Héctor Marcos Timerman había nacido el 16 de diciembre de 1953. Era uno de los tres hijos del matrimonio entre el periodista Jacobo Timerman -fundador de la revista Primera Plana y del diario La Opinión– y Rische Mindlin. Era magister en Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde se había exiliado después de que la dictadura liberara a su padre, en 1978. Estaba casado con Anabella Sielicki, miembro de una familia influyente y aristocrática de la comunidad judía local, y tenía dos hijas,Jordana y Amanda. Murió a los 65 años víctima de un cáncer de hígado.
Tras exiliarse, Timerman vivió en Nueva York -donde adquirió la ciudadanía norteamericana- hasta 1989, cuando volvió a la Argentina para continuar trabajando en el mundo financiero, acompañando en América Latina a la empresa de su hermano Javier, mientras se dedicaba a impulsar distintos proyectos periodísticos y a vincularse con experiencias políticas progresistas. Durante sus años en Nueva York, publicó columnas de opinión en los diarios New York Times, Los Angeles Times, Newsweek y The Nation.
Cofundó las revistas Tres Puntos y Debate, fue columnista de Mariano Grondona y escribía regularmente en Noticias y Perfil. Y trabó una fuerte relación política con Elisa Carrió, a quien respaldó en sus campañas.
La llegada de Néstor Kirchner al poder, en 2003, lo volvió a acercar al peronismo, del que se había alejado con duras críticas y desde mediados de 2004 asumió como cónsul argentino en Nueva York, la ciudad en la que había vivido durante más de 10 años.
Allí recibió y asistió varias veces al presidente argentino y su esposa, con quien trabó un buen vínculo personal. Cuando ella llegó a la presidencia en diciembre de 2007, pasó a ser embajador de la Argentina en Estados Unidos y se trasladó a Washington.
En 2010, en un momento de extrema tensión entre el kirchnerismo y los medios de comunicación independientes, la entonces presidente cuestionó la lealtad de Jorge Taiana, quien presentó su renuncia, y designó a Timerman.
Su paso por la Cancillería argentina no fue feliz. Fue la cara de las políticas más aislacionistas y menos diplomáticas. Un ejemplo: el escándalo que protagonizó el 10 de febrero de 2011 cuando un avión de la fuerza área de los Estados Unidos aterrizó en Ezeiza cargado de equipamiento militar y armas para una capacitación que había sido acordada. La ex Presidente lo mandó a incautarlo, supuestamente molesta porque su par norteamericano, Barack Obama, no le daba la reunión que ella esperaba y que sí concretaba con otros líderes regionales.
Para satisfacer a CFK, Timerman abrió personalmente con un alicate cargamentos que estaban sellados y secuestró la carga, que meses después fue devuelta a sus dueños, aunque el gobierno norteamericano siguió considerando prácticamente congeladas las relaciones y calificando al episodio como algo “serio”.
Por este motivo perdió su visa para ingresar a los Estados Unidos y le fue rechazado su pedido para realizarse un tratamiento experimental para combatir su cáncer. Tuvo que intervenir la Cancillería argentina para que le otorgaran una “visa humanitaria” y, finalmente, pudo viajar el 5 de marzo último para ser evaluado por los médicos del Mount Sinai Medical Center de Nueva York.
En ese momento, su abogado Alejandro Rúa publicó en las redes sociales un mensaje del ex canciller que decía: “Viajo a USA por el tratamiento experimental contra el cáncer. Me voy pensando en la causa AMIA. Pienso que hubo 85 víctimas, más de 200 heridos. Hoy solo dos individuos me acusan por traición a la Patria y esos dos, más la DAIA, por encubrimiento. No sé qué me duele más, si saber del cáncer o la ofensa escuálida de la acusación. Duele todo duele demasiado”.
En efecto, desde el 13 de febrero de 2015, por una imputación del fiscal Gerardo Pollicita, estaba investigado por encubrir a los responsables del atentado de la AMIA y, desde diciembre de 2015, se le seguía una causa por “traición a la Patria”, imputado por el fiscal Eduardo Taiano. Estuvo detenido, con prisión domiciliaria por su grave estado de salud, desde el 7 de diciembre de 2017 por orden del juez Claudio Bonadio, que llevó el juicio a la instancia oral.
En 2011, el periodista Pepe Eliaschev había alertado de un documento de la diplomacia iraní redactado por el canciller Alí Akbar Salehi dirigido al presidente Mahmoud Ahmadinejad donde se decía que “la Argentina ya no está más interesada en resolver aquellos dos atentados, pero en cambio prefiere mejorar las relaciones comerciales con Irán”.
Entre el 23 y 24 de enero de 2011, Timerman había mantenido un encuentro con su par sirio Walid al-Mohalem y el presidente de Siria, Bashar al Assad en la ciudad de Alepo entre para transmitir ese compromiso, lo que significó un giro de 180º en la política exterior nacional y un escándalo en la comunidad judía global que selló la vida del por entonces canciller argentino para siempre.
“¿Quién es Héctor? ¿El revolucionario que militaba en la Juventud Peronista? ¿O el que meses después dirigía La Tarde, un diario que tenía el evidente propósito editorial de hacer de puente entre la dictadura y las ‘clases populares’? ¿El que vendía servicios de private ranking en Bolivia y otros países latinoamericanos o el ‘fundador’ de la división Américas de la prestigiosa organización Human Rights Watch? ¿El adolescente consentido de los veranos en Punta del Este que mandó a sus hijas al Northlands? ¿O el que le aclaró a Susana Decibe, la ministra de Educación de Carlos Menem, que él no iba a Cipriani, un restaurante de Recoleta, porque era ‘elitista y caro’? “.
El último canciller de Cristina Kirchner fue definido como “el pequeño Timerman” por el periodista Gabriel Levinas, que en el 2013 realizó la biografía no autorizada de la que reproducimos este párrafo. Al lado de Jacobo, él, su hijo Héctor, siempre sería “el pequeño” para Levinas, mucho más después de que se conociera que había sido el negociador con Irán del Memorándum de Entendimiento para suspender las investigaciones a los responsables del atentado a la AMIA.
La última vez que se lo vio en público fue el 13 de julio, cuando iba a declarar desde su casa en la causa por encubrimiento del atentado pero, después de una hora de fallidos intentos técnicos que impedían comprender sus dichos, ya que ni siquiera se había llevado un micrófono corbatero, su abogado pidió la suspensión la audiencia. En ese momento se lo vio con notorias dificultades respiratorias y cansado.