La organización de Máximo Kirchner convoca desde hace semanas a una masiva manifestación para recordar a las víctimas del Golpe. Los movimientos sociales se reunirán en el centro y coincidirán con el kirchnerismo frente a la Casa Rosada. El Presidente aún no decidió qué hará ni dónde estará.
Convulsionados
En el convulsionado contexto de internas en el Gobierno, que alcanzaron niveles inéditos en las últimas semanas por las profundas diferencias sobre el acuerdo con el FMI, el ala moderada del Gobierno, encabezada por Alberto Fernández, y La Cámpora, medirán fuerzas el próximo 24 de marzo, una fecha icónica para todos los sectores del Frente de Todos.
El jueves es considerado por camporistas y albertistas como un parteaguas. Si se muestran juntos será porque hay un intento para sanar las profundas heridas que causó el rechazo de La Cámpora al pacto con el Fondo para evitar el default. Si van por separado, será una nueva muestra del quiebre que atraviesa la coalición oficialista. Por estas horas había diálogos por lo bajo entre segundas líneas para ver si se acercan posiciones o las diferencias se profundizan.
El kirchnerismo planifica una manifestación que empezará en la sede de la ex ESMA y se dirigirá hasta la Plaza de Mayo. Juran que será masiva. Se viene convocando co llamativa antelación, desde el comienzo de marzo, a través de redes sociales y canales internos, y se está invitando, con minuciosidad, a cada organización afín, para reunir el mayor caudal de participantes.
Frente al ex centro de detención y en el escenario que se montará frente a la Casa Rosada estará presente la primera plana de la agrupación, con intendentes, diputados y senadores, y Máximo Kirchner a la cabeza. No se descarta la presencia de Cristina Kirchner, pero aún no fue confirmado. Será la primera marcha de la organización desde que asumió el Frente de Todos -debido a la pandemia- y el debut en las calles este año, luego de la profusa serie de manifestaciones posteriores a las elecciones, en los últimos meses de 2021.
Los kirchneristas, según pudo reconstruir Infobae, caracterizan esta marcha como una demostración de fuerza interna en el terreno de los Derechos Humanos, donde se sienten en casa por su retórica originaria, por la relación con Madres y Abuelas, y porque los organismos en el Estado funcionan bajo la dirección de funcionarios afines, con el secretario Horacio Pietragalla como principal exponente. Según estiman, les servirá para alentar el ímpetu y la cohesión de la militancia y la dirigencia, conmocionada por las recientes polémicas decisiones políticas del jefe, Máximo Kirchner, con el abandono de la presidencia del bloque de Diputados como principal hito. Pero, sobre todo, utilizarán la fecha para sentar posición frente a los embates del albertismo.
En paralelo, a cuatro días del 24, Alberto Fernández aún no decidió si se sumará a esa convocatoria, o encabezará un acto por separado. El Presidente enfrenta un dilema. Si asiste, su presencia será evaluada como una manera de plegarse a la agrupación de Máximo Kirchner, que acaba de someterlo a fuertes desaires en el Congreso con el rechazo a la ley que habilita el nuevo endeudamiento con el Fondo y que logró aprobar gracias a un acuerdo -al que se vio obligado- con Juntos por el Cambio. Si planifica una puesta en escena en simultáneo a la de La Cámpora, será una nueva ilustración del quiebre del Frente de Todos. El problema es que el primer mandatario aún no determinó romper definitivamente.
La disyuntiva se vincula directamente al reciente estallido de las ya arraigadas diferencias en la coalición de gobierno, que llegaron a un punto alto inusual la semana pasada con los cruces de mensajes públicos y omisiones a raíz del ataque contra el despacho de Cristina Kirchner. Desde entonces, el Frente de Todos ingresó en una etapa de conflicto latente, en la que nadie se atreve a determinar si las diferencias se traducirán en cambios de figuras en el organigrama del Estado, o si podría haber una reunificación en los hechos.
Alberto Fernández, según admitió dos veces esta semana la portavoz de la Presidencia, Gabriela Cerruti, no se habla con Cristina Kirchner. Y anteayer hizo el anuncio económico que planteó como relanzamiento de su gestión -la polémica “guerra contra la inflación”- rodeado únicamente de funcionarios de su riñón, con el ministro de Economía, Martín Guzmán, uno de los más vapuleados por La Cámpora, en el centro de la escena.
Mientras tanto, el espacio del encuentro Memoria Verdad y Justicia, integrado por más de cien organizaciones, entre ellas los partidos del Frente de Izquierda (FIT), concurrirá a la Plaza el 24 de marzo para hacer un acto que también se augura nutrido y que se presenta como “independiente de todas las fracciones del gobierno”, según lo calificó, en diálogo con Infobae, el diputado nacional por la Ciudad del Partido Obrero, Gabriel Solano.
