La carta de Cristina Fernández de Kirchner en la antesala del acto de homenaje a Néstor Kirchner provocó casi todas las reacciones posibles en el Gobierno. Sorpresa porque nadie en el círculo presidencial esperaba un texto semejante.
Llamativo, porque nadie pareció advertir que dos tramos centrales del texto apuntaron sobre la estrategia diseñada por el Presidente, en un último giro, para enfrentar la trepada del precio del dólar. Esto tal vez sea el dato mayor. La dura crítica de Cristina a los empresarios se produce en momentos en que el Presidente busca recomponer puentes en ese terreno, mensaje parcial con la idea de generar confianza. Y la recomendación de un acuerdo multisectorial –extraño, porque castiga a posibles convocados- sugiere y casi dice que con Martín Guzmán solo no alcanzaría.
Microclima interno
Por supuesto, la reacción en el Gobierno pareció auténtica, aunque sin considerar el efecto global de la nota de la ex presidente. Cosas de microclima. Emergió como lectura doméstica de un hecho que trasciende largamente los límites internos.
¿CFK se corre de las responsabilidades, toma distancia frente a los costos en medio de semejante crisis? ¿O allana el camino de Alberto Fernández al afirmar que el poder de decisión reside exclusivamente en la Casa Rosada? Aún aceptando esto último, no resulta natural que la palabra de un vicepresidente deba despejar tal interrogante.
De todas maneras, esa interpretación positiva sobre el mensaje de la ex presidente está limitada a una de sus referencias: la negación de cualquier expresión de su poder sobre las medidas tomadas por el Gobierno. “No es fácticamente posible que prime la opinión de cualquier otra persona que no sea la del Presidente a la hora de las decisiones”, enfatiza el texto.
Hubo malestar por la frase sobre funcionarios que “no funcionan” y los “aciertos o desaciertos”. Todos saben de qué está hablando. Blanqueó el cuestionamiento a algunas áreas del Gobierno, en particular la jefatura de Gabinete, la cartera de Justicia, Desarrollo Productivo y algún otro ministerio que representaría un tiro indirecto a Sergio Massa, en medio de versiones que Olivos descalifica pero que no hablan del mejor momento en ese plano. También a estas referencias le bajaron el impacto en el Gobierno. Difícil hablar del gabinete si cualquier cambio no es pensado como inicio de una nueva etapa. Antes, entonces, debería ser atendido el frente de la economía.
fuene: infobae