Por Manuel Rivas* de Diario Cuarto Poder | Lectora voraz. De ese modo se define la escritora bonaerense Silvia González, autora del libro de cuentos “Rituales” que se encamina a una nueva edición. Con ella repasamos aspectos de su labor literaria.
—¿Cuál fue tu primer contacto con la literatura?
—Mi primer contacto con la literatura fue a los 6 o 7 años, cuando llegó a mis manos el libro Heidi, de la colección Billiken, tapa roja, fue el regalo de cumpleaños de una tía, y aún lo conservo. Lo leí en menos de un mes, y desde ahí no he parado. Pero tal vez comenzó antes, porque mis padres eran muy lectores, así que en mi casa siempre circulaba un libro.
—¿Cómo te hiciste a la idea de convertirte en escritora?
—Antes que nada, me defino como lectora, soy una lectora voraz. Lo de la escritura fue surgiendo naturalmente, ya que siempre me resultó mucho más sencillo expresarme por escrito que en forma oral. Luego por mi trabajo, como directora y más tarde como inspectora de educación, la escritura formó parte del hacer cotidiano, pero siempre eran escritos de tipo técnico: informes, elaboración de proyectos, asesoramientos, tesinas. Nunca había escrito ficción. Recién en 2014, cuando me jubilé (y sentí que el “Disco rígido” se estaba vaciando y había lugar para algo más), fue cuando apareció la necesidad de comenzar a escribir otras cosas, pero entendía que me faltaban herramientas. Entonces fue que me inscribí en un taller de escritura creativa, “Palabras en vuelo”, de Inés Cortón. A Inés le debo el haberme animado a soltarme, al acompañamiento que me hizo durante ese proceso de aprendizaje y al estímulo permanente que recibí de ella. Y te aclaro que aún me da mucho pudor que me digan “escritora”, soy una persona que escribe, creo que escritora es demasiado grande.
—¿Cómo surgió el libro “Rituales”?
—El libro Rituales surgió sin pensarlo. Por lo menos conscientemente nunca había estado en mis planes editar un libro, pero fueron los allegados y la familia quienes insistieron en que esos cuentos que se iban acumulando, y que sólo leían algunos, debían ver la luz para que otros los disfrutaran.
Me contacté con diferentes editoriales y así conocí a la gente de “Vuelta a casa”, y al poco tiempo el libro fue una realidad. El título surgió como una consecuencia lógica, ya que es el de uno de los cuentos autobiográficos. La foto la tomé yo, de una herrería que no es la de mi abuelo, pero que es muy parecida, detenida en el tiempo, y el diseño de tapa es de uno de mis hijos.
—¿Cómo lograste el efecto nostálgico en algunos relatos?
—No sé cómo lo logré, y tampoco me lo propuse. No ha sido algo buscado, pero inevitablemente surge. Supongo que será porque la nostalgia debe ser algo inherente a mí.
—¿En qué incide el aspecto autobiográfico en tu labor creativa? ¿Es un recurso efectivo?
—Seguramente mucho, uno es la suma de vivencias, recuerdos, lecturas, y eso inevitablemente se debe ver reflejado en la escritura. Creo que aunque el texto no sea netamente autobiográfico, siempre en él está uno, con sus cargas, sus logros, su vida. El sustrato autobiográfico está, aún sin buscarlo, en algún personaje, en algún ambiente, en alguna voz.
—¿Te gusta que el humor invada tus cuentos?
—Sí, me gusta que lo haga de una forma sutil, o a veces un poco grotesca.
—¿Planificaste todos los efectos en el lector o es un logro espontáneo?
—Cuando escribo me pongo en el lugar del lector, y así como te decía que soy una lectora ávida, también soy una lectora exigente. Entonces lo que escribo me tiene que gustar primero a mí, si no lo logro, ese cuento o relato es inmediatamente llevado a la papelera. Pero afortunadamente Rituales ha tenido muy buena crítica de los lectores, y ya va por la segunda impresión y creo que pronto deberá ir por una tercera.
—¿Te dijeron que el abuelo de “Rituales” puede ser el de muchos lectores argentinos?
