El presidente Trump anunció la muerte de Al Bagdadi, que transformó el Estado Islámico en una red terrorista global que conquistó territorios del tamaño de Gran Bretaña y dirigió horribles ataques en Occidente.
Abu Bakr al-Baghdadi, el astuto y enigmático dirigente vestido de negro del Estado Islámico que transformó una flagrante insurgencia en una red terrorista mundial que atrajo a decenas de miles de reclutas de 100 países, ha muerto a los 48 años.
Su muerte fue anunciada el domingo por el presidente Trump, quien dijo que al-Bagdadi detonó un chaleco suicida durante una incursión este fin de semana en el noroeste de Siria por parte de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos. Trump dijo que las pruebas preliminares habían confirmado su identidad. No hubo confirmación inmediata del brazo mediático del Estado Islámico, que normalmente se apresura a denunciar los ataques, pero en general tarda más en confirmar las muertes de sus líderes.
Hijo de una familia sunita del distrito iraquí de Samarra, al-Baghdadi aprovechó el fervor religioso, el odio a los no creyentes y el poder de Internet en el camino que lo catapultó a la escena mundial. Comandaba una organización que, en su apogeo, controlaba un territorio del tamaño de Gran Bretaña desde el que dirigía e inspiraba actos de terror en más de tres docenas de países.
Al-Baghdadi era el jefe terrorista más buscado del mundo, el objetivo de una recompensa de 25 millones de dólares del gobierno estadounidense. Su muerte siguió a una cacería internacional de un año de duración que consumió los servicios de inteligencia de varios países y abarcó dos administraciones presidenciales estadounidenses.
Al-Bagdadi eludió la captura durante casi una década mediante una serie de medidas de seguridad extremas, incluso cuando se reunió con sus asociados de mayor confianza. “Incluso me obligaron a quitarme el reloj de pulsera”, relató Ismail al-Ithawy, uno de los principales ayudantes que fue capturado el año pasado. Habló desde una cárcel en Irak, donde ha sido condenado a muerte.
Después de haber sido despojados de aparatos electrónicos, incluidos teléfonos móviles y cámaras, Al-Ithawy y otros recordaron, fueron vendados, cargados en autobuses y conducidos durante horas a un lugar desconocido. Cuando finalmente se les permitió quitarse las vendas de los ojos, se encontraron a al-Bagdadi sentado ante ellos.
fuente: infobae