“Lo vamos a hacer a partir de las 11, para evitar que por las disputas internas del Gobierno terminen usurpando la Plaza de Mayo y no nos permitan hacer nuestro acto. Sabemos que los sectores del oficialismo lo querrán impedir, pero será muy masivo”, sostuvo el legislador. La izquierda quiere desdoblar las manifestaciones para evitar incidentes. Sus consignas serán muy críticas del Frente de Todos. En línea con sus manifestaciones hace meses, el eje de la conmemoración del Espacio será, además del repudio al terrorismo de Estado, “denunciar el pacto con el FMI, el pago de la deuda y “el ajuste que se lleva adelante con el acuerdo de todo el gobierno desde su asunción”
¿Sin cambios?
La semana pasada, ante la negativa del kirchnerismo en Diputados a apoyar la ley más importante del Ejecutivo, en el Gobierno se dispararon los ánimos sobre un avance “albertista” sobre las áreas que maneja La Cámpora, latentes desde las elecciones del año pasado. Cerca del Presidente consideraban que esta semana sería un punto de inflexión en la relación con el kirchnerismo y que esto, previa decisión del Presidente, podría plasmarse en el reparto de cargos.
Pero las declaraciones orientadas a mantener “la unidad” que hizo Alberto Fernández desde Tucumán, el viernes por la mañana, pincharon las aspiraciones de las organizaciones sociales, intelectuales y partidos que apoyan la candidatura del primer mandatario.
En pocos días, empezó a perder impulso el ímpetu que habían tomado funcionarios y sectores afines a Alberto Fernández -básicamente los movimientos sociales, los sindicatos y los gobernadores justicialistas-, para obtener lugares en el Estado y desplazar a La Cámpora de las principales cajas. A pesar de la votación en contra del acuerdo con el FMI de Máximo Kirchner y Cristina Kirchner, que representó una virtual ruptura en la coalición de gobierno, hacia el final de esta semana bajaron las expectativas de que el Presidente vaya a hacer una purga del camporismo.
En la Casa Rosada aseguran que Alberto Fernández no tiene planeado hacer cambios, al menos en lo inmediato. “La confrontación va a ir por otro lado, no por cambios de figuras sino por lo discursivo y lo simbólico”, dijo a Infobae un importante funcionario que frecuenta al jefe de Estado.
De todas formas, algunos de los propios insisten. “Es ahora o nunca”, dicen ciertos albertistas, conscientes de que el escenario económico que se aproxima se augura oscuro, con la amenaza de las consecuencias de la guerra en Ucrania como agravante. “Es posible y necesario. En su medida y armoniosamente”, agregó un funcionario muy cercano al Presidente. Ante una repregunta sobre el significado de la frase “en su medida”, respondió, enigmático, con una cita de Juan Perón: “Con sentido común, manejando los tiempos de la política”.
A pesar del apoyo a su reelección, que, aseguran, permanece, hay enojo y frustración en el ala moderada del Gobierno por la reiterada reticencia del jefe del Estado para avanzar. Ya habían presionado para que esto ocurriera el año pasado, después de las elecciones generales donde el Frente de Todos remontó el resultado de las PASO y donde Cristina Kirchner quedó debilitada en el Senado. Pero no hubo un solo movimiento.
En la Presidencia resumieron el argumento de Alberto Fernández para justificar la imposibilidad de blanquear la ruptura en hechos concretos: “Si se va La Cámpora y se va Cristina, Alberto dura 15 días. El poder te lo dan los votos. Y sabemos quién es la dueña de los votos. Si se van, y en 15 días medimos a Alberto, no le alcanza ni para cinco puntos. Él no bancaría eso”.
Mientras tanto, en el kirchnerismo, donde venían advirtiendo desde la votación en Diputados que “no se va nadie”, se jactan de que su predicción se cumplirá. El miércoles pasado hubo una reunión del camporismo duro para decidir qué rumbo tomar en las próximas semanas en el contexto de alta tensión en la cúpula del Frente de Todos, donde decidieron no dejar ningún lugar en el Estado.
“La definición es que se permanece dentro del Gobierno, pero se van a hacer públicas las consecuencias o ajustes contenidos en el acuerdo con el fondo en cada área en la que tengamos incumbencia”, informó un hombre del riñón camporista sobre el encuentro, donde también se decidió también votar en contra del acuerdo con el FMI en el Senado y emitir el polémico documento que se conoció luego de que Cristina Kirchner abandonara el recinto antes de la votación.
fuente: infobae