Alberto Fernández descarta negociar con los bonistas que operan en Nueva York lo que llevaría al país a un default en mayo. El Presidente ordenó a su ministro de Economía, Martín Guzmán, que reiterara a los fondos de inversión que la oferta “no se toca” y que la crisis económica causada por el coronavirus no permite destinar más recursos financieros al pago de la deuda externa.

El lobby de los bonistas extranjeros para lograr una mejora en las condiciones de la oferta y desplazar a Martín Guzmán como único negociador de la deuda externa, intenta seducir a Alberto Fernández a través de distintos formatos y modalidades: chat, mail, celular, video conferencia, café a solas, almuerzo institucional, cena entre amigos, mensaje grabado y papers en inglés con gráficos relucientes a cuatro colores.

“No voy a cambiar una coma, y Martín (Guzmán) es el único autorizado para conversar con los fondos”, repite el Presidente, una y otra vez, cuando se topa con una nueva operación de lobby a favor de los bonistas bajo legislación extranjera.

El Presidente tiene ciertos argumentos políticos-financieros para rechazar a los representantes de los fondos que ingresan a su intimidad de Olivos en forma personal o digital. “Nuestra oferta es menor que la sugerencia de quita que propuso el Fondo Monetario Internacional (FMI), y lo hicimos para demostrar que queremos cerrar y evitar el default”, argumenta Alberto Fernández con los números ya aprendidos de memoria.

La replica vía chat, mail o en la soledad de la quinta presidencial no se hace esperar: “Si aflojas un poco, si pagas más intereses, te lo cierran en tres días…”, comentan en un loop infinito.

Alberto Fernández apela a sus años de cátedra universitaria y contra ataca con una sola línea argumental. “El Fondo dijo que la solvencia se alcanzaba con una quita que iba de los 55 mil millones de dólares a los 85 mil millones. Y nosotros hicimos una oferta que apenas está por arriba de los 50 mil millones. No hay nada que negociar”, argumenta el jefe de Estado mirando a su interlocutor o escribiendo con dos dedos en su cuenta de WhatsApp

Los fondos de inversión consideran que Alberto Fernández tiene un discurso cerrado, que el ministro de Economía no entiende cómo se debe negociar con los acreedores externos, que la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, presenta una mirada equivocada respecto a la posible resolución de la deuda externa argentina, que la Universidad de Columbia de New York -adonde da clases Guzmán- es una mala influencia y que el premio Nobel Joseph Stiglitz ya está demodee.

El Presidente rechaza cada uno de esos argumentos presentados por los bonistas y está convencido de la línea ideológica que aplican Georgieva, Stiglitz, Guzmán y la Universidad de Columbia respecto al manejo de la deuda externa y de sus tenedores privados en plena crisis del COVID 19.

Jeffrey Sachs se educó en Harvard, dio clases en esa prestigiosa universidad, fue asesor especial en Naciones Unidas, se destaca por sus aportes en macroeconomía global, integra la nómina de profesores de Columbia y es una figura clave en la elaboración dialéctica de los argumentos sobre deuda externa que promueve Georgieva y avala Alberto Fernández con su estrategia frente a los fondos que operan en Wall Street.

El lunes 20 de abril, Alberto Fernández y Sachs conversaron sobre la oferta a los bonistas que ese día se publicó en la SEC de New York. La llamada telefónica duró casi una hora, y el Presidente se quedó con tres conclusiones:

1. La propuesta argentina a los fondos de inversión es más seductora que los intereses que pagan actualmente los bonos soberanos del Tesoro de los Estados Unidos.

2. La oferta a los bonistas se hizo antes de la pandemia y su impacto en la economía nacional. Es decir: si hubiera tenido en cuenta ese hecho global, sus condiciones serían más agresivas respecto a los plazos de gracia, y quita de interés y capital.

3. Sachs explicó que la crisis del COVID-19 puede “dejar a cuarenta países en default”, y que es una variable que no se debería descartar frente a la intransigencia de los bonistas.

fuente: infobae

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