Pero su sueño de velocidad le costó la vida a Jessi Combs. A casi un año de la trágica prueba en la que falleció, la estadounidense se convirtió oficialmente la mujer más rápida del planeta, tal cual anhelaba, a partir del reconocimiento del Libro de los Guinness World Récords, que recién ahora avaló su escalofriante marca de 841,33 km/h.
El 27 de agosto de 2019, Jessi Combs, de 39 años y una vida dedicada a la mecánica y la velocidad, intentó batir el récord de velocidad en tierra a bordo de un vehículo que ella misma había fabricado junto a su equipo. Pero murió al producirse una falla mecánica en aquel cohete mientras viajaba a 885 km/h. Si bien la telemetría del prototipo marcó esa velocidad como la máxima alcanzada aquel día, los organizadores tuvieron en cuenta una medición previa al momento del accidente fatal, de 841,33 km/h, y allí quedó oficialmente establecido el récord soñado de Combs.
Una roca en el camino
Poco importa ya que las investigaciones posteriores hayan determinado que “un objeto contundente del desierto” (¿una roca?) impactó en el tren delantero del cohete y eso desató la falla mecánica y el terrible accidente posterior. A más de 800 km/h, cualquier falla mínima es inexorablemente el final y Combs por supuesto lo sabía. De acuerdo con un posteo propio antes de la prueba, la meta final era incluso superar las 600 mph, el equivalente a 965 km/h.
Luego del reconocimiento póstumo para Combs por parte del Libro Guinness, su pareja aprovechó para desmentir que el accidente hubiera sido por un fallo humano. “No había nada que ella pudiera hacer e hizo todo perfecto. Yo estaba en el coche de seguridad al lado, y ya estaba disminuyendo la velocidad cuando ocurrió el accidente. Lo vi en directo, así como las imágenes a bordo que se recuperaron. Puedo decir al 100% sin ninguna duda que ella hizo todo exactamente como se suponía que debía hacerlo”, defendió.
fuente: infobae