“Esa puerta la tenés toda arruinada. ¿Vos sos albañil y no la arreglás? ¿Cuándo vas a arreglarla?”
Una simple frase. Una chicana, una broma, fue el inicio de un conflicto familiar que terminó con la vida de una persona. Miguel Ángel Correa, de 35 años, había acudido el domingo por la noche a una reunión familiar entre primos y algunos de sus hermanos. Allí, murió del modo más inesperado. Después de un entredicho con el marido de una de sus primas, que empezó en tono de broma y luego se puso serio, fue asesinado de un disparo con una escopeta en la cara. Delante de la familia. De manera repentina. Ante la incredulidad y el espanto de todos los presentes.
El domingo al mediodía, Correa, empleado del sindicato Suterh desde hacía 15 años, había acudido a un almuerzo de compañeros de trabajo al polideportivo y turístico del sindicato, en El Cadillal, a unos 25 km al norte de San Miguel de Tucumán. Acudió al encuentro junto a su esposa, Clara Guanca, de 30 años y a su hija menor, Emilse, de 8.
“Tuvimos una tarde bárbara”, cuenta Alejandro Medina, secretario general de Suterh Tucumán. “Él trabajaba desde hacía 15 años en este polideportivo. Pese a no haber terminado sus estudios, era uno de esos tipos que valía por cinco. Podía trabajar de plomero, electricista, albañil, carpintero, herrero. Servía para todo”, describió Medina.
El líder del sindicato en Tucumán indicó que entre comida, vino y risas, la reunión duró hasta las seis de la tarde. “Lo último que le dije fue que me pasara una lista de materiales porque teníamos que renovar unos paños de cemento en las cercanías de la pileta, ya preparándonos para el verano”, recuerda Medina.
A eso de las 18.30, Correa y su familia regresaron a su casa en El Saladillo, en un domicilio sobre la entrada a El Cadillal, en las cercanías de la ruta provincial 347. A las pocas horas, el trabajador de Suterh caminó unas cuadras para visitar a su madre. Toda su familia vive en un radio pequeño. Las casas son muy cercanas.
Mientras se encontraba con su mamá, Correa escuchó música fuerte. Provenía de la casa de una de sus primas, Soledad Pérez, que estaban celebrando una reunión con otros integrantes de la familia. En el encuentro había dos hermanos de Miguel.
El hombre de 35 años se despidió de su madre y se acercó a la casa de su prima para participar de la reunión.
El encuentro se celebraba en la galería del patio del fondo de la casa. Allí, ya en la cena y con algunas copas de por medio, Correa empezó a bromear y a lanzarse chistes con José Gustavo Toledo, de 44 años, el marido de Soledad, y coanfitrión del encuentro. También estaban los hermanos de Miguel, Alfredo y Natalia Correa y sus respectivas parejas, Laura y Alejandro.
De acuerdo al testimonio de los testigos, el conflicto entre Toledo y Correa se inició con bromas y chicanas entre ambos. “Esa puerta la tenés toda arruinada. ¿Vos sos albañil y no la arreglás? ¿Cuándo la vas arreglar?“, le preguntó Miguel con sorna a Toledo. El anfitrión se tomó mal el chiste y retrucó: “Y vos, que andás festejando tu cumpleaños y no me invitás. ¿Por qué no me invitaste?”. Miguel había cumplido años el 29 de julio y lo había celebrado únicamente con los familiares más cercanos.
Las chicanas entre ambos fueron subiendo de tono hasta que la tensión se transformó en una pelea a golpes entre los dos.
En un principio, los testigos los dejaron pelearse entre ellos, pero después intervinieron algunos de los hermanos de Correa. Al parecer, algunos intentaron separar, pero otros parecieron querer participar de la trifulca.
Habían pasado unos pocos minutos del enfrentamiento. La reunión ya estaba arruinada. Fue entonces cuando Toledo fue a la cocina y reapareció en la galería con una escopeta en la mano. La misma que ya había enseñado al resto previamente en la reunión. “En eso, sin previo aviso, sin decir nada y cuando todo parecía que había terminado. Este tipo apuntó y le pegó un tiro a Miguel en la cara. Lo mató ahí mismo”, relata Medina.
Ante la desesperación y el impacto emocional de todos los familiares, Toledo salió corriendo de la casa, se subió a su auto, un VW Voyage gris y se fugó. La escena que quedó fue dantesca: Correa yacía en el suelo, había gritos, menores de edad en el lugar.
Así, entre los hermanos se las rebuscaron para levantar a Miguel, subirlo a un auto particular y llevarlo a un centro de salud.
Dos familiares trasladaron a Correa al Hospital Avellaneda, que quedaba a unas cuadras, pero según confirmaron los médicos que lo atendieron, había entrado a la guardia ya sin vida.
“A mí me llamó uno de mis hijos cerca de la una de la mañana. Yo estaba durmiendo porque el lunes arrancaba a trabajar a las seis. Me dijo ‘Le pegaron un tiro a Miguel’. Y respondí: ‘¿Pero cómo le van a pegar un tiro si estuve todo el día con él?‘. No podía creer lo que me decían”, narró Medina.
En la mañana del lunes, Toledo se presentó en el destacamento policial de El Cadillal en compañía de un abogado y dio su versión de los hechos. Afirmó que después de desatarse la pelea, todos los familiares de Correa se abalanzaron para pegarle y que no tuvo más remedio que apelar a su escopeta y defenderse con un disparo. Acevedo comentó que el problema se inició porque entre los insultos se había agredido a la esposa de uno de los presentes. Sin embargo, el relato del homicida no se corresponde con el de los demás testigos, quienes afirman que el disparo se produjo cuando ya se habían calmado los ánimos.
En tanto, el entierro de Correa, que se llevó a cabo el lunes en el cementerio Parque de los Recuerdos, en Tafí Viejo, fue multitudinario.
“Al cementerio sólo pudieron ingresar 10 familiares, pero no sabés lo que era la fila de autos que había en la puerta. Había miles de autos. Miguel era un tipo muy responsable y muy querido por todos. Era muy humilde. No se merecía terminar su vida así. Veíamos a la esposa y a la hija y se nos partía el corazón”, describe Medina.
El arma con el que se produjo el asesinato todavía no fue hallada. Según algunos de los testigos, se sospecha que la desapareció alguno de los hijos de Toledo. Así y todo, durante la inspección en el domicilio donde ocurrió el crimen, peritos del Equipo Científico de Investigaciones Fiscales y el personal de homicidios de la Unidad Regional Norte hallaron cuatro cartuchos de goma y 23 de plomo, calibre .12 mm.
Algunos de los familiares de Correa recuerdan que Toledo se regodeaba en las últimas semanas con la escopeta recién comprada. “Con esto le voy a dar a cualquiera que se me haga el pícaro”, aseguran que dijo días atrás.
fuente: infobae