Por Naim Ganum* para Diario Cuarto Poder | Un análisis en torno a la incidencia económica de las medidas sanitarias que se tomaron en el contexto de la pandemia de covid-19.
Procusto era uno de los seres más abominables de la mitología griega; un posadero del Atica que ofrecía alimento y cobijo a los viajantes. Luego, llegado el momento de dirigir a sus invitados a los aposentos, los hacía acostar desnudos en una cama, para después atarlos y proceder con su menester.
Quienes fueran altos o más largos que la cama eran cercenados, mutilados en piernas y brazos con un hacha, para ajustarlos así a las dimensiones de la cama.
Por el contrario, quienes eran más pequeños que la cama, eran atados, descoyuntados y estirados hasta dar con el largo del lecho.
Demás está decir que semejante tortura conducía a la muerte a los huéspedes del posadero, por lo que llegó a ser una de las “bestias” más temidas de su época, hasta que fue “intervenido” por Teseo, quien le dio muerte con similar método al empleado por el “estirador”[1].
En Economía empresarial, se habla de “adaptar” la organización a la teoría, forzando tal vez, los límites de lo estudiado o “achicando” los síntomas de la empresa con el fin de poder encuadrarlo más fácilmente a la teoría estudiada.
Conceptualmente, el mito de Procusto tiene que ver con la exigencia de uniformidad, con ajustar el hombre al contexto, el hombre al medio y no al revés, como sucede, por ejemplo, con el concepto de ergonomía.
Respecto de los mercados se puede decir que el sesgo de Procusto se aplica cuando sobrevaloramos ciertos datos o los subvaloramos para hacerlos encajar en un análisis hecho a priori, un dato en el que creemos o un juicio previo sobre un activo.
Incluso este sesgo es muy visto en casos donde se tiende a justificar la dirección del mercado, al alza o a la baja, sin contar con datos objetivos, sino más bien adaptando los datos existentes a nuestro parecer.
Surge así la pregunta de qué hacer con una economía ya de por sí quieta, sin ajustes salariales por la congelación de la cláusula gatillo y ante el aumento del riesgo país y de la inflación.
Los miles de consumidores se ajustarán al contexto de prohibición gubernamental de permanecer en sus casas para frenar la circulación viral, acrecentando el efecto del desplome en la demanda transitoria (de dos semanas) a corto plazo o por el contrario se adaptarán a la llegada y contagio masivo del coronavirus mitigando la caída provisoria de la demanda?
La evidencia en Argentina es que en los dos primeros días de prohibición la gente no se adaptó al contexto, sino que más bien y, a pesar de la aglomeración, excepto la plena adherencia de los estudiantes de todos los niveles a permanecer en casa y de algunos organismos estatales como el poder judicial, el grueso de la población colmó bancos, farmacias, trenes y supermercados para aprovisionarse de bienes y pagar sus servicios/cobrar sus haberes.
Es decir la exigencia de uniformidad de ajustar el comportamiento de miles de ciudadanos consumidores fue un rotundo fracaso y por consiguiente redujo en parte la caída de la demanda salvo educación y gastronomía, esta última fuertemente castigada por el temor al contagio.
Lo que refleja esta foto de la sociedad argentina es que estamos ante la presencia del sesgo de Procusto, las autoridades quisieron ajustar a los ciudadanos al contexto creado por la prohibición de salir de sus casas. Una medida anunciada tan de prisa e imprevistamente no dio tiempo a los ciudadanos de poder aprovisionarse para cumplir con esta restricción.
Es probable que de haber preparado una adaptación de los consumidores a esta política pública aquellos hubieran permanecido en sus hogares. Este es un aprendizaje para los hacedores de políticas públicas siempre que se estime con el suficiente tiempo la gravedad de próximas pandemias.
[1] Pantanetti, Empresa Activa, 2016.
*Licenciado en Administración de Empresas