Por Manuel Rivas* de Diario Cuarto Poder / Compartimos esta interesante entrevista con Nancy Olivera, escritora santiagueña radicada en Jujuy, quien nos comenta sus inicios, la temática que la inspira y el poder de la literatura para mejorar nuestra sociedad.
—¿Cuál fue tu primer contacto con la Literatura?
—Hace poco lo recordé. Lo tenía muy olvidado. Durante el último mundial de escritura, una consigna me hizo recordar el mueble pequeño y viejo que hacía de biblioteca, en la casa de mis tías, en donde me crié. En esa biblioteca improvisada, había libros de hojas amarillentas y gastadas, rotas en los bordes. Entre muchos libros sin tapas, encontré uno de tapas color rojo gastado y me dio curiosidad. Era el libro Corazón de Edmundo de Amicis. Antes nunca había leído una historia completa, a esa sí la leí y me encantó porque en esa época me sentía solitaria y desamparada como el protagonista. Habré tenido unos ocho o nueve años. Yo vivía más en casa de mis tías que en casa de mis padres porque ellos trabajaban mucho. A mí, me dejaban al cuidado de mis tías y ellos se encargaban de mi hermano 1 año y medio menor que yo. A propósito de ese libro escribí un cuento para el mundial, lo titulé “Puerto crecimiento”. Fui feliz escribiendo ese cuento.
—¿Recuerdas tu primer poema?
—Sí, lo escribí a los 13 años dedicado a mi padre para el aniversario de su fallecimiento. Está publicado en mi primer libro de poemas al que titulé Etapas, es el primer poema y se titula El recuerdo.
—¿Qué es poesía para vos?
—La poesía es pasión. Y si me preguntas que es pasión te digo que es esa avalancha de sentires y sensaciones que te inundan el cuerpo, te llenan el alma y te hacen explotar de humanidad. A mí, y creo que a todos los que experimentan esta bonita experiencia de poner en palabras lo que los impacta y moviliza, hacer poesía es tratar de “sublimar” lo que vemos o sentimos, en palabras.
—¿Cuáles fueron los caminos que te llevaron a la narrativa?
—Siempre pensé que escribir historias era algo que sólo pocos lo podían lograr porque sé que se necesita trabajar mucho para lograr historias que atrapen al lector y lo impulsen a no querer dejar de leer. Pero, una tarde, en que estaba tomando examen parcial a mis estudiantes de Educación Primaria, tomé como siempre lo hacía, la última hoja de mi libreta pensando plasmar en un poema algo que había sentido pero el poema me quedó chico. Entendí que debía construir un historia. Ahí, nació el cuento de La gata, con el que inicio Tuka. La escena del encuentro entre la protagonista y la “señora” es auto-referencial. Eso me sucedió, así, tal cual lo relato. Lo demás todo es ficción.
—¿En qué te inspiraste para escribir Tuka?
—Esto tiene que ver mucho con lo anterior. Vi, en la sala de espera de la veterinaria, a una joven tan linda y tan desamparada queriendo ayudar a alguien más desvalido que ella, que todos mis problemas desaparecieron y me enfoqué en pensar cómo sería su vida. De cobarde no le pregunté mucho. A esa joven nunca la volví a ver pero ella me hizo ver a todos los otros adolescentes que sí podía ver porque estaban cerca de mí, es decir, mis alumnos. Comencé a escribir sin parar viendo las noticias de los diarios y de la Tv y viendo a los chicos que terminaban con poco futuro y ya fracasados en una escuela secundaria nocturna. La mayoría de ellos adictos al paco o a la marihuana. Me inspiré en mis alumnos más carentes de afecto y necesitados de ayuda. Mi historia, Tuka, trata de visibilizarlos. Vos, en tu nota descubriste la intención y por eso me emocionó leerla.
—¿Qué significa Tuka en tu zona de residencia?
—Cuando le puse el nombre a mi personaje, no sabía a lo que le decían tuka, es decir, no sabía que era el pucho del porro. Se lo puse porque en uno de los diálogos un personaje le pregunta por su nombre y, es común, por aquí decir para preguntar menospreciando ¿Y Tuki? con la seña de todos los dedos juntos. Pero, la llamé “tuca”, que es algo insignificante, y la escribí con K porque los adolescentes parecen desconocer la c y q y a todo ponen K. (Bueno, algunos, más viejos también. Ja, ja) Sin proponérmelo, cuando lo descubrí, había elegido el nombre perfecto para mi protagonista. O sea que Tuka habla de adicción y de anonimato, de insignificancia.
—¿Siempre sos positiva en cuanto a tu obra y efecto en el lector?
—Sí, trato de serlo porque para pálidas, ya tenemos la realidad. De todos modos, a veces, he escrito textos desde el punto de vista del femicida, del delincuente o del maldito, por así decirlo, como un modo de mostrar las bajezas humanas, esa zona oscura y perturbada de la naturaleza del hombre. Me pasa que el dolor del otro afecta mucho, más en esta época de tanto encierro, que hace pensar en cosas malas y pesarosas, y, por eso produje esos textos que son como un grito de alarma para los que tienen el poder de cambiar las cosas. Yo puedo escribirlo, decirlo, mostrarlo, aportar desde lo que puedo hacer un granito de arena. Tuka tiene un profundo mensaje esperanzador porque está escrita, principalmente, para los adolescentes.
—¿Los paisajes elegidos tienen incidencia en la recuperación de la protagonista de tu libro?
—Sí, totalmente. La protagonista hace un recorrido que es una alegoría porque pasa desde el pozo profundo de su adicción y prostitución hasta su limpieza de cuerpo y alma; ese recorrido lo hace desde la gran urbe, que puede ser cualquier ciudad de cualquier país, pasando por pequeñas ciudades, poblados menores, hasta llegar al Alto Calilegua, un pobre caserío, muy “cerca del cielo”.
—¿Por qué los adolescentes rehúyen de las lecturas obligatorias de la escuela?
—Creo que por dos razones. Primera razón, porque las propuestas que, muchas veces empleamos los docentes, no son significativas para ellos. Las estrategias no son atractivas. Son para evaluarlos no para hacer que disfruten de lo literario o hacerlos pensar y leer desde muchos ángulos. Seguro que habrá colegas que sí lo hacen pero no deben ser la mayoría. La Literatura es para ser leída no para que nos pongan una nota.
Segunda razón, los textos que se seleccionan tienen poco que ver con la realidad de los jóvenes. No hablan en sus mismos códigos. No es fácil para un adulto entender los códigos de los adolescentes. Considero que hay poca literatura pensada para esta etapa.
—¿Sientes que tu labor de escritora puede ayudar a mejorar la sociedad?
—Sí, claro que lo siento. Por eso busco ficcionalizar historias de jóvenes que, anónimamente, sufren la discriminación. No habla de esas discriminaciones por sexo, color, etc, etc. hablo de la discriminación por ser invisibles al resto de los mortales, de la discriminación que sufren esos seres anónimos, perdidos en las masas de jóvenes huérfanos de padres y de madres, criados por los abuelos o, simplemente, por la calle. Ojalá, pueda, a través de mis textos, hacer que muchos tomen en consideración a esas vidas tan valiosas y desperdiciadas o perdidas a causa de las drogas.
—¿Habrá segunda parte de Tuka?
—Sí, ya está en el tintero. Pero, todavía hay que hacerle una relectura, revisión, tal vez corrección y recién se irá para la imprenta.
—¿Tienes alguna metodología de trabajo para la narrativa?
—Tal vez sí, porque sólo me siento ante la computadora cuando tengo una idea que me ronda en la cabeza y cuando tengo la palabra precisa para la primera oración. Claro que, cuando es una idea o una escena vista que me provoque la escritura, si no sé mucho del tema, averiguo, me instruyo. Una vez que empiezo a desarrollar esa idea ya no paro hasta terminar mi primer borrador. Por consejo de una gran amiga, Inés Cortón, lo dejo reposar y después de un día o dos de reposo releo y corrijo lo escrito hasta que me quedo conforme con el resultado. Para escribir el cuento en el que Tuka sufre de abstinencia, tuve que estudiar los síntomas de la misma.
—¿La pandemia nos hará mejores personas?
—Ojalá que sí. Si somos conscientes de esto que nos está pasando y tenemos al menos dos dedos de frente y un poquito de inteligencia deberíamos aprender por lo menos a ser más higiénicos. Ojalá, que sí. De todos modos creo que las bajezas humanas nunca desaparecerán pero como soy optimista espero que cuando el virus desaparezca o nos deje de hace sufrir estemos fortalecidos y valoremos los poco que podamos tener. Yo valoro mi escritura. La pandemia, a mí, me dejó muchos escritos muy pensados. También, muchos y apreciados amigos virtuales.
—¿Cómo te adaptaste a la pandemia y a lo virtual?
—Te dirá que muy bien. Sin mi compu y sin la INTERNET me siento desnuda, ja,ja. No puedo pensarme sin computadora. Estar ante la pantalla me hace sentir acompañada y segura.
—¿Cuál es tu sueño en el mundo literario?
—Creo que es el mismo sueño de todo el que escribe. Mi sueño es que mis escritos sean leídos y disfrutados por quien los lea. Cuando hablo de disfrute me refiero a que mi lector se emocione, se divierta o alegre o se quede pensando en lo que leyó y quiera seguir leyendo más. Una miga de Santiago me contó hace poco que durante la pandemia su mamá había separado varios libros. A ninguno lo había terminado de leer. Sólo a Tuka lo había leído hasta terminarlo y le había gustado mucho. Eso me hizo sentir muy feliz.
*Profesor de Letras e Historia, periodista y escritor. Director de Diario Cuarto Poder.
Datos de la autora
Nancy Olivera es oriunda de Santiago del Estero. En 1983 se radicó en Libertador General San Martín, Ledesma, provincia de Jujuy, en donde desarrolló su profesión docente, como profesora de Lengua y Literatura en los niveles secundario y terciario.
En su carrera docente desempeñó diversos cargos de gestión institucional.
Aficionada a la Literatura desde muy temprana edad ha publicado dos libros de poemas. Tuka es su primer libro de narrativa breve, con muy buen comentario de Diario Cuarto Poder.