su sistema de salud, ahora el pánico se sostiene usando imágenes de Nueva York. Resultan impactantes los sarcófagos apilados en las morgues de hospitales. Nueva York es una ciudad de 19 millones de habitantes donde regularmente mueren 12 mil personas por mes. Desde que comenzó el brote, a principios de marzo, murieron 8 mil. Dado que la mayoría tiene más de 70 años de edad y enfermedades preexistentes es probable que la acumulación de sarcófagos sea más consecuencia de que los familiares están confinados que por aumento de la mortalidad.

En sintonía con este contexto de pánico, el gobierno anunció una nueva prórroga del aislamiento, aun cuando la Argentina aparece con menos infectados dentro de la región. Los 2.000 casos detectados representan unos 45 por millón de habitantes. Es más bajo que Brasil (86) y mucho más bajo que Chile (340), Ecuador (280), Perú (160) y Uruguay (136).

¿Qué está reflejando esta enorme diferencia entre países de una misma región? Una forma de indagar en las respuestas es observando las diferentes estrategias de detección del virus en los países. En este sentido, según el sitio worldometers.info/coronavirus/ se observa que:

Chile ejecuta 38 test y Uruguay 20 test por cada 10.000 habitantes.

Perú realiza 15 test y Ecuador 10 test por cada 10.000 habitantes.

Argentina y Brasil realizan apenas 3 test por cada 10.000 habitantes.

Estos datos sugieren que la cantidad de casos detectados depende de la cantidad de test. Hay países que se toman en serio la detección del virus, como Chile y Uruguay, y se esfuerzan por realizar la mayor cantidad posible de test. Otros, con más limitaciones de recursos, como Perú y Ecuador, están en un escalón intermedio. En la Argentina y Brasil, la opción es no hacer muchos test. Las estadísticas están reflejando la decisión de política sanitaria de no medir la enfermedad y no que se esté dominando el contagio.

La falta de información por escasez de test deriva en evaluaciones erróneas. Por caso, se distorsionan las proyecciones de muertes. La experiencia internacional muestra que a mayor cantidad de test, menor tiende a ser el porcentaje de muertes reportadas respecto a la cantidad de contagiados. Argentina tiene una proporción de 4,3% de muertes sobre casos reportados, mientras que Perú tiene 2,6%, Uruguay 1,5% y Chile 1,0%. Queda claro que proyectar las muertes con pocos test, más que proyecciones son adivinaciones.

En la comunidad médica hay un principio no negociable: hacer medicina basada en evidencia. Haber consumido 24 días de aislamiento sin haber hecho test de manera masiva lleva a extender el aislamiento sin sustento científico. Se extiende el confinamiento por la ignorancia sobre la dinámica del contagio. Esto conduce a decisiones erradas. Un ejemplo implacable del daño que provoca tomar decisiones en la oscuridad es haber impedido a los hospitales que sigan funcionando con normalidad, para prepararse para el coronavirus. El resultado es que, hasta ahora, los hospitales están vacíos, los médicos sin trabajo y la enorme mayoría de gente que no tiene coronavirus, pero sí otras enfermedades, sufriendo y muriendo en sus casas sin atención médica.

A esta altura es clara la importancia y urgencia de cambiar la estrategia. En lugar de actuar en base al pánico y al fundamentalismo, volver a la medicina basada en la evidencia. La multiplicación de los test es la manera de salir de la ignorancia y empezar a tomar decisiones con sustento científico. Esto además va a ayudar a darle más racionalidad a las medidas de prevención. Combinando la multiplicación de los test con buenos protocolos de prevención, gran parte de la población puede volver a trabajar sin aumentar el riesgo de contagio. El camino alternativo es seguir entrampados en el confinamiento que, por imperio de las necesidades, la gente acatará cada vez menos.

fuente: idesa

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