—Sí, siempre, cada lector encuentra en él a su abuelo, independientemente de qué lugar haya sido ese abuelo inmigrante.
—¿Cuál es tu método de trabajo?
—Me gusta escribir por la mañana, y en lo posible que no haya nadie rondando cerca. No escribo a mano, escribo en computadora. Normalmente el cuento surge de un tirón, pero luego lo dejo reposar (a veces horas, a veces días, a veces meses), y comienzo el recorrido que más me gusta, que es el de la autocorrección. Soy sumamente exigente conmigo y corrijo, corrijo. Me da mucho resultado la lectura en voz alta, porque ahí es donde “resuena” el texto. Me gusta la escritura breve, poder decir mucho con poco, y sobre todo despojada de adjetivos. Como lectora detesto la sobre adjetivación, por eso suelo estar días buscando el adjetivo, ese que calce justo.
—¿Cómo te adaptaste a la pandemia?
—En cuanto a la escritura, la pandemia fue muy positiva, porque yo soy bastante vaga para sentarme a escribir algo nuevo, y durante la pandemia de 2020 participé en dos mundiales de escritura, que para mí fueron una verdadera inyección de ganas de volver a escribir. Independientemente de que el Mundial es un concurso, a mí ese aspecto no me interesa para nada, en primer lugar porque soy cero competitiva, y luego porque es tan subjetivo eso de ganador –no ganador, que no es lo convocante del certamen. Para mí, lo verdaderamente valioso es tener el desafío de escribir un texto nuevo durante 14 días. Y esto tuvo un plus: participar dentro de un grupo con gente muy especial, con los que nació una amistad muy sólida y pura.
—¿En qué proyecto nuevo trabajas?
—Los mundiales dejan mucho insumo sobre los cuales continuar trabajando. Ese es mi trabajo de ahora, comenzar a revisar, mejorar, o desechar cuentos y relatos que surgieron en el los dos últimos mundiales. Y, por qué no, comenzar a soñar con la publicación de un nuevo libro.
—¿Cuáles son tus escritores favoritos?
—Uh, tengo muchos, y he pasado por diferentes momentos. En una época leía muchísimo a los franceses del siglo XIX: Zola (el más admirado), Flaubert, Maupassant; por supuesto Borges y Cortázar. Después los latinoamericanos, todos, desde García Márquez a Donoso, siguiendo por Julio Ramón Ribeyro, Roa Bastos, Juan Rulfo. También me gustan muchas mujeres, sobre todo las españolas Almudena Grandes, Julia Navarro y María Dueñas y la italiana Elena Ferrante.
Admiro muchísimo a Leonardo Padura (he leído toda su obra), a Fernando Aramburu y últimamente estoy leyendo mucho a Juan José Saer, que me parece uno de los mejores escritores argentinos.
De los actuales de nuestro país disfruto a Selva Almada y Eduardo Sacheri.
Como ves, variadito. Y me estoy olvidando de muchos, seguramente. Cuando descubro un escritor, no paro hasta leer toda su obra. Hace un tiempo descubrí a Philippe Claudel, y creo que su novela “La nieta del Sr. Linh” es una pequeña obra de arte. Amo leer, y no concibo mi vida sin uno o varios libros al alcance de la mano.
*Profesor de Letras e Historia, periodista y escritor. Director Diario Cuarto Poder.
Datos de la autora: Silvia González
Nació en Guaminí, provincia de Buenos Aires. Profesora de Educación Primaria y Profesora Especializada en Educación Inicial, se ha desempeñado como docente, directora e inspectora de Nivel Inicial y como profesora en las cátedras de Literatura Infantil y Práctica de la Enseñanza, en Profesorados de Educación. Ha participado en rondas de lectura de cuentos y relatos, compartiendo encuentros con escritores de diferentes provincias.
Participa activamente en talleres de escritura creativa. Ha obtenido premios y menciones en varios concursos, muchos de ellos organizados por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), y Medalla de Plata en los Juegos Bonaerenses 2018, en la categoría Cuento. Algunos de sus textos han sido publicados en antologías y blogs.
Ha participado en el segundo y tercer Mundial de Escritura. Actualmente reside en Huanguelén, provincia de Buenos Aires.