Victoria Rodríguez tiene 36 años y cuatro hijos. Llegó del Chaco a los 16 y se fue a vivir a una pieza bajo la autopista Illia, en el barrio Carlos Mugica. Desde hace cuatro años prepara las viandas en un comedor de la organización La Poderosa. Un mes atrás su amiga Ramona Medina, referente barrial, murió por COVID. “Todas las noches pienso en ella”, dice con emoción.

Un viaje desde Chaco a Buenos Aires en soledad. Tenía 16. El fin de la adolescencia en un solo golpe certero de ciudad. De la planicie caliente en su pueblo natal, Presidencia Roque Sáenz Peña, a vivir de hotel en hotel en San Telmo, entre el ruido y la furia de la gran capital. El impulso por sobrevivir la mudó a otro barrio, Retiro, y a otro universo: la vida en una pieza abajo de la autopista Illia en la Villa 31. Y en ese mismo cuarto la nueva vida: varios trabajos, cuatro hijos con un padre ausente y más tarde, en la cocina de un comedor comunitario, el descubrimiento de la satisfacción que genera hacer algo por sus vecinos.

Hubo algo en la historia de Claudia Victoria Rodríguez, probablemente todo eso y lo intangible, que hizo que esta mujer de 36 años decidiera, en el medio del remolino de contagios y muertes que generó la pandemia del coronavirus en la Villa 31, poner el cuerpo de los otros por encima del suyo.

Todos los días de su vida, a eso del mediodía, Vicky, como la conocen aquí, se mete entre las ollas y hornallas de una cocina de dos metros por dos y prepara junto a otra compañera casi 500 raciones para la cena de las familias de esta zona del barrio, que al anochecer pasan a buscar la vianda o, en el caso de los ancianos, la reciben en sus casas.

No hay futuro ni eventualidades. Solo un tiempo presente a fuego lento. No le importa a ella lo que pueda pasar. Nada va a cambiar su voluntad: “Sé que me voy a contagiar, pero la gente necesita comer, necesita de nosotros”.

Victoria Rodríguez vive en estado permanente de comunidad. El todo por encima de lo individual. El barrio como una gran familia. Una sola boca, un solo corazón, un solo grito que ahora es una voz entrecortada, herida.

Sobre la cabeza de Victoria, en la entrada su territorio, que es la cocina del comedor Gustavo Cortiñas, la sonrisa de su amiga Ramona Medina es una presencia que recuerda lo trascendental. La foto de esta mujer, que murió por Covid el 17 de mayo, días después de que un video donde reclamaba la falta de agua en el bajo autopista se viralizara, refuerza la idea: “No sabían que eras semilla”.

Victoria solloza. Ramona era su amiga, su hermana, su vecina. Un lazo que afianzaba la soga invisible que sostiene la vida de mucha de la gente del bajo autopista, especialmente de las mujeres que son la fuerza motriz de este barrio popular, también conocido como Carlos Mugica, en honor al sacerdote del movimiento tercermundista asesinado en 1974, y cuyos restos descansan en la parroquia local.

No pasó ni un mes que se murió Ramona. No pasa una noche sin que Victoria se vaya a dormir pensando en ella. Victoria lo repite.

Cientras les prepara té aparecen con caras de dormidos Martin (14), Agustín (12), Zaira (9) y Bianca, de 7. Hacen todos juntos parte de la tarea pero saben que un rato después la mamá continuará con la rutina cotidiana: caminar 10 minutos hasta el comedor y organizar una nueva jornada allí. Compra lo que falta y junto a dos compañeras reparten las verduras en las casas de la cuadra.

Cocinar para casi 500 personas requiere del compromiso de todos. Las mujeres que hasta antes de la pandemia salían a trabajar a casas y restaurantes porteños ahora reciben todas las mañanas las verduras para pelar y cortar y devolver listas para tirar a las cuatro ollas gigantescas bajo el comando de Victoria.

La enfermedad Covid-19 es cruel. Mata a sus víctimas en soledad. Cuando un enfermo se va de la villa no sabe si vuelve. Cuando Victoria se va de su casa, cada mañana, sus hijos le preguntan por qué se va. Los más grandes saben que de la puerta para afuera el virus flota invisible entre los pasillos de la villa. Los más chicos entienden menos de lo que extrañan a su mamá.

fuente: infobae

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