El Patón se encuentra ante una realidad impensada hace poco tiempo: dirigir a la Selección Argentina. La renuncia de Gerardo Martino le abrió la chance y sabe que le llegó no como el plan A, como fue el caso del Tata en 2014, ya que las prioridades, Sampaoli, Simeone y Bielsa, no fueron posibles porque los dos primeros están vinculados a sus clubes españoles y el Loco tardó pocas horas en rechazar la oferta.
Como nunca, su trabajo estará bajo la lupa. Arrancará con poco tiempo de trabajo, porque el 15 de agosto tiene que dar la lista para los partidos ante Uruguay (1/9, Mendoza) y Venezuela (6/9, Mérida), por las Eliminatorias. No habrá amistosos para testear, y sin dudas deberá usar toda su muñeca para convencer a Lionel Messi de regresar a la Selección, algo sin dudas más importante que su designación.
Edgardo arrancó como entrenador en 1998, equipo en el que había sido ídolo como jugador y campeón del torneo local 86/87, el último del Canalla. Fue un zaguero fuerte, buen cabeceador, que además de Junior de Barranquilla jugó en Independiente y Tiburones Rojos de México. Era líder en sus equipos, casi no tenía necesidad de gritar para hacerse entender. Como entrenador tiene un perfil similar, pocas veces se desborda desde la línea de cal.
Su comienzo en el Canalla tuvo una frustración al perder ante Santos la final de la Conmebol 98. Su mejor expresión se vio en el Apertura 99, cuando fue subcampeón del River de Ramón Díaz, con 43 puntos. Ese equipo tenía una versión muy ofensiva, con jugadores de calidad, como Equi González, un delantero ya experimentado como Juan Antonio Pizzi, y jugadores emergentes como Buljubasich, Cuberas, Moreno y Fabianesi. En 2001 jugó la Copa Libertadores y llegó hasta las semifinales, instancia en el que fue eliminado por Cruz Azul. Aquel Central tenía una actitud muy ofensiva.
Fuente: Olé