La imagen atraviesa el cuerpo y toca las fibras más sensibles. Un hombre derrotado, sostenido apenas por el mostrador de azulejos blancos. Vencido, se sienta y deja caer su cabeza sobre uno de sus brazos, cubriéndose el rostro. Las banquetas arriba de la mesada, las persianas que se quedaron a mitad de recorrido, los platos de plástico coloridos prolijamente apilados. Nadie puede saber en qué está pensando aquel hombre, pero el gesto es tan elocuente que no hacen falta palabras. Un mensaje inequívoco: ese cuerpo rendido sólo puede expresar dolor.
Desde el 6 de marzo pasado, cuando cedieron dos columnas del Mercado del Norte, la angustia se apoderó de un centenar de trabajadores que pasaron más de la mitad de sus vidas en el histórico centro comercial de la provincia.
Con el diagnóstico del informe técnico encargado por la Municipalidad capitalina, que determinó un inminente peligro de derrumbe, y la decisión del intendente Germán Alfaro de clausurar definitivamente el mercado, la situación de los puesteros entró en un terreno pantanoso.
A diez días del incidente, los trabajadores aún no tienen una respuesta concreta de parte de las autoridades municipales sobre cuál será el futuro del edificio y de sus puestos de trabajo. Este lunes los puesteros se reunieron con las autoridades para acercar posiciones respecto al rumbo que tomará el histórico mercado. El encuentro culminó con promesas de reuniones periódicas para mantener un diálogo fluido con los trabajadores. Sin embargo, los puesteros aún no tienen certezas.
Historias de vida
Y mientras la clausura del mercado sigue vigente hasta tanto se realicen todos los estudios para determinar el grado de deterioro del edificio, en las redes sociales se multiplicaron las historias de vida de los puesteros y sus tradicionales locales gastronómicos.
Una de ellas es la de Jorge Alberto Mirabal, quien tuvo que abandonar su “Pizzería Claudio” luego de casi 40 años. Su nieta, Mariana Hernández, publicó la imagen desgarradora de su abuelo en su perfil de Facebook, acompañada por un breve texto donde le agradece por los años de trabajo. “Fuerza mi viejito, solo tengo palabras de agradecimiento por esto 15 años”, escribió la mujer.
Don Mirabal
En diálogo con eltucumano, Mariana cuenta que empezó a trabajar con su abuelo en 2006, cuando tenía 15 años. Al cumplir los 18 Don Mirabal la registró formalmente y continuó preparando las tradicionales pizzas hasta la tarde noche del 5 de marzo pasado, cuando el mercado lució por última vez su paisaje cotidiano.
El comienzo de la historia de amor y trabajo de Don Mirabal con el Mercado del Norte estuvo marcado por una tragedia familiar. Cuando tenía 13 años su padre falleció y él tuvo que encargarse del negocio. En 1982, cuando Don Mirabal ya era un hombre de 39 años, compró el local y le dio el empujón final para convertirlo en un clásico del mercado.
Las mejores pizzas
“Las mejores pizzas mi madre me llevaba para ahí siempre”; “con el alma hecha pedazos yo siempre que voy a centro me llego con mis hijos como mi mamá me llevaba a su puesto”; “Las pizzas más ricas por lejos”; “Las más ricas y el recuerdo de ir con mi padre al local de don Claudio siempre q salíamos al centro”. Los comentarios de tucumanos contando sus experiencias en la tradicional pizzería inundaron el posteo, que se replicó y compartió en diferentes grupos.
Ahora, Mariana y su abuelo están sumergidos en la incertidumbre y el dolor por la pérdida de una parte fundamental de sus vidas. “Por el momento vamos a seguir trabajando desde nuestra casa por pedidos. Él se encuentra devastado como todos lo que pertenecemos al mercado tucumano”, le dice a este diario luego de aclarar que está a punto de salir de su casa, pancarta en mano, para acompañar el reclamo de los trabajadores.