La iniciativa oficial, cuya letra definitiva se conocerá en las próximas semanas, prevé duplicar el número de juzgados federales y el Ejecutivo podría designar 23 jueces.

La reforma judicial que prometió Alberto Fernández camina más lento producto de la pandemia por el coronavirus. Pero camina. Esa reforma que tiene como objetivo principal diluir el poder de fuego de los jueces y camaristas federales de Comodoro Py con los que -en general- el Presidente no tiene una mala relación, se cristalizará en los próximas semanas, según especulan funcionarios que pasan mucho tiempo en la Quinta de Olivos. Luego será el Congreso el que la transforme en ley.

Casos de corrupción

En los juzgados federales se investigan los casos de corrupción que involucran a los funcionarios del Poder Ejecutivo -de la actual administración o de las anteriores- pero también los de narcotráfico y trata de personas, entre otros. Siempre ha sido el fuero con mayor relación con la dirigencia política y donde se tratan los casos con repercusión en los medios de comunicación.

Impulsor de una reforma en el fuero federal desde que fue ministro de Justicia y Seguridad de Néstor Kirchner, Gustavo Beliz, uno de los hombres más cercanos a Alberto Fernández, insistió con su vieja idea.

Quiere juntar a los 12 juzgados federales con todos los jueces de Instrucción de la Capital que investigan asesinatos, violaciones o robos. Quedarían así 85 juzgados federales. Pero habría que “federalizar” los juzgados de Instrucción que no tienen la misma competencia que los de Comodoro Py. Si se aprobara ese proyecto se fusionarían las Cámaras de Apelaciones, los Tribunales Orales y también las dos Cámaras de Casación: la Federal y la Nacional.

Aquella idea de Beliz, que -entre otros hechos- en 2004 le valió su salida del gobierno de Néstor Kirchner luego de una disputa que ganó el súper espía de aquel entonces Antonio Jaime Stiuso, nunca se concretó. Cuando lo echaron de aquel primer gabinete kirchnerista, Beliz había dicho sobre la SIDE: “Yo vi crecer una especie de ministerio paralelo con un poder casi omnímodo sobre muchas decisiones presidenciales. Sé que con esto que digo estoy poniendo en riesgo mi vida, porque ahí hay muertes muy raras. ¿De qué progresismo hablamos en la Argentina? Dejamos intacta una estructura que es una especie de gestapo de la era democrática”.

fuente: infobae